París, Francia ¿Principio y final del diésel?
La ciudad de la luz está en guerra con los diésel. Desde hace un tiempo viene planteando una serie de restricciones al empleo de este carburante. Ahora, la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, plantea una restricción total para los coches diésel en el 2020. A partir de entonces no podrán entrar en la ciudad.
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Publicado: 09/12/2014 10:51
Anne Hidalgo, alcaldesa de París ha anunciado que quiere anular la contaminación de las partículas diésel en las calles de su ciudad. Ha planteado una propuesta al consistorio local, que de aprobarse impedirá que cualquier vehículo diésel circule por París. Es una medida cuanto menos controvertida, ya que en la actualidad hay una mayor cantidad de coches que emplean este carburante.
Para apoyar esta medida la señora Hidalgo ha dado sus propias cifras que avalan la viabilidad del proyecto. Argumenta que en la actualidad el 60% de los habitantes de París carece de coche propio, frente al 40% de principios de siglo. Además, apoyada en varias encuestas públicas, advierte que un 54% de la población parisina, que supera los 2 millones, estaría a favor de dicha medida.
La Unión Europea fija un umbral con contaminación de 50 microgramos de partículas PM10 por metro cúbico. Según Airparif, el observatorio de la calidad del aire en la región de Ile-de-France, 3 millones de residentes en París, y las zonas circundantes, están expuestos a un alto grado de contaminación, ya que entre 32 y 130 días del año pasado, dicha zona superó los niveles recomendables por la UE, llegando a cifras escandalosas de 180 microgramos.
En la actualidad ya se han tomado medidas. Como recordaréis en la primavera de este año se aprobó un decreto por el cual, en los días de alta contaminación se iba a producir a una restricción del tráfico. El plan era que los conductores sólo podrían circular los días alternos, y siempre en función de si su placa de matrícula era par o impar. De no hacer caso a esta regulación se verían comprometidos al pago de una multa de 22 euros.
En España la situación no es tan grave como en Francia. En nuestro caso las ciudades más congestionadas, Madrid, Barcelona y Palma de Mallorca, todavía no se encuentran a la altura de París, aunque están siendo observadas por la UE. Ante estas previsiones los gobiernos locales ya están tomando las medidas oportunas para paliar las consecuencias de la contaminación y del elevado tráfico urbano.
Madrid, por ejemplo, a partir del año que viene limitará el tráfico rodado por el centro de la ciudad. Una zona muy amplia de la capital española estará prohibida a los coches. Sólo los taxis, los autobuses urbanos y las motocicletas, a ciertas horas, tendrán permitido el paso, siempre claro está sin tener en cuenta a los residentes de dichas zonas que serán libres de circular.
Las legislaciones europeas de gases contaminantes son muy restrictivas. Apoyado en un informe de la OMS sobre lo perjudicial de las partículas diésel, los legisladores europeos han obligado a descender el número de partículas contaminantes de las ciudades, que de no llegar a completarse se verán penalizados con unas multas muy fuertes a dichos consistorios.
¿Por qué el diésel, ha llegado al final de su vida comercial?
Resulta irónico ver que los franceses han iniciado una guerra contra el diésel. Hace años eran ellos los que vendían los beneficios de este combustible por medio mundo, acordaros del "diésel el gustazo". Las marcas francesas eran los paladines de la batalla contra la gasolina. No hace mucho de esto, apenas 15-20 años, de ahí que la situación no deje de tener su punto cómico.
Sí que es cierto que los diésel presentan ventajas frente a los gasolina en varios aspectos. Hace años un coche de gasoil era capaz de reducir los consumos de forma más que significativa frente a las cifras de un gasolina. Sin embargo la evolución de los motores, de la incursión de sistemas de ahorro de carburante y la mejora de la eficiencia han hecho que esa brecha consumista se haya reducido notablemente.
El problema del diésel es que a pesar de ser más eficiente y durar más, tiene el inconveniente de que sus partículas son más contaminantes, más perjudiciales para los seres vivos. Uno de los mayores problemas a los que nos enfrentamos es a la presencia del ozono a baja altitud, ya que este se forma por la alta concentración de óxidos de nitrógeno (NOx), monóxido de carbono (CO) y los rayos solares. El ozono, O3, a elevada altitud es vital para protegernos de los rayos solares, pero a baja altitud es letal.
Sinceramente entiendo las medidas tomadas, es por un beneficio general, mejorando nuestra calidad de vida. Sin embargo estas medidas plantean dudas a los consumidores. ¿Qué pasará cuando llegue 2020 y un ciudadano de París se encuentre con su coche diésel de 6-7 años? ¿Subirá aún más el precio de la gasolina? ¿Los turistas que se desplacen a la ciudad que deberán hacer? ¿Y los trabajadores de otras ciudades?
La situación se está volviendo insostenible, el fomento del diésel hace 15-20 años ha provocado la situación actual
No cabe duda que estamos ante el ocaso del diésel, posiblemente en los próximos años las legislaciones y las fuertes restricciones al consumo harán que la mayoría de clientes se decante por otros combustibles u otros sistemas de movilidad. Está muy bien que las autoridades locales, provinciales, estatales y europeas velen por nuestra salud, pero también es hora que ellos emprendan la lucha invirtiendo en investigación y desarrollo, por qué no es consecuente limitar el uso de nuestros coches sin poner alguna medida a ello.
Sí, hay ayudas para la compra de vehículos ecológicos, pero resultan tan insignificantes que no sirven de nada. Mientras tanto, no se hace más que anunciar gravámenes y más impuestos a los carburantes, esos mismos líquidos dorados con los que ellos se lucran. ¿Quieren que cambiemos nuestros coches por otros más respetuosos con el medio ambiente? Bien, no hay problema, encantados, pero ayuden de verdad, no anuncien medidas drásticas y después se laven las manos con las soluciones, es una medida populista que no beneficia a nada ni a nadie.