Amores de juventud: el Mazda RX-7
Las décadas de los 80 y 90 están plagadas de deportivos interesantes y atractivos, pero pocos tomaron un camino alternativo tan distinto como el Mazda RX-7, que apostó por el motor rotativo tipo Wankel desde el inicio hasta el final de sus días. Repasamos su historia.
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Publicado: 20/08/2020 17:30
La historia del automovilismo tiene a muchos deportivos japoneses entre su selecta realeza y no cabe duda de que el Mazda RX-7 merece ser uno de ellos. Junto con el Toyota Supra, el Nissan Skyline, el Subaru Impreza o el Honda NSX, este deportivo de motor rotativo siguió su propio camino desde que iniciara su andadura comercial a finales de los años 70.
Sus tres generaciones fueron fiel reflejo del curso de los tiempos, evolucionando sus cualidades y personalidad, pero sin renunciar a un denominador común: el motor rotativo tipo Wankel.
El motor Wankel
Mazda inició en los años 60 una fuerte apuesta por el motor rotativo tipo Wankel, un propulsor de combustión interna creado por Felix Wankel en 1957, que disponía de un pistón que accionaba el cigüeñal por medio de un engranaje, comunicándose así el movimiento de giro.
Este tipo de motor cuenta con un estator de cuerpo fijo cuyo interior tiene forma casi elíptica, además de un rotor en forma de triángulo equilátero de lados curvilíneos que se mueve en el interior del estator. Los vértices del rotor están en contacto permanente con las paredes de la cámara y cada uno de los lados lleva un vaciado que hace las veces de cámara de combustión. En el interior, dispone de una corona dentada.
Adicionalmente, el motor rotativo cuenta con un piñón dentado solidario con el eje motor que engrana con la corona dentada del rotor. La lumbrera de admisión y la lumbrera de escape se sitúan en cada uno de los lados del estator, mientras que la bujía se sitúa en el lado opuesto al de las lumbreras, encargándose de hacer saltar la chispa sobre la mezcla combustible.
La teoría dice que entre los beneficios de este tipo de motor se encuentran una menor rumorosidad y vibraciones, además de mayor fiabilidad al disponer de menos piezas móviles. Eso también hace que sea más ligero y pequeño, además de requerir menos refrigeración. Por el contrario, la contaminación y el consumo eran superiores, así como el coste de mantenimiento.
Dicha apuesta de Mazda se inició con el Cosmos, un pequeño coupé biplaza, al que le sucedieron otros modelos de la marcha con este tipo de motor. Pero los resultados no terminaron de ser satisfactorios y la firma nipona estuvo a punto de tirar la toalla. Hasta que llegó el RX-7.
Tres generaciones
La última oportunidad que Mazda le concedió al motor rotativo comenzó su andadura comercial siendo un éxito total. En 1978, el mundo vivía una gran recesión económica a consecuencia de la crisis del petróleo que echaba por tierra el concepto tradicional de vehículo deportivo de gran cilindrada, por lo que las marcas apostaban por un nuevo tipo de coche. Y el RX-7, de tamaño y potencia contenidos, ligero y ágil, encajaba a la perfección en esa nueva tendencia.
Pronto la primera generación del RX-7 comenzó a venderse de maravilla gracias a sus líneas rectas o sus faros escamoteables, que le proporcionaban una inconfundible personalidad. Su bajo peso, pues superaba por poco la tonelada, permitía al motor rendir con prestaciones muy atractivas a pesar de la moderada potencia con la que contaba.
Y es que en Europa no pasaba de los 105 CV (aunque en Japón llegó a superar los 160), pero eso no le impedía superar los 200 km/h de velocidad punta o acelerar desde parado hasta los 100 km/h en 8,5 segundos. Sin duda, cifras atractivas para un modelo de precio muy inferior al de otros deportivos de la época.
El relevo, en 1985
La segunda generación llegó a mediados de los 80 tras haberse vendido 570.000 unidades de la primera, manteniendo el motor rotativo o los faros escamoteables, pero añadiendo aditamentos más propios de esos tiempos, como por ejemplo la toma de aire del capó motor o una luna trasera de grandes dimensiones, además de formas en general algo más musculosas. En cierto modo, recordaba mucho al Porsche 944 de la época.
También a consecuencia del signo de los tiempos, los motores ganaron en potencia y el RX-7 no pudo evitar ganar también peso, que se elevó por encima de los 1300 kg. Inicialmente, en Europa nos teníamos que conformar con 150 CV, aunque dos versiones posteriores, Turbo y GT, incrementaron la potencia disponible hasta los 180 y 205 CV respectivamente.
El Mazda RX-7 Spirit R
El paso definitivo hacia el segmento de los deportivos de alto rendimiento llegó con la tercera generación lanzada en 1992, que apostaba por un diseño mucho más agresivo y musculoso y que con el paso de los años se hizo muy popular en el mundo del drifting y gracias a su presencia en la saga cinematográfica The Fast and the Furious.
Sus formas redondeadas, sus paragolpes dotados de spoilers o su voluminoso alerón trasero le conferían un carácter inconfundible que combinaba con prestaciones muy superiores a las de su antecesor. Y de entre todos, destacaba la versión Spirit R, que ofrecía 280 CV de potencia y 314 Nm de par sin renunciar al motor rotativo de 1,3 litros de cilindrada que había acompañado al RX-7 desde sus inicios.
Rápido y nervioso
El RX-7 no era un coche fácil de conducir, pues a cambio de ofrecer velocidades punta superiores a los 250 km/h o aceleraciones de 5,2 segundos en la franja de 0 a 100 km/h, exigía experiencia y pericia al conductor. Este japonés de alrededor de 1200 kg, dos turbinas, doble turbo y un silbido inconfundible, ofrecía sensaciones puras al volante, para lo cual no permitía ser conducido con suavidad y prescindía de ayudas a la conducción.
Muestra de su carácter eran sus enormes neumáticos Bridgestone Potenza 245/40 ZR17 detrás y 235/45 ZR17 delante, acompañados con suspensiones endurecidas Bilstein para la versión manual de cinco velocidades y, como no, tracción trasera. Tampoco faltaba un diferencial de deslizamiento limitado o cuatro frenos de disco con cuatro pistones en cada eje y pinzas pintadas en rojo.
La despedida definitiva del Mazda RX-7 llegó en 2002 tras haberse vendido 811.634 unidades y pertenecer de pleno derecho al selecto grupo de la realeza automovilística. Sin duda este modelo destacó por seguir su propio camino en lo mecánico, algo que siempre merece reconocimiento, pero también por ofrecer sensaciones puras de deportivo y prestaciones en consonancia. Uno de los grandes.
CARACTERÍSTICAS GENERALES
Tipo | Deportivo |
Carrocería | coupé de dos puertas y descapotable |
Configuración | Motor rotativo y tracción trasera |
Largo | 4280 mm |
Ancho | 1750 mm |
Altura | 1229 mm |
Distancia entre ejes | 2425 mm |
Transmisión | Manual de cinco velocidades o automática de 4 velocidades |
Frenos | Delanteros y traseros de disco ventilados (280 mm) |
ESPECIFICACIONES TÉCNICAS
RX-7 I | RX-7 II | RX-7 Spirit R | |
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Cilindrada | 1146 cm3 | 1308 cm3 | 1308 cm3 |
Potencia máxima | 105 CV a 6000 rpm | 185 CV a 6500 rpm | 280 CV a 6500 rpm |
Par máximo | 144 Nm a 4100 rpm | 245 Nm a 3500 rpm | 314 Nm a 5000 rpm |
Peso | 1060 kg | 1360 kg | 1240 kg |
Velocidad máxima | 205 km/h | 240 km/h | 260 km/h |
Aceleración 0-100 km/h | 8,5 segundos | 6,5 segundos | 5,2 segundos |
Consumo mixto | 11,7 l/100 km | 13 l/100 km | - |
Fotos: Wheelsage.org