Coches RarunosPangolina 444 GT, el Lamborghini soviético
Alexander Kulygin pensó que en la Unión Soviética también se podían hacer grandes deportivos como en Occidente ¿Construir algo parecido a un Lamborghini Countach pero con motor Lada era una locura? Quizá sí, pero su talento e imaginación acabaron creando uno de los deportivos soviéticos más icónicos.
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Publicado: 22/03/2020 10:00
El caso del nuevo coronavirus que está atacando de manera dramática a toda la humanidad ha hecho saltar a la fama un pequeño mamífero con escamas prácticamente desconocido: el pangolín. Fue una de las palabras de moda en la pandemia porque algunas teorías apuntan a que el COVID-19 había pasado de murciélagos a personas a través de un pangolín, una especie que se consumen Asia sin ningún tipo de control sanitario en mercados como los de Wuhan.
Conectando este mamífero con el mundo automovilístico, quizá no sabíais que hubo un automóvil que heredó el nombre de este animal. Y no fue un coche cualquiera así que lo descubriremos hoy en Coches Rarunos. Para ello nos trasladamos a la Unión Soviética y viajamos a 1979.
Por aquel entonces, en la URSS pocas familias podían permitirse un coche pero eso no significaba que no hubiera interés en ellos. Todo lo contrario, hubo muchos proyectos de coches artesanales que captaron el interés de la gente. Inmersa en la Guerra Fría, la Unión Soviética no quería saber nada de Occidente y sólo se alineaba con otros países comunistas.
Desde el punto de vista automovilístico eso se notaba en unos coches desfasados en cuanto a diseño y tecnología. Un ingeniero en la ciudad rusa de Ujtá llamado Alexander Kulygin no se conformaba con aquellos anticuados vehículos y quiso ir más allá. Mucho más allá. Puso sus ojos en el Lamborghini Countach con la idea de recrear un coche deportivo que fuera tan inspirador como el italiano pero con el estilo soviético.
La base escogida era un VAZ-2101. Para que te hagas una imagen mental del punto de partida si no estás muy puesto sobre coches rusos de aquella época, sólo diré que aquel modelo de VAZ era una copia bajo licencia del Fiat 124. En España también jugamos esa baza con el SEAT 124. Sí, crear algo parecido a un Lamborghini a partir de un 124: ahora ya vas entendiendo la magnitud de aquel proyecto ¿verdad?
Tardó tres años en construirlo y en 1982 el resultado estaba listo, nacía el Pangolina 444 GT. La carrocería estaba realizada en fibra de vidrio y se asentaba sobre un chasis tubular. Sin duda, el esfuerzo en cuanto a diseño era notable, con unas líneas relativamente modernas que tratando de trasladar una cierta deportividad. Según su creador se parecía al pangolín (echándole mucha imaginación) de ahí el nombre del vehículo.
El ingeniero había recurrido a varias soluciones imaginativas como la fila de cuatro luces frontales retráctiles que estaban ubicadas en la parte central del capó. Cuando no hacía falta iluminar el camino se ocultaban mejorando la aerodinámica del coche. Las ventanillas laterales estaban formadas por tres secciones de cristal. Las llantas de aluminio se hicieron de manera artesanal y encontrar unos neumáticos deportivos fue una tarea complicada pero exitosa.
Su característica más llamativa y espectacular, sin duda, era la forma de introducirse en el interior del habitáculo. El coche carecía de puertas tradicionales y en su lugar se diseñó una cúpula que se elevaba levantando el techo, los laterales y el parabrisas. Por supuesto, todo ese conjunto era muy pesado así que se desarrolló un sistema hidráulico que levantaba la estructura.
El enorme parabrisas del Pangolina daba una óptima visibilidad frontal ya demás el propio Kulygin había desarrollado un brazo para el limpiaparabrisas que lo hacía especialmente eficiente, pudiendo barrer el 95% de la superficie del cristal. Quizá era lo más práctico de aquella enorme cúpula porque el acceso, a pesar de todo, era bastante engorroso.
Prestaciones modestas pero un aspecto llamativo
Debajo del capó, donde uno esperaba encontrar el motor sólo había unos radiadores y la batería. La propia forma de cuña del capó impedía poner en una posición convencional al propulsor así que el motor tuvo que ubicarse justo por detrás del eje delantero, pegado al salpicadero. De hecho, había que levantar el salpicadero para acceder a él. La falta de espacio obligó a realizar varias soluciones imaginativas para adaptar la dirección, el filtro de aire o el tamaño de la culata a las circunstancias. Delante del eje trasero se colocaron dos depósitos de combustible, uno a cada lado.
Como el motor iba colocado en posición central delantera el Pangolina 444 GT podía presumir de ser uno de los pocos coches soviéticos con motor central. El propulsor de 1,2 litros y cuatro cilindros de origen Lada era muy modesto, apenas entregaba 62 CV. Puede no parecer mucho (y no lo era) pero estaba claramente por encima de lo se podía encontrar de manera habitual por las carreteras de la Unión Soviética. De hecho, su peso ligero y la buena aerodinámica permitía a este singular deportivo alcanzar una velocidad máxima de 180 km/h. No estaba mal.
El salpicadero no era nada sofisticado, simplemente se habían aprovechado piezas de modelos convencionales. Más empeño se puso en los dos asientos de este estricto biplaza, inspirados en la aviación y con el respaldo muy alto lo cual hacía que fueran muy confortables. Un elemento llamativo era que no tenía retrovisores pues se había preferido realizar un periscopio que permitía obtener una cierta visibilidad trasera a través de una escotilla en el techo.
Kulygin llevó el coche a Moscú en tren, lo enseñó en varias exposiciones y causó sensación hasta el punto de que se hicieron varios reportajes en periódicos y televisión y salió en alguna que otra película. Incluso visitó la exposición internacional de automóviles Expo-85 en Plovdiv, Bulgaria. Allí donde iba llamaba la atención.
Para viajar al extranjero el Pangolina original tuvo que recibir algunas importantes modificaciones. Hubo que instalar dos luces adicionales, poner espejos retrovisores laterales y cambiar las llantas artesanales por otras convencionales aunque el creador se tomó la licencia de decorarlas con unos tapacubos futuristas. De paso, también se cambió el color de la carrocería a verde oscuro.
Nunca se hizo una segunda unidad. Kulygin lo siguió utilizando con frecuencia hasta que sufrió un accidente contra un camión a mediados de los años 90. La cúpula se dañó así que se decidió reconstruirlo quitando parte del techo aunque para ello hubo que reforzar la parte inferior del coche. Tras la reparación, este Lamborghini ruso ahora con techo targa fue pintado en color rojo tomando la inspiración en Ferrari.
Las últimas actualizaciones lo habían hecho más moderno pero poco a poco iba perdiendo encanto. En el interior se puso un volante que parecía sacado de los descuentos de una tienda de tuning, se tapizó el habitáculo con una combinación de rojo y negro, se añadió un radio CD con subwoofer… No es de extrañar que acabara saliendo en algunos videoclips musicales, del cual pondremos un ejemplo a continuación. El artista, que irónicamente canta que tiene un Ferrari, no ganará un Grammy pero al menos nos sirve para ver algunos detalles del Pangolina en su última evolución.
Alexander Kulygin fue fichado a finales de los años 80 por el fabricante de automóviles ruso AZLK y allí permaneció hasta mediados de la década de 1990. Después emigró a Estados Unidos y abrió su propio negocio de desarrollo, fabricación y venta de kits de automóviles sobre la base del Pontiac Fiero. Murió en 2004 en un accidente de tráfico camino al trabajo. Su legado fue el Pangolin 444 GT y sigue siendo uno de los coches soviéticos más icónicos y geniales de la historia.
Fuente: Yaplakal, Bashny, Yandex