Donald Trump agita las aguas con la amenaza de una nueva guerra comercial

El presidente de Estados Unidos volvió a tener un episodio de incontinencia verbal, poniendo de nuevo subidas arancelarias sobre la mesa. Si se gravan las importaciones de aluminio y acero, obtendrá respuesta, entrando en un círculo vicioso de aranceles que poco bien harán a la economía mundial, incluyendo la suya.

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Publicado: 05/03/2018 20:00

El pasado jueves, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció un incremento en los aranceles: 25% para el acero, 10% para el aluminio, y no se libraría ningún país. Su objetivo es reflotar la industria metalúrgica, incapaz de competir con el producto extranjero. Ese anuncio ha puesto nerviosa a mucha gente ante los temores de una guerra comercial.

Trump y su "America First" ha provocado numerosos desencuentros diplomáticos y tensiones con aliados, neutrales y enemigos acérrimos. La retórica agresiva del empresario-estrella está empezando a materializarse y las consecuencias pueden ser nefastas hasta para los propios estadounidenses.

Jean-Claude Juncker -pte. de la Comisión Europea- dejó caer que se pueden poner aranceles a las motos Harley-Davidson, el güisqui bourbon o los vaqueros Levis como respuesta

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Estados Unidos sigue negociando las condiciones del TLCAN/NAFTA con sus vecinos, Canadá y Méjico, buscando un acuerdo más favorable. Bajo el punto de vista de Trump, el acuerdo de libre comercio en América del Norte no ha sido bueno para su país, ya que se han reubicado empleos y empresas fuera de las fronteras de la unión.

Desde que era candidato a la Casa Blanca, Donald Trump se mostró hostil con los tratados comerciales al considerarlos perjudiciales para la industria estadounidense

En el caso de que hubiese aranceles de respuesta desde la Unión Europea, Trump emitió otra amenaza: gravar con más impuestos los coches que vienen desde el viejo continente. Es cierto que Estados Unidos importa más coches de los que exporta respecto a la Unión Europea, y las causas son bien fáciles de entender.

La administración Trump pretende resolver su déficit comercial (importa más que exporta) con medidas proteccionistas de dudosa eficacia

El producto europeo gusta cada vez más en Estados Unidos, donde las marcas alemanas han tenido una buena acogida a lo largo de los años, no así tanto para los franceses o los italianos. Además, los gustos americanos se han europeizado, son menos reacios a comprar compactos o de gama Premium.

Sin embargo, hay otra cuestión, y es que los fabricantes alemanes tienen una importante producción industrial dentro de Estados Unidos, véase la fabricación de SUV como el BMW X3 o el Mercedes-Benz GL. Esas fábricas produjeron el año pasado 804.000 unidades, de las cuales 430.000 se destinaron a exportación. En sentido contrario, 494.000 coches vinieron desde Alemania hacia Estados Unidos. Hay déficit, pero es pequeño, 64.000 unidades.

Los representantes de la industria del motor en Alemania están avisando, una guerra comercial no interesa a nadie y producirá daños para todos. Si nos apuntamos a los dogmas liberalistas, el proteccionismo económico no es bueno a largo plazo, la tendencia lógica es la de derribar barreras comerciales, no levantarlas.

BMW, Mercedes y Volkswagen emplean a 36.500 personas en sus fábricas estadounidenses

Por otro lado, que los coches estadounidenses se vendan poco en Europa, es porque las marcas americanas no están interesadas en hacerlo, salvo Ford. La marca del óvalo tiene una división europea que produce localmente el producto que los europeos quieren, con alguna salvedad como el Mustang, 100% americano, o el SUV Edge.

General Motors también mantuvo una división europea, hasta que se hartó de perder dinero. Chevrolet no funcionó con modelos importados desde Corea del Sur. Opel y Vauxhall acabaron en manos de PSA. Cadillac y Corvette se mantienen con un goteo de importaciones, y algunas decenas de pick-up son importados por algunos chiflados y miembros de las fuerzas armadas con destino europeo.

¡Normal que haya déficit comercial!

Los fabricantes americanos no han tenido mucho acierto introduciendo su producto en Europa: ejemplo de libro, el Dodge Caliber. Ni con el motor 2.0 TDI de Volkswagen se redimían de sus pecados en calidad

En cuanto a Fiat Chrysler Automobiles (FCA), ya tenía producto europeo antes de constituirse como tal. Previamente Chrysler -antes de la etapa FCA- intentó vender las marcas Chrysler y Dodge, con poco acierto, aunque Jeep tenía su público. Ahora Jeep tiene más puntería con el consumidor europeo. Salvo Jeep, esas marcas también pusieron pies en polvorosa.

Los fabricantes americanos lo tienen tan fácil como ofrecer el producto que Europa quiere si desea eliminar el déficit comercial. Bueno, lo de fácil es un decir, las barreras de entrada no arancelarias son importantes, como intentar entrar a competir en segmentos de gran volumen sin tener fábricas locales ni sólida imagen de marca en esta zona. En sentido contrario la idea funcionó, aunque llevó su tiempo.

Obviamente no funcionó para todos. Fabricantes como Renault, Citroën o Peugeot no tuvieron éxito por no ofrecer a los estadounidenses lo que querían, y explotar la imagen de nicho no sirve para acceder a las masas. No es tanto una cuestión de aranceles, sino de darle al cliente lo que quiere, pues dicen que siempre tiene la razón.

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