Coches RarunosRumen 4 Stroke, la ilusión de un genio testarudo
El Rumen 4 Stroke se presentó en el Salón de Frankfurt de 2005 con la intención de romper esquemas. Un automóvil totalmente excepcional como lo fue la vida de su creador, el inventor búlgaro Roumen Antonov. Ésta es su apasionante historia.
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Publicado: 12/09/2015 09:00
La lista de grandes inventores en Bulgaria es reducida, pero Roumen Antonov está en ella con todo merecimiento y su historia es digna de ser contada. Nacido en 1944 en Sofía, el polifacético inventor siempre estuvo compartiendo su tiempo en el campo de la medicina y sus proyectos automovilísticos y la medicina. No en vano se graduó en Física Nuclear pero siempre tuvo un ojo puesto en el mundo del automóvil, su gran pasión, lo que le llevó a estudiar ingeniería y diseño.
Antonov realizó muchos ensayos en la búsqueda de una cura para la aterosclerosis y al mismo tiempo fue desarrollando una serie de innovaciones mecánicas para transmisiones, campo en el que Roumen Antonov es considerado toda una referencia. También creó un llamativo automóvil, el Rumen 4 Stroke, que protagoniza la entrega de hoy de Coches Rarunos. Pero antes hay que conocer bien a su creador puesto que los inicios en su país natal no fueron nada fáciles.
Poco se podía hacer en una época en la que Bulgaria se encontraba tras el Telón de Acero, aislada y con restricciones de todo tipo. “En aquellos días (1963-64) no había muchas empresas que fabricaran coches tras el Telón de Acero. Los anticuados Moskvich eran lo habitual. En Bulgaria ni siquiera habíamos visto un coche automático. Así que, cuando empecé a investigar los automáticos comencé con fantasías en lugar de información que pudiera comprobar”, explicaba el propio inventor búlgaro.
Aunque con pocos medios, el joven Antonov creó un nuevo tipo de cambio para automóviles, más eficiente que los existentes hasta el momento. Tras la investigación le llevó seis meses para convencerse de que era el primero en tener esa idea. Era una gran innovación mundial y era suya así que presentó una solicitud de patente. No fue aceptada.
“Nadie en Bulgaria entendía qué era exactamente lo que estaba diciendo. Existía la sensación de que la cultura y la educación no eran suficientes en el campo de la automoción”. La frustración se apoderó del búlgaro, que no vio frutos en su esfuerzo. “Me dije que todo lo que lo hacía con los coches era sólo un hobby, así que no importaba realmente. Nunca pensé que un día sería mi profesión y que, 30 años más tarde, fabricaría una transmisión”.
En los años 70, ese hobby le llevó a pensar en la idea de crear su propio coche, proyecto en el que empezó a trabajar en sus ratos libres. Para desarrollar su idea realizó numerosos esquemas y dibujos de un automóvil con un diseño inspirado en el Bugatti Type 57 de los años 30, un coche que le encandilaba. Llegó a realizar un modelo a pequeña escala pero pronto tuvo que dejar aparcada esa fantasía: el gobierno búlgaro se fijó en él.
La opresión en el Bloque del Este
Antonov había propuesto un nuevo modelo matemático para su uso en la física nuclear. Fue algo que no pasó desapercibido para el gobierno búlgaro, que estaba reclutando un gran número de científicos para la investigación en armamento. “A menudo a la gente como yo se le ‘aconsejaba amablemente’ aceptar estos puestos de trabajo. Si se negaban eran presionados hasta que era imposible de resistir. Pero yo me resistí”.
Trató de huir del bloque comunista y como otros miles de ciudadanos intentó escapar aunque la emigración estaba prohibida. Durante los siguientes 21 años intentó huir del país 17 veces, sin éxito. Lo único que consiguió fue estar sujeto a vigilancia durante el trabajo, sometido bajo arresto domiciliario o realizando trabajos forzados.
“Fue terrible. Fueron extremadamente crueles con aquellos que oponían resistencia. No puedo creer que lograra sobrevivir. Pensándolo bien me parece que lo único que me permitió seguir fue la creencia de que pronto habría terminado, sólo algunos meses más. Nunca era cierto, por supuesto. Hasta que, un día, lo fue”. Antonov consiguió escapar a la embajada de Alemania Occidental. “Honestamente, esa gente me salvó la vida haciendo una intervención diplomática”.
Del otro lado del Telón de Acero un mundo nuevo lleno de posibilidades se abría ante él y se dirigió a París en 1988. Apenas tenía dinero y allí trató de registrar su revolucionaria transmisión pero nadie tomó en serio a un inmigrante sin papeles que no hablaba francés. Después fue a Estrasburgo para mostrar su innovación a la división europea de General Motors.
Para su presentación consiguió reunir un poco de dinero para comprar un coche de radio control, al que le instaló una réplica de su transmisión en miniatura. En GM se mostraron escépticos a pesar de que tras unas pruebas comprobaron que los principios de esa caja de cambios funcionaban en teoría. GM no mostró más interés pero el obstinado búlgaro no perdió la fe.
Con los documentos de las pruebas el búlgaro presentó su idea en un programa de incentivos del gobierno francés y su vida cambió: obtuvo una ayuda de 150.000 francos. Utilizó el dinero para fabricar el primer prototipo de esa transmisión a tamaño real y consiguió mostrárselo a los presidentes de Peugeot y de Renault, que no se mostraron atraídos por el invento.
A la desesperada, Antonov se lo jugó todo a una carta en 1990. “Contraté a la mejor sala de conferencias en París y me compré el mejor traje que podía pagar con el dinero que me quedaba. Entonces monté una conferencia de prensa”. Así logró atraer la atención y los inversores llamaron a su puerta.
Tres días después fundó Antonov Automotive Technologies en Rotterdam con 12 millones de francos de financiación para el año siguiente. Estableció un taller, produjo un nuevo prototipo y la vida del pobre inmigrante del Este cambió para siempre. Las cajas de cambio automáticas que desarrolló las utilizaron marcas como Honda, Suzuki, Renault, Peugeot y Rover.
El Rumen 4 Stroke hace su primera aparición
Sus logros no dejaron de lado otras de sus facetas y por ejemplo, creó la Fundación Antonov para luchar contra la aterosclerosis. Al búlgaro tampoco se le había olvidado aquella idea de fabricar su propio coche. Retomó los planes que había iniciado en los años 70 y realizó un modelo a escala 1:1 que fue presentado en el Salón de París de 2002. El Rumen 4 Stroke tomaba el nombre de su creador y su diseño neoclásico no dejó indiferente a nadie.
El aspecto y fabricación del 4 Stroke se basaba en los principios de los años 30 y levantó una gran expectación. En un mundo donde los grandes fabricantes hacen modelos siguiendo unos estándares y las pequeñas marcas independientes proponen vehículos lujosos y caros, el Rumen hacía su aparición como un coche pequeño, relativamente sencillo, hecho a mano y de un diseño insólito.
El incansable inventor búlgaro vio que su ilusión podría convertirse en realidad tres décadas después. La buena acogida de la maqueta del 4 Stroke le animó a trabajar intensamente en un modelo completo, que presentó en el Salón de Frankfurt de 2005. A pesar de su imagen retro la tecnología era moderna.
La base era la misma que compartían el Peugeot 107, el Citroën C1 y el Toyota Aygo. A simple vista era imposible saberse este parecido pero sí podía observarse en algunos detalles del interior. Los asientos o el módulo de climatización era el mismo que los del trío de utilitarios aunque, eso sí, todo el habitáculo estaba bañado en piel, cromo y madera.
El memorable diseño exterior era sensacional. Llamaban la atención multitud de detalles como la parrilla frontal con forma de corazón, las ventanillas laterales tienen la forma del Bugatti Type 57 o los pasos de rueda en forma de gota. El gran portón trasero era desmontable convirtiendo al Rumen en una especie de descapotable, aunque no era un cabrio o un targa al uso.
Dentro del maletero había una especie de 'cofre' en cuyo interior se alojaba el propulsor, una solución realmente curiosa. Se trataba de un pequeño motor de 1,0 litros y tres cilindros, el mismo del 107/C1/Aygo, que desarrollaba 61 CV. Antonov señalaba que opcionalmente se podía montar un compresor para elevar la potencia hasta los 100 CV.
Puede parecer poca chicha pero era muy ligero y divertido de conducir. La carrocería estaba fabricada en fibra de carbono y permitía que el Rumen 4 Stroke marcara en la báscula un peso de apenas 550 kg ¡Todo un peso pluma! Además era pequeño, muy pequeño: con sólo 3,5 metros de longitud tenía la misma talla que un Fiat 500.
Algunas publicaciones del motor probaron el vehículo, que salió bien parado. Los principales inconvenientes que veían los especialistas eran la lentitud de la caja automática y una visibilidad trasera muy reducida pero en general todos quedaban impresionados con su experiencia de conducción por su ágil comportamiento.
La idea de Antonov era producir el coche en una reducida serie limitada, con cada unidad fabricada a mano siendo el gusto del cliente. Para la construcción del coche buscó colaboraciones con otras empresas aunque las últimas noticias de este coche fueron en 2008 y a partir de aquí se le pierde la pista. Parece que finalmente el inventor no consiguió lograr los apoyos necesarios para lanzar una pequeña tirada.
Los aproximadamente 50.000 euros que iba a costar cada unidad podrían haber sido un impedimento importante para encontrar demanda suficiente y tan sólo se construyó una unidad del Rumen 4 Stroke. Aunque viendo la tenacidad del inventor búlgaro probablemente no se haya dado por vencido.