Cargar un coche eléctrico: tipos y características
Los vehículos eléctricos son cada vez más habituales en nuestro parque automovilístico y eso hace necesaria una red de recarga acorde al crecimiento del sector. Existen cuatro tipos de carga y cada una cuenta con beneficios e inconvenientes que debemos conocer si vamos a utilizar un vehículo eléctrico.
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Publicado: 04/02/2020 19:30
El vehículo eléctrico lleva muchas décadas intentando introducirse en el mercado de la movilidad, pero el verdadero impulso de fabricantes, suministradores y autoridades gubernamentales no llegó hasta hace diez años, aproximadamente.
Desde entonces, el avance de la tecnología y la evolución de los costes ha sido notable, por lo que actualmente el mercado automovilístico admite ya como miembro de pleno derecho al coche eléctrico, sin olvidar alternativas como el patinete eléctrico o las motocicletas.
Actualmente, la presencia neta de automóviles eléctricos en nuestras carreteras es de apenas el 1,2% del total, pero su crecimiento es exponencial y su influencia en la percepción de los ciudadanos aún mayor, lo que en consecuencia determina gran parte de las políticas de movilidad de los gobiernos.
Podría debatirse qué llegó primero, si la gallina o el huevo, pero en cualquier caso la realidad es que el automóvil eléctrico ha adquirido ya una relevancia que no podemos obviar y cada vez más usuarios se plantean la compra de uno de estos vehículos. Pero la clave de uso de los mismos está en el tipo de carga que utilizaremos, pues no todos los puntos son iguales ni ofrecen los mismos beneficios, tanto a corto como largo plazo.
Actualmente, tenemos cuatro tipos de carga definidos en el mercado que resultan aptos para los vehículos eléctricos, cada uno con sus ventajas e inconvenientes. Para clasificarlos, tenemos en cuenta tres características principales:
- El conector físico que utiliza el vehículo.
- La potencia e intensidad, que influye en el tiempo de carga.
- La información sincronizada entre el punto de recarga y el vehículo.
El modo 1
Es, en esencia, cualquier enchufe de los que tenemos en nuestra vivienda y que sirve para conectar electrodomésticos, iluminación o aparatos electrónicos. En este caso sólo necesitamos un cable con clavija tipo SCHUKO para conectar nuestro vehículo a la red de la vivienda, por lo que la toma no cuenta con medidas de seguridad como interruptor diferencial o sistemas para prevenir el sobrecalentamiento.
Ofrece la intensidad y el voltaje de cualquier vivienda: 16 amperios (A) y hasta 250 voltios (V), por lo que la potencia eléctrica máxima que puede entregar es de 3,7 kilovatios (kW). Si el punto es trifásico, tendremos 480 V y 11 kW.
Para evitar sobrecalentamiento a consecuencia del largo periodo de recarga (aproximadamente ocho horas en función de la batería del vehículo), conviene limitar la corriente máxima a 10 A (2,3 kW). Por estas razones, no es aconsejable su uso con vehículos o motos de mayor potencia que una bici eléctrica, un patinete, un hoverboard u otro medio de transporte similar.
El modo 2: recarga lenta
Este sistema es el primero de los considerados de recarga lenta aptos para vehículos eléctricos pequeños denominados cuadriciclos o para híbridos enchufables. Ofrece una potencia máxima de 7,4 kW en tensión monofásica y hasta 22 kW en trifásica, con una corriente máxima de 32 A por fase.
Generalmente se instala en el garaje de la vivienda un conector o adaptador de recarga con protección diferencial y magnetotérmica. El vehículo suele conectarse a través de una toma SCHUKO y el sistema cuenta con mecanismos de seguridad para controlar la fiabilidad de la conexión del vehículo, estableciendo también los parámetros de carga.
El modo 3: recarga lenta óptima
La tercera opción de recarga es la aconsejada por los fabricantes al combinar seguridad y seguridad como ninguna otra. En este caso necesitamos lo que se denomina WALLBOX, que es un punto específico para la recarga de vehículos eléctricos que incorpora sistemas de protección para la instalación y el vehículo, siendo el más habitual en espacios públicos.
Este modo puede alcanzar 7,4 kW en tensión monofásica y 22 kW en trifásica, por lo que podemos llegar a cargar nuestro vehículo a una corriente máxima de 32 A. Este sistema es actualmente el más seguro y fiable, permitiendo además preservar durante mucho más tiempo las baterías de nuestro vehículo.
La diferencia con el modo 2 es que el 3 se realiza a través de un cargador específicamente diseñado para la carga de vehículos eléctricos, por lo que incluye su propia infraestructura de carga y necesita un conector específico de tipo 1, 2 o 3, que permite funciones adicionales:
- Comprobación permanente de toma a tierra.
- Verificación de conexión correcta.
- Activación y desactivación de carga.
- Selección de potencia según gustos o necesidades del usuario o el vehículo.
- Monitorización de la carga.
- Potencia armonizada para evitar picos de tensión.
- Programación de carga para horarios de consumo más económico.
Debido a sus características, es la que permite un mayor ahorro en relación a los carburantes tradicionales.
El modo 4: recarga rápida
Este tipo de carga resulta muy útil cuando estamos realizando un viaje y necesitamos reanudar la marcha con cierta celeridad o en situaciones en las que no podemos permitirnos esperar unas horas, pues permite recargar al menos el 70% de la batería en menos de 30 minutos.
Como contrapartida, provoca un deterioro mayor en las baterías de los vehículos, por lo que no es aconsejable recurrir al modo 4 de manera habitual, sino exclusivamente cuando sea necesario. Además, exige a la red eléctrica una energía muy superior a la normal, pues es capaz de ofrecer potencias de 50 kW.
A diferencia de los tres anteriores, que utilizan corriente alterna, este modo es el único de corriente continua y no es recomendable para garajes particulares pues además de estar desaconsejados para su uso diario resultan muy caros por producto e instalación.
Fotos: Pixabay