Race for Glory, Audi vs. Lancia: oportunidad perdida
Las películas sobre automovilismo están aumentando desde el lanzamiento de Ford vs Ferrari en 2019, con largometrajes y documentales cada vez más frecuentes. En esa línea, pero algo especial, se encuadra Race for Glory: Audi vs. Lancia.
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Publicado: 14/01/2024 12:00
Porque la película de hora y media, rodada en 2022, se centra en la temporada 1983 del mundial de rally, la segunda del legendario Grupo B del campeonato, y no en competiciones de circuito como viene siendo habitual. Un año definido como especial dada la intensa rivalidad entre Audi y su Quattro A1, evolucionado a A2 durante el año, y Lancia con el 037 que ya había debutado a finales de 1982.
De hecho, Lancia volvía al campeonato tras ganar con el Stratos tres mundiales de 1974 a 1976, pero Fiat, de la que dependía, decidió apostar por el 131. La llegada de la normativa del Grupo B hizo que, por un lado Audi –porque se autorizaban las cuatro ruedas motrices- y Lancia por interés comercial, participaran. La película comienza precisamente ahí, en 1983, narrando brevemente que en 1982 Audi ganó el campeonato de constructores, aunque sin mencionar que Walther Röhrl lograba el de pilotos con el Opel Ascona, superando a Michèle Mouton con el Audi.
La diferencia de concepto entre ambos modelos queda reflejado correctamente en la película, al explicar que el Lancia contaba con tracción trasera frente a la integral de Audi, pero a su favor con un peso mucho menor y motor central, lo que lo hacía más ágil, especialmente en asfalto. Ahora bien, querer decirnos que el nombre de 037 se debe a un supuesto tiempo marcado por Rörhl en una prueba en Balocco –bonito detalle el rodar en el famoso circuito de pruebas-, y no a que ese era el número de proyecto de Abarth –la verdadera creadora del coche a la que ni se menciona- resulta molesto. Igual que parece que el 037 surja en 1983 precipitadamente, cuando el proyecto se inició en 1980.
La temporada 1983 fue vibrante en el plano de constructores, que es donde se enfoca el film, pero no tanto en el de pilotos, ya que Rörhl y Alén no participaron en todas las pruebas para Lancia, mientras que Hannu Mikkola hizo el año entero, lo que le dio más facilidades para hacerse con el título. En ese sentido, la película disminuye la importancia del título de pilotos, que Mikkola parece no apreciar ganar al final de la película. Claro, que tampoco lo ganó formalmente en el San Remo, donde sí que se decidió el de constructores.
Una película sobre coches no es sencilla de ejecutar, especialmente en las escenas de acción con los coches a alta velocidad. Grand Prix o Le Mans contaron en buena medida con imágenes reales, algo que Race for Glory no hace. O hace parcialmente, porque puntualmente sí que usa imágenes reales de la temporada. Pero las grabaciones específicas para el film carecen de visceralidad y velocidad. Movimientos de cámara rápidos e incluso secuencias aceleradas, pretenden imprimir velocidad pero sólo trasladan pobreza estética. En eso, películas recientes como Rush o Ford vs Ferrari logran mucho más realismo.
Es de agradecer, eso sí, la presencia de los coches reales. Es uno de los puntos fuertes de la película, porque ver y escuchar al 037 y al Quattro es siempre un placer, aunque no transmitan las sensaciones que dieron en su momento. Pero es que la película en sí no consigue transmitir emoción alguna, con un argumento plano y carente de dinamismo. Para ser una película de coches, y sobre los rally además, que son especialmente dramáticos, resulta tranquila, sin la tensión que implica el deporte.
Se notan detalles de película de presupuesto limitado, de la que sin embargo han sacado un partido decente, con una correcta fotografía y un buen sonido. Pero no hay una trama que lleve a un verdadero nudo que desemboque en el desenlace, porque al contrario que en Rush, por ejemplo, el espectador ignorante de los hechos no sabe nunca cómo está la lucha por el título. O como en el caso de Ford vs. Ferrari, no se percibe una lucha feroz entre las dos marcas.
De hecho, apenas hay momentos de confrontación. El único real, tras la queja de Audi por el asunto de la sal, los agentes de la autoridad y toda aquella pícara genialidad de Fiorio en Montecarlo para ganar. Fuera de eso, sólo las frases aisladas de Fiorio respecto a cómo distinguir vinagre de vino alemán, o Gumpert llamando ‘comefideos’ a los italianos -algo que nos lleva casi más al carácter del Lauda de Brühl que a Gumpert- dan verdadera sensación de rivalidad.
La película en realidad gira sobre Cesare Fiorio y Lancia, interpretado por Riccardo Scamarcio, un actor notable en Italia y con excursiones internacionales solventes, como en la segunda película de John Wick. Es además productor y coguionista del film. Su papel resulta creíble en la personalidad de Fiorio, si bien acaba resultando plano que su único motivo vital sea ganar. En cualquier momento se apresura a manifestarlo, algo que cualquier espectador de una película sobre deportes intuye: la voluntad de ganar de los intervinientes.
Cuenta con Daniel Brühl, que como hemos dicho hizo de Niki Lauda en Rush, y cuya carrera cuenta con otras grandes interpretaciones como en Malditos Bastardos. Sin embargo, su papel aquí es gris, y no precisamente por la nacionalidad de su personaje. Simplemente, Gumpert no tiene nada que lo caracterice salvo la persecución de la perfección, un cliché tan alemán como la pasión de los italianos.
En general, los personajes no tienen espesor ni personalidad. La doctora del equipo Lancia, Jane McCoy (Katie Clarkson-Hill) no se sabe ni por qué aparece en escena, luego sabemos que es la hija de un supuesto piloto fallecido veinte años atrás, y tras manifestar no querer unirse a Lancia, de repente se une como nutricionista y doctora. Al menos se evita el típico romance, que parece estar a punto de suceder con ella, o también con la pareja de Gumpert al inicio de la película. En el caso de Walter Rörhl (Volker Bruch) aparece más como un excéntrico apicultor capaz de pararse en mitad de un enlace de un rally para discutir el cultivo apícola con un griego, desinteresado en la victoria, y plano en sentimientos, que el tremendo piloto que fue el alemán. Eso sí, hay que reconocer que da el parecido físico mejor que los demás.
El resto de pilotos ni siquiera tienen importancia, como Hannu Mikkola o Marku Alén, o Michèle Mouton, cuya única virtud es salvar a Mikkola en un enlace. Llamativo que no se haya potenciado el personaje de Mouton como piloto subcampeona del mundo, aunque es cierto que 1983 no fue precisamente un gran año para la francesa. Y luego tenemos al invento de Udo Kurt y su accidente, que en realidad anticipa en el tiempo a Toivonen en Lancia, en quien se inspira claramente, pese a que esa temporada el finlandés militaba en Opel. Marca, por cierto, que apenas aparece, como tampoco Toyota, obviando las sendas victorias de ambas. Comprensible, pues se trata de Audi vs. Lancia, pero falta variedad en la escena.
¿Cómo en una película sobre carreras puede fallar el ritmo? Por ejemplo, el momento de la fiesta en Montecarlo sólo tiene interés por el delicioso guiño de la aparición de Cesare Fiorio. Pero por lo demás, sobra en la trama, salvo que se quiera infundir un falso glamour al film. Para transmitir dramatismo, no podía faltar la típica escena de accidente grave, que en realidad recrea los accidentes de Bettega en 1985 y sobre todo de Toivonen en 1986 –aunque este sería con el Delta S4-.
Por supuesto, para incrementar la sensación de presión, cada poco tiempo hay llamadas de Giovanni Agnelli, o mensajes, sobre la necesidad de Fiat de que Lancia gane. Pero no hay una verdadera Espada de Damocles sobre un proyecto que se había iniciado años atrás. Al menos la película acaba con un mensaje claro: «Esta película no puede considerarse una descripción fiel de los hechos».
Y efectivamente el título se decidió en San Remo con la quinta victoria del 037, pero no en el último tramo de forma tan épica. Licencias para tratar de aumentar una emoción carente en todo el metraje, por desgracia. Mikkola abandonó en la tercera etapa. Es cierto que Blomqvist, que seguía presionando, abandonó en la última especial, pero el rally ya estaba prácticamente decidido para Alén, sin que Rörhl le dejara ganar.
La película tiene cosas positivas. Una de ellas es el uso de distintos idiomas en la versión original, lo que dota del carácter cosmopolita del mundo del motor a la película. Se habla en italiano, francés, alemán e inglés, tal y como ocurre en la realidad. También las ambientaciones son bastante cuidadas, el vestuario y las localizaciones, así como los coches utilizados, apareciendo incluso el prototipo del 037. Las imágenes de carreras no incurren en efectos sonoros o visuales ridículos o clamorosos efectos digitales para tratar de imprimir velocidad –salvo los ya dichos-, aunque no son escenas que vayan a pasar a la historia del cine por su veracidad.
Por supuesto, lo que hace una película así es despertar una gran dosis de nostalgia. Por Lancia y Audi, aunque sobre todo por la primera. La firma turinesa fue la reina de los rally, lo que hace que su estado actual sea tan penoso para los aficionados. Nostalgia por los rally de antaño, con toda esa pizca de locura tan maravillosa, cuando ahora la categoría vive una nueva época de incertidumbre. Y es también bonito que se ensalce una figura como Fiorio, tan masacrado tras su paso por Ferrari, recordando que fue un tremendo y exitoso director deportivo.
Pero la película no pasará al recuerdo como un buen metraje, sino como una oportunidad perdida de llevar al cine una gran historia de ingeniería, competición y personalidades de fuertes contornos. De relatar al último dos ruedas motrices que ha ganado un mundial de rally, como es el 037. La película se ha estrenado en Estados Unidos y Canadá, mientras que en Italia se estrenará el 14 de marzo, sin que en España haya todavía fecha para su lanzamiento. Quedará, a lo sumo, como una película de culto para los aficionados más acérrimos del rally y su maravilloso Grupo B.