El dilema al que se enfrenta Mazda con el CX-5: el popular SUV está en peligro

El Mazda CX-5 se ha convertido en un referente en su categoría. El modelo de la marca de Hiroshima es, con diferencia, uno de los más vendidos y una auténtica gallina de los huevos de oro, especialmente la segunda generación que se presentó en 2017. Desde entonces, la firma japonesa ha venido implantando mejoras continuamente para seguir atrayendo clientes. Pero el CX-5 ya se encuentra al límite de su vida comercial en el mercado.

La primera generación se extendió por un período de cinco años, de 2011 a 2016 si nos atenemos a cuando fue presentado, mientras que la segunda generación, que debutó en el Salón de Los Ángeles de 2016, ya ha superado este espacio de tiempo. Si contamos desde su lanzamiento, está próximo a los seis años. Hasta ahora, Mazda no se ha referido en ningún momento al sucesor de este exitoso modelo, más centrados en el recién estrenado CX-60 y el nuevo CX-80 que debutará en primavera, por lo que es un auténtico misterio el futuro que deparará al exitoso SUV compacto europeo.

El futuro del Mazda CX-5 es un importante problema

En unas declaraciones a un medio australiano, Mitsuru Wakiie, responsable del producto del Mazda CX-5, ha señalado que «No estoy seguro de si vamos a presentar un CX-5 o no, por lo que no puedo darles ningún detalle». Unas palabras que dejan en un verdadero limbo el futuro de este modelo, ni confirmando ni desmintiendo ningún detalle, por lo que sacar conclusiones es un atrevimiento. Lo que sí es una realidad es que son las declaraciones típicas de una marca que guarda con absoluto celo sus intenciones, anunciadas solo cuando lo consideran oportuno.

Y otra realidad muy importante es que es un verdadero problema al que se enfrentan en la sede de Hiroshima. El CX-5 encaja perfectamente entre los CX-30 y el nuevo CX-60, pero ninguno de estos dos modelos pueden sustituir al compacto. La firma japonesa tiene tres posibilidades encima de la mesa, una más lógica y dos más arriesgadas. La primera, sustituir el modelo con una tercera generación que, incluso, no se descartaría que estuviera muy avanzada, alargar el modelo unos años más a base de facelift -lo que importa un gran riesgo- y dejarlo morir para ser sustituido por un eléctrico.

El Mazda CX-5 no puede sobrevivir eternamente a base de facelift

Una opción que entraña más riesgo todavía con unas consecuencias tan terribles como incalculables. Sin embargo, hay una solución encima de la mesa que, en absoluto, decepcionaría: traer de Estados Unidos el Mazda CX-50. Un futuro Mazda CX-5 crecería unos milímetros sin llegar a los 4,74 metros del hermano mayor, pero los 4,72 del americano pondría en serio riesgo a uno u otro. Un verdadero problema el que Mazda tiene encima de la mesa con el CX-5.