El CAFE americano es una norma necesaria para el bien colectivo
Al igual que en Europa, los fabricantes están obligados a reducir sus emisiones contaminantes y el consumo de sus vehículos en Estados Unidos Esta norma, denominada Corporal Average Fuel Economy (CAFE) va a relajarse bajo la Administración de Donald Trump
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Publicado: 18/02/2017 20:30
Los fabricantes en Estados Unidos no ven en Donald Trump un enemigo, sino un político al que si hacen algunas concesiones, como no sacar más producción hacia Méjico, obtendrán un trato favorable que beneficie sus intereses. No solo hablamos de reducciones de impuestos, también de normativas más fáciles de cumplir.
Ahora mismo el mercado en Estados Unidose está viviendo un momento muy dulce y las ventas de vehículos de gran consumo están experimentando un repunte. Los SUV -de cualquier tipología- y los pick-upsuman prácticamente el 60% del mercado. El resto se lo llevan los passenger cars, es decir, los turismos, más eficientes en consumo de combustible (especialmente por ocupantes).
Bajo la Administración de Barack Obama se puso a los fabricantes un objetivo de 50 millas por galón de media en sus flotas de modelos nuevos en 2025, es decir, menos de 4,7 l/100 km. Esto, en un mercado donde el motor diésel no es precisamente popular, es prácticamente una entelequia. Tendrían que venderse muchísimos vehículos de bajo consumo. La exigencia para 2016 era de 34 millas por galón, es decir, 6,9 l/100 km.
Evidentemente habrá fabricantes que se pasen de 50 mpg (es decir, que gasten menos) y otros que se queden cerca. Los que superen ese objetivo podrán ceder créditos de emisiones a los que no consigan semejante reducción de emisiones. Una reducción de consumo va ligada por relación química directa con una reducción de emisiones de dióxido de carbono (CO2).
Pero con Donald Trump hemos topado
Ahora que un negacionista del cambio climático va a estar al frente de la agencia de protección del medio ambiente, la EPA, seguramente los fabricantes tendrán un objetivo más fácil de cumplir. En Europa pasó lo mismo, el objetivo de 95 g/km de CO2, que equivale a 4,3 l/100 kmde gasolina, fue pospuesto por presiones de los fabricantes, especialmente de los alemanes.
La postura de los fabricantes es como mínimo comprensible. No es que quieran contaminar más por deporte o por fastidiar, es que las tecnologías que menos consumen y más reducen las emisiones no son muy populares. Nos refereimos a híbridos, eléctricos, diésel, motores más compactos, coches más pequeños, etc. Los SUV y los pick-up, sobre todo si son de gasolina, van en dirección contraria.
El problema del consumidor estadounidense es que no presta la misma atención hacia las tecnologías limpias cuando el galón de gasolina cuesta 2 dólares que cuando cuesta 4 dólares. Haciendo un símil, los europeos no vemos con los mismos ojos el litro de gasolina a 1 euro que a 2 euros. La norma del CAFE se puso para reducir la contaminación y las importaciones de petróleo.
Pero los precios han caído en los últimos meses bastante, porque Estados Unidos ha aumentado su producción doméstica gracias al fracking (o ruptura hidráulica) y porque los países de la OPEP inundaron el mercado de petróleo barato para arruinar a la industria americana del fracking. Al final parece que la OPEP ha perdido el pulso y ha recortado producción para que los precios se recuperen.
En consecuencia, el consumidor americano ya no está tan preocupado en reducir su consumo de energía y puede volver a plantearse modelos que tragan. Y si sigue esa tendencia, los objetivos del CAFE son simplemente inasumibles. Si hay fabricantes que dejan de ofrecer productos de baja eficiencia, los clientes se irán al fabricante que se los ofrezca. Así de estúpida puede ser la raza humana.
Relajar los objetivos del CAFE dará más oxígeno a los fabricantes. Pasará lo mismo que cuando California lanzó su Zero Emission Mandate (ZEM) a mediados de los 90, cuando se obligó a los fabricantes de volumen a producir coches eléctricos. Retirar esa medida supuso un enorme retraso en la implantación del coche eléctrico. Los "malos" van a ganar esta partida y los efectos los vamos a padecer todos.
Según aumentan las emisiones de CO2, más se acerca la humanidad a una situación climáticamente irreversible. Cuanto más CO2 hay en la atmósfera, más retiene el calor, por lo que la temperatura aumenta debido a la acción del hombre (efecto invernadero antropogénico). Es posible que el planeta se encuentre en una espiral ascendente de las temperaturas de forma natural, eso no se puede evitar, pero nuestra parte sí. Los ecologistas no paran de advertirlo: el nivel del mar seguirá subiendo.
Estados Unidos no necesita únicamente un CAFE que se cumpla, tiene que darse cuenta de que su estilo de vida es insostenible, y que tengan la gasolina tan barata no debe ser un motivo para gastar con más alegría. En países europeos, Corea o Japón, donde la gasolina no sobra y se compra fuera, la concienciación sobre la eficiencia es mucho más alta. En EEUU eso solo se ha vivido puntualmente con precios de gasolina disparados.
Bajo el mandato de Donald Trump no se van a poner más impuestos al combustible para desincentivar su consumo. Tampoco habrá impuestos que graven la masa de los vehículos para que se elijan modelos más eficientes. Tampoco habrá restricciones a la circulación, ni zonas de bajas emisiones ni esas cosas que sí vamos a vivir los europeos.
La próxima crisis energética pillará a los estadounidenses con los pantalones bajados. Las ventas de coches más eficientes volverán a subir, y los que tengan coches de consumo alto verán que los tienen que usar menos o perderles más dinero al venderlos. Ya pasó antes, y volverá a pasar, la pregunta es cuándo.
Después de lo que ha pasado con Volkswagen, la opción de popularizar el motor diésel para bajar consumos y emisiones de carbono -otras van aparte- está descartada. Tecnologías electrificadas, pila de combustible de hidrógeno y demás se irán implantando por deseos del consumidor más que por la presión de los fabricantes. El respeto por el medio ambiente no es el mismo cuando se deja en manos de la buena voluntad del consumidor.
En el futuro se acusará a la gente de nuestra época de haber llevado a la humanidad al desastre, y tendrán razón, porque pudiendo haberlo evitado, pensamos en otras cosas menos importantes.