¿Por qué ya no hay coches baratos? La Unión Europea tiene la culpa
Los precios de los coches siguen subiendo sin encontrar techo, extinguiéndose la posibilidad de encontrar modelos asequibles. En parte, la responsabilidad es de la Unión Europea por adoptar unas normativas que exponen a muchas familias a una barrera económica insalvable.
12 min. lectura
Publicado: 18/10/2024 09:00
Si estás buscando un coche nuevo seguramente ya te habrás dado cuenta. ¡Qué caro está todo! El gran aumento de los precios de los automóviles es evidente para todos pero es que incluso los modelos más básicos parecen estar fuera del alcance para muchos. Los coches baratos han desaparecido de los concesionarios. ¿Qué ha sucedido?
En realidad, no hace tantos años había una oferta clara de vehículos nuevos que cumplían con una premisa esencial: ser asequibles. Los conductores que buscaban un coche sin demasiadas florituras, pero funcional y fiable, podían encontrar opciones de precio contenido. Hoy, está claro que esa realidad ha cambiado drásticamente.
Aunque hay varias razones detrás de esta tendencia, para mí uno de los principales culpables es la Unión Europea y sus estrictas normativas ambientales y tecnológicas que han transformado por completo el panorama automovilístico del Viejo Continente. Para bien y para mal.
¿Un futuro más sostenible pero menos accesible?
Empiezo por el tema de emisiones, el más evidente. Las políticas ambientales de la Unión Europea, enfocadas en la reducción de emisiones contaminantes y promover un transporte más limpio y sostenible, tienen como objetivo un planeta más limpio y un transporte más sostenible.
Estas regulaciones parecen ser un paso positivo hacia un futuro mejor, no te lo niego, pero hay una consecuencia directa que no siempre se menciona: los precios de los coches nuevos han aumentado considerablemente como resultado de estas normativas. Sencillamente porque antes era posible comprar un coche con un motor sencillo y fiable a un precio razonable. Hoy, ese tipo de vehículo prácticamente ha desaparecido, ya que para cumplir con las normativas europeas incluso los coches más básicos se encarecen al verse forzados a añadir complejidad técnica y novedades tecnológicas.
Bajo el nuevo esquema regulatorio con cada vez más estrictos límites de emisiones de CO₂, los fabricantes han tenido que rediseñar sus motores de combustión interna, añadiendo tecnologías como filtros de partículas o complejos sistemas de electrificación. En otros casos han tendido que descartarlos directamente, pasando a utilizar un sistema de propulsión 100% eléctrico. Los vehículos son más caros de producir y eso debe tener su reflejo en las tarifas que paga el consumidor.
Uno de los mecanismos que me parecen más controvertidos es la imposición de multas a los fabricantes que exceden los límites de emisiones de CO₂ establecidos. Esta medida que ha implementado la Unión Europea busca incentivar a los fabricantes a desarrollar tecnologías más limpias pero la realidad es que, para sorpresa de nadie, los costes de estas sanciones millonarias se trasladan directamente al consumidor. El castigo para los fabricantes también lo es para el consumidor.
En muchos eventos con las marcas a los que asisto sale este tema de las sanciones y los responsables de las marcas evidencian que nos les queda más remedio que vender menos modelos de combustión. Pero lo que no van a hacer es perder dinero: en general suben el precio de los modelos de combustión de manera que compensen las multas por venderlo. Cuanto más cueste menos se venderá pero seguirá siendo igual de rentable.
Te pongo un ejemplo. El coche «low cost» por excelencia es el Dacia Sandero, líder de ventas en España en el canal de particulares desde hace bastante tiempo. El Sandero es uno de los pocos modelos que aún se consideran relativamente asequibles pero ha visto cómo su precio base ha aumentado considerablemente, superando los 13.000 euros en su versión más básica, cuando hace apenas cinco años podía conseguirse por menos de 8.000 euros.
Es un incremento enorme y no ha sido el único. Lo mismo ha sucedido con otros modelos tradicionales de bajo coste como el Fiat Panda o el KIA Picanto. Ambos también tenían versiones de menos de 8.000 euros antes de que se endurecieran las normas de emisiones y hoy en día los dos rondan los 15.000 euros en su versión de acceso. Casi el doble en cinco años por la necesidad de cumplir con las normativas europeas sobre emisiones, seguridad y tecnología. Por cierto, te aviso que en 2025 se viene otra buena subida de precios con el endurecimiento de las multas a los fabricantes.
Como el tema de emisiones no afecta a los eléctricos quizá podríamos pensar que ahí sí que encontraremos coches asequibles. Te anticipo que los vehículos eléctricos tampoco se salvan. Se han fijado plazos en Europa para que los fabricantes dejen de vender coches con motores de combustión y el enfoque está claramente puesto en el desarrollo de vehículos eléctricos. Esta transformación conlleva un coste y además abría la puerta a un nuevo competidor: China.
La masiva llegada de modelos eléctricos chinos prendía la llama de la esperanza de ver coches nuevos 100% eléctricos que fueran baratos. Una vez más, la Unión Europea se ha movido con rapidez para frenar la existencia de coches asequibles, introduciendo aranceles que suben considerablemente el precio de estos vehículos. En teoría se quiere proteger a la industria automovilística europea pero en la práctica quien sale perjudicado es el comprador. Gracias, Europa.
Por otra parte no me deja de resultar irónico que las políticas europeas obligan a la transición eléctrica cuanto antes mejor pero al mismo tiempo impiden que haya coches eléctricos asequibles dificultando una adopción masiva del coche eléctrico. ¿Eléctricos sí pero no para todos?
La desaparición de los coches baratos… en Europa
Hay otras medidas de la Unión Europea que provocan la extinción del coche barato como la incorporación obligatoria de nuevas tecnologías de ayuda a la conducción para los coches nuevos. Imponer el asistente de velocidad inteligente, la alerta de cambio involuntario de carril o el sistema de frenado de emergencia mejora la seguridad vial y reduce los accidentes.
Es totalmente deseable, claro está, pero una vez más el aumento del coste de producción de los coches nuevos de gama económica es indudable. En las gamas medias y altas ya era frecuente contar con estos sistemas pero en los modelos básicos implica un aumento de equipamiento y, por tanto, una subida de precio. Entre unas cosas y otras muchas familias se enfrenten a una barrera económica insalvable y nadie desde Bruselas parece que se esté preocupando por esto.
De poco sirve que los coches nuevos sean cada vez más sostenibles si buena parte de los consumidores no pueden acceder a ellos
Sí, reconozco que el encarecimiento de los automóviles no es un fenómeno exclusivo de Europa. Pero es en nuestro continente donde más se ha sentido el impacto de las normativas medioambientales y de seguridad que van imponiendo los organismos oficiales. Si comparamos los precios de un mismo modelo de coche en Europa, Estados Unidos y China las diferencias son notables pero el resultado siempre es el mismo: es en los concesionarios europeos donde son más costosos, en parte por la mayor presión regulatoria.
Fíjate, un Ford Kuga o un Honda Civic cuestan 22.000 euros en China, 25.000 euros en Estados Unidos pero suben hasta los 33.000 euros en España. Hay muchos casos especialmente sangrantes, por ejemplo, un Toyota Corolla Cross cuesta 17.000 euros en China, 22.000 euros en Estados Unidos y la nada despreciable cifra de 38.000 euros en España. Da igual qué modelos compares, en Europa siempre es más caro.
Las normativas de la Unión Europea son un arma de doble filo
Con normativas que afectan tanto a los modelos de combustión como a los eléctricos, parece evidente que el impacto directo de todas estas políticas en el precio de los coches nuevos ha creado una barrera para muchos conductores que simplemente no pueden permitirse un coche nuevo en la actualidad. Los coches baratos, tanto eléctricos como de combustión, están desapareciendo del mercado y eso no es una buena noticia.
Como consecuencia, los consumidores que no pueden permitirse un coche nuevo se ven empujados a adquirir vehículos de segunda mano o a alargar la vida útil de sus coches antiguos. Las cifras evidencian que el envejecimiento del parque automovilístico es un hecho y avanza a pasos agigantados provocando el efecto contrario al deseado en términos de sostenibilidad y seguridad.
Las normativas europeas han logrado avances importantes en la seguridad vial y la adopción de la movilidad eléctrica pero también han contribuido al encarecimiento de los coches, dejando fuera de la ecuación a muchos conductores. El mercado necesita una solución que permita a las familias seguir accediendo a vehículos nuevos a precios asequibles sin comprometer los objetivos medioambientales o de seguridad. El desafío es encontrar un equilibrio.