Takata acepta un pacto con la justicia de EEUU
La empresa acepta declararse culpable y pagar 1.000 millones de dólares 16 personas han perdido la vida por sus airbags defectuosos La mayoría de esos airbags están sueltos por las calles y son una bomba para la seguridad vial mundial
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Publicado: 14/01/2017 19:00
La industria del automóvil tiene que cerrar uno de sus capítulos más turbios de los últimos años, el escándalo Takata, que se ha convertido por goleada en la mayor campaña de revisión de la Historia en este sector. Queda mucho culebrón, pero empieza a despejarse judicialmente.
Takata es una pesadilla para la seguridad vial, pues sus airbags fabricados en los primeros años del siglo pueden ser trampas mortales en caso de despliegue. Cuanta mayor es su edad y mayor es la humedad y/o calor al que se exponen, peor. El mecanismo pirotécnico se degrada y el inflado de las bolsas se descontrola con una reacción más violenta de lo normal.
La empresa japonesa está lista para firmar un acuerdo con el Department of Justice (DoJ) de Estados Unidos por el cual se admite la actuación criminal de la compañía. El paquete asciende a 1.000 millones de dólares, que desglosamos a continuación:
- 25 millones de dólares son en concepto de multa
- 125 millones de dólares se destinarán a compensar a las víctimas
- 850 millones de dólares servirán para indemnizar a los fabricantes afectados
Takata acepta también estar vigilada tres años
Pero ¿tan grave es el crimen de diseñar unos airbags que, con el paso del tiempo, pueden matar gente? No, hay más polvo debajo de la alfombra. Takata sabía que sus infladores de airbags con nitrato de amonio podían ser un peligro, porque se descubrió en pruebas rutinarias de calidad.
Lo que hubiese sido más lógico, que es admitir la cagada y producir una llamada a revisión, no ocurrió así. Takata apañó las pruebas para que saliesen bien, y así poder decir a sus clientes, los fabricantes de automóviles, que los airbags cumplían con todos los requisitos de calidad.
Y entonces empezaron a saltar airbags, sobre todo en Estados Unidos, que producían heridas graves o mortales a gente que, de no haber saltado el airbag, se habría bajado ilesa del coche. Uno de los casos, especialmente dramático, fue el de una estudiante, Huma Hanif, que sufrió heridas que la desangraron en segundos por un simple abollón de su Honda Civic del 2002.
Tres ejecutivos de Takata han sido acusados por falsificar dichas pruebas de calidad: Shinichi Tanaka, Hideo Nakajima, y Tsuneo Chikaraishi; todos fueron expulsados en 2015. Una cosa es que la empresa admita su culpabilidad, y otra bien distinta que lo hagan personas individuales.
Takata tendría que pagar 1.000 millones de dólares en solo 30 días
El acuerdo de declaración de culpabilidad es un recurso en la justicia de Estados Unidos para reducir los costes del litigio y lograr una condena menor. Este acuerdo tiene que aprobarse por un juez federal para tener validez.
Takata lleva haciendo las cosas mal desde el año 2000, cuando empezó a manipular pruebas para convencer a los fabricantes de que sus airbags eran seguros. Algunos fabricantes han aprendido la lección y no volverán a contar con los servicios de este proveedor. El anuncio del acuerdo fue bien acogido en la bolsa, con un repunte de las acciones superior al 16% en el parqué tokiota. La situación financiera de Takata es crítica.
Unas cuantas cifras para entender la envergadura del caso
Están afectados 19 fabricantes, que produjeron más de 42 millones de vehículos con infladores de airbag Takata, un proveedor líder en sistemas de seguridad de automoción sito en Japón. Por lo menos 70 millones de infladores son potencialmente defectuosos (la cifra crece y crece) y pueden herir o matar a quienes se supone deben proteger.
Se han contabilizado 16 víctimas mortales en el mundo, de las cuales 11 murieron en EEUU, y salvo una de ellas, todas conducían un Honda. Además hay que considerar 184 heridos graves en EEUU por la liberación de metralla y componentes internos de los airbags que se dispararon de forma incontrolada.
Tal es el número de infladores de airbag que Takata tiene que reemplazar, que hasta la competencia los está produciendo por encargo, como es el caso de Autoliv. Takata corre un gran riesgo de declararse en bancarrota, al no disponer de recursos financieros para pagar esa producción, multas, demandas... Lo único que puede aliviar la presión sobre Takata es que los coches destinatarios lleguen a los desguaces por edad, varios miles de unidades superan los 15 años.