Radares, velocidad máxima y el auge de los SUV

¿Qué fue primero, el huevo (oferta) o la gallina (demanda)? Dicho de otra forma, ¿vino primero la demanda de los SUV, o fue la oferta de SUV la que propició la demanda? Analizamos los fenómenos detrás del auge de los SUV.

9 min. lectura

Publicado: 29/01/2017 18:00

Sin duda resulta digno de estudio el porqué de esos coches y el porqué de su gran popularidad. Lejos de haber tocado techo, siguen creciendo en porcentaje respecto a las ventas de modelos nuevos, y cada vez hay más en las carreteras. Son el coche de moda, y para gente de muy variada condición social, económica o de gustos automovilísticos.

Podemos elaborar muchas teorías de por qué son cada vez más populares. Puede que sera por su elevada polivalencia: combinan un diseño más chulo que un monovolumen con más espacio que una berlina/compacto, más cercanos a la economía de un coche convencional y con un mínimo de habilidades fuera de carretera sin las inconveniencias de un 4x4 tradicional. Dependiendo del modelo, se cumple con mayor o menor acierto lo enumerado.

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Sin embargo, tengo una teoría que puede explicar parte de su auge, y es que la forma de conducir ha cambiado mucho en pocos años. Basta con comprender las sensaciones que daban los coches hace dos o tres décadas comparados con los actuales. No había tanto aislamiento, todo se sentía más, la dirección asistida o los frenos antibloqueo no estaban en cualquier modelo. Era una conducción más de sensaciones.

Progresivamente los coches se han ido domesticando más y haciéndose más aburridos. Transmiten menos. Son más silenciosos, más confortables, pisan con más confianza... dan a los ocupantes una mayor sensación de seguridad, especialmente los modelos con un puesto de conducción más alto.

Bueno, habría que matizar que una postura más alta no es más segura, es percibida como más segura, porque aísla aún más al conductor de la máquina que conduce y el asfalto que pisa. Tradicionalmente, salvo las furgonetas, los coches han ido más pegados al suelo y los culos de sus conductores también.

Desde los primeros años de este siglo, la vigilancia de las autoridades de la velocidad se ha ido incrementando gracias al auge de los cinemómetros y a su mayor disponibilidad por abaratamiento de la tecnología. La primera multa de un radar en España se puso en los años 70, pero durante mucho tiempo no se tenía tanto miedo a estos aparatos. En los países de nuestro entorno el fenómeno ha sido similar.

Fue a lo largo de la década pasada cuando más se notó un cambio de actitud de los conductores respecto a la velocidad. Cada día que pasaba era más y más difícil ver a un conductor rodando realmente deprisa con tráfico, y ahora a veces hay que tirar de memoria para recordar cuándo hemos visto a alguien ir muy rápido (excluyendo episodios de telediario). Cuando nadie les ve, hay quien pisa fuerte el pedal, pero pasan más desapercibidos.

Correr no es solamente que esté mal visto, es que es sancionable con mucha más eficacia. Si no es un radar fijo, puede ser un cono con trípode en una cuneta, o un helicóptero Pegasus. La velocidad media de los conductores españoles no hace sino retroceder, sobre todo en nuestro país. Ver a alguien que no respeta esa norma cuesta cada vez más. Por encima de los 150 km/h se pierden puntos, y por encima de 200 km/h se estrenan antecedentes penales.

En ese contexto de velocidad tan proscrita, los modelos de ventas generalistas con mayores prestaciones y de más sensaciones están empezando a desaparecer progresivamente. Sí, se siguen vendiendo deportivos, pero en un número menguante, y si nos salimos de las marcas de alta gama, la oferta es muy escasa. Es como si, generalmente, la mayoría de la gente quisiese circular tranquilamente, más cercanos a los límites legales. Esto, ojo, no es nada intrínsicamente malo, ¡es lo deseable!

He realizado una pequeña encuesta vía Twitter, de muy poca relevancia estadística por el tamaño de la muestra, pero me parece interesante el hecho de que solo una minoría considera que la persecución de la velocidad está relacionada con el auge de los SUV. Tengamos en cuenta que estos coches, por su dinámica, no son los mejores para conducir rápido. Tienden a subvirar, y de no ser por los neumáticos que se hacen ahora, sería muy fácil que volcasen o perdiesen el control.

Pero en los ojos de alguien que conduce mucho y a diario, observo que el conductor típico de un SUV no es que respete los límites de velocidad, es que en muchas ocasiones hasta estorba a la circulación. Sus asientos elevados les proporcionan mejor visibilidad de su capó, pero tienen el mismo alcance espacial que los demás. Por otro lado, su centro de gravedad es más alto e incitan a una marcha más tranquila. Son coches ideales para quien no le gusta conducir o le da miedo hacerlo.

En algunos modelos probados por Motor.es, como es el caso del Lexus NX 300h, comprobamos cómo el durísimo tarado de suspensión lograba mantener el coche en trayectoria, a costa de hacerlo más incómodo. Y es que los SUV necesitan suspensiones firmes si no quieren alardear de un comportamiento de peor calidad que un compacto o berlina equivalente, porque la física es la física y sus leyes son inalterables: más altura y peso, peor comportamiento.

También podemos postular que los SUV tienen el éxito que tienen porque no parecen "coches de padre", o porque la mayoría de la población tiene problemas de espalda, o porque la inundación de resaltos urbanos -en muchas ocasiones ilegales por no cumplir la normativa- hacen cada día menos prácticos los coches normales. Y por lo de subir los bordillos, por supuesto.

Cierto es que los SUV son un poco más lentos que los modelos convencionales de los que derivan, pero siguen siendo capaces de lograr altas velocidades. Incluso hay modelos que, en muy buenas manos, pueden hacer tiempos aceptables en circuito si el piloto les hace girar poco. Pero suelen decepcionar en conducción deportiva, es lo que hay, pero tampoco es un valor muy en boga en nuestros días.

Como conductores, los dueños de los SUV están prefiriendo el confort (cosa que no siempre consiguen) y la percepción psicológica de seguridad frente a otros valores, como el tacto de conducción o la sensación de dominio de la máquina. Los números no me dan la razón, pero veo una relación profunda entre ambas cosas. Quizá debería enfocar mi estudio de otra forma...

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