Project Charge, los planes de Jaguar Land Rover para seguir avanzando
El Grupo Tata acaba de presentar sus cuentas del segundo trimestre del año fiscal (julio a septiembre de 2018). Tanto la matriz como Jaguar Land Rover han perdido dinero, por lo que se han anunciado medidas para salvar la situación: Project Charge.
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Publicado: 31/10/2018 21:30
Las cuentas no están saliendo para Tata Motors (matriz de Jaguar y Land Rover), que ha perdido en el último trimestre 10.490 millones de rupias, al cambio 125,135 millones de euros. Compárese con las ganancias de 296,117 millones euros al cambio en el Q2 -mismo periodo- de 2017. Parte del impacto se debe a Jaguar Land Rover.
El conglomerado británico ha anunciado unas pérdidas de 101 millones de libras -casi 114 millones de euros- antes de considerar intereses, tasas, depreciaciones y amortizaciones (EBITDA para los amigos). Se explica fácilmente por la caída de las ventas un 13,2 % hasta un volumen de casi 130.000 unidades.
Las causas son varias. El frenazo del mercado europeo (Brexit, ciclo WLTP y crisis diésel) se ha sumado al desplome del mercado chino, a pesar de que han bajado los aranceles de importación de los vehículos europeos -y sus recambios- al país asiático de un 25 a un 15 %. El fabricante se mueve en aguas turbulentas.
El plan táctico anunciado, Project Charge, tiene una duración prevista de año y medio. Tata Motors pretende mejorar el flujo de caja de Jaguar Land Rover en 2.500 millones de libras para el año fiscal 2020 (FY 2020). Además, se espera que las ventas del I-PACE mejoren la situación, así como las del nuevo Defender cuando se ponga a la venta.
A largo plazo Jaguar Land Rover aumentará su catálogo de coches y se replanteará sus inversiones para tener un crecimiento sostenido a largo plazo. Sabemos que en 2020 cada modelo podrá elegir a una versión enchufable, ya sea híbrida o completamente eléctrica. Además del nuevo Defender, se presentarán dos modelos completamente nuevos.
En 2024 Jaguar Land Rover contará con 16 modelos diferentes (nameplates)
En el cronograma que aparece en la presentación que se ha mostrado a los accionistas no se entra en detalles para el periodo 2019-2024, y para el año 2018 solo sale como novedad el totalmente eléctrico I-PACE. Lo que sí sabemos es que habrá una convergencia de plataformas, tal y como os explicamos previamente, para reducir los costes y deshacerse de lo que queda del legado de Ford.
A lo largo de la próxima década, Jaguar Land Rover solo ofrecerá versiones de gasolina con hibridación ligera (ICE & MHEV), híbridos enchufables (PHEV) y eléctricos puros (BEV). Los motores diésel no tendrán reemplazo generacional, aunque ahora supongan casi la mitad de las ventas.
También va a incrementarse la apuesta en China con el quinto modelo de fabricación local con la existente joint-venture, por la que el SUV E-PACE se hará allí y tendrá un precio más competitivo respecto a sus rivales. Este modelo se está llevando en Europa ventas que antes se lograban con otros Jaguar, dentro de la tónica del fenómeno SUV.
A corto plazo el Project Charge incluye ahorros en compras y materias primas, procesos de fabricación, logística, factor humano... Eso nos recuerda a los días de paros anunciados para las plantas británicas debido a una menor demanda de vehículos, además de numerosos despidos de personal contratado temporalmente.
En realidad el Project Charge empezó a funcionar a nivel práctico hace seis semanas, en las cuales se han ahorrado 300 millones de libras y están desarrollándose 500 ideas para reducir los gastos y aumentar la rentabilidad. Cuando acabe el año fiscal (31 de marzo de 2019) se esperan superar las pérdidas.
El siguiente año fiscal (FY 2019) será bastante más complicado porque ya se notarán los efectos prácticos del "Brexit" ya consumado -a menos que los políticos británicos frenen por completo el camino a ninguna parte que es separarse de la UE-. Dentro de lo posible, Jaguar Land Rover también se prepara para dicho impacto.
El fabricante considera que la situación mundial es cíclica y se están notando los efectos de la incertidumbre económica que suponen las tensiones comerciales con Estados Unidos -desde que llegó al poder Donald Trump-, la presión regulatoria sobre la industria del automóvil y la decadencia de los diésel. No queda otra que adaptarse a dicho escenario.