Prueba Aston Martin DBS Superleggera Volante, deportividad a medida
El Aston Martin DBS Superleggera Volante no está al alcance de todos los bolsillos, pero durante un par de días ha sido mío. Una experiencia de lujo para uno de los deportivos más elegantes y bonitos que hay sobre la faz de la tierra.
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Publicado: 30/03/2021 20:00
Los superdeportivos están fuera de toda lógica o razón. Son los más deseados y queridos por todos. Para llegar a semejante categoría deben cumplirse una serie de requisitos. Ferrari, Porsche, McLaren, Lamborghini son algunos de sus máximas figuras, y por supuesto no podemos olvidarnos de Aston Martin. Los ingleses siempre han enfocado la deportividad desde un punto de vista diferente, algo que he podido comprobar al ponerme tras el volante del Aston Martin DBS Superleggera Volante.
Los inicios de la marca Aston Martin datan de los primeros años del siglo XX. A lo largo de su particular historia los ingleses han destacado por conquistar el mundo de los GT. Deportivos de alto rendimiento que no abordan un punto de vista tan radical. De la sede de Gaydon han salido algunos de los coches más icónicos de todos los tiempos, pero se podría decir que la fama internacional la adquirieron con el exquisito Aston Martin DB5.
La inconfundible parrilla es la que corona hoy el frontal de todos los Aston, incluido el del DBS Superleggera Volante. Los superdeportivos tienen que ser espectaculares, llamativos. Deben obligarte a girar la cabeza a su paso, y por supuesto tienen que pasar la rigurosa prueba del poster. Uno sabe que ha alcanzado la gloria cuando cuelga de las paredes de las habitaciones de cientos de niños, y no tan niños. Y estaremos de acuerdo que en este caso la prueba se cumple con tremendo éxito.
Por mis manos han pasado muchos coches espectaculares, pero ninguno de la talla del Aston Martin DBS Superleggera Volante. Cuando te arrimas a él notas un aurea diferente. No es solo un coche con mucha potencia, o un superdeportivo más. El logo del morro, los faros, las sutiles líneas, la enorme parrilla. Todo forma un conjunto armónico de gran belleza y precisión. Un superdeportivo tiene que ser llamativo, pero lo que ha hecho Aston Martin es crear un traje a medida al estilo de las mejores sastrerías de la londinense Bond Street.
Muchos deportivos que vemos por la calle son espectaculares, pero ¿diríamos que son bonitos? Yo al menos creo que no. Muchos de ellos abusan de las líneas y los artificios. Para que un coche sea bonito no hay que llenarlo de nervios, alerones o mil colores. Marek Reichman y Carrozzeria Touring Superleggera son los padres del DBS Volante. Fíjate en él. Líneas suaves, redondeadas y precisas. No hay nada en él que llame la atención, pero es imposible escapar de su campo de atracción. Nada destaca, lo hace el conjunto al completo.
En Aston Martin dicen que todo puede hacerse, solo hay que pagar el precio debido por ello. Sin ir más lejos está el ejemplo del Aston Martin Vulcan de RML Group. 300.000 euros para reconvertir el Vulcan en un coche con matrícula. Puede que este sea un ejemplo extremo, pero con el DBS Superleggera Volante puede hacerse lo mismo. La capacidad de adaptación al cliente es infinita, el límite solo está en el tamaño de la cartera, y obviamente en ciertas reglas del buen gusto.
Cada detalle vale un dineral, pero este superdeportivo no está pensado para el común de los mortales. Para que te hagas una idea, los emblemas y las letras en fibra de carbono prensada valen en su conjunto casi 10.000 euros, solo el del morro supera los 3.200 euros. Las llantas son otro ejemplo. Un juego puede llegar a superar los 30.000 euros sin problemas, y de la pintura es mejor no hablar porque ahí sí que no hay límite.
Hay que tener en cuenta que Aston Martin sigue creando sus coches a mano, y eso implica que las peticiones especiales llevan tiempo crearlas. Esa artesanía se deja notar en cada detalle, y también en los materiales empleados. La fibra de carbono y el aluminio son los elementos más comunes en el DBS Superleggera Volante, aunque también puede sumar detalles en oro, como la cubierta protectora interior del capó creada para una mejor disipación del calor proporcionado por el enorme V12.
Por supuesto también hay que sumar cuero. Algunas de las mejores vacas han donado su vida para cubrir el interior del DBS. Un habitáculo que en realidad no llama la atención por nada y, de hecho, siendo justos, se podría decir que es viejo para tratarse de un coche de 2019. Y eso que a su alcance tenían la tecnología de uno de los grupos automovilísticos más punteros del mundo, Mercedes.
Los alemanes tienen firmado un convenio con los ingleses por el cual éstos se sirven de ciertos elementos. En este caso, en el del DBS Superleggera Volante, hablamos de tecnología y piezas como el sistema COMMAND o los mandos satélites del volante, entre más detalles. También podemos hablar de motores, pues desde AMG sirven el magnífico V8 biturbo de 4 litros que alimenta a las unidades base del Aston Martin DB11 y el Aston Martin Vantage.
Las plazas posteriores son totalmente inútiles. Sirven más bien para dejar lo que no te quepa en los 270 litros de maletero
Pero a pesar de tener a su disposición uno de los almacenes más grandes y modernos los ingleses han optado por un interior algo soso y muy discreto. Cumple con ciertos requisitos de modernidad como las pantallas, los botones táctiles o la instrumentación digital, pero no hay mucho que destacar. Todo parece un poco anticuado. Si eso es bueno o malo lo dejo al libre pensamiento de cada uno, pero hay que reconocer que he visto utilitarios más impresionantes que este DBS Superleggera.
Una vez más la personalización y adaptación resultan claves en el interior. Cada compuesto es sensible de cambiarse al gusto de cada cliente, y gracias a ello podemos observar creaciones impresionantes donde exterior e interior se combinan de una forma exquisita y gloriosa. La capota también es parte de esa lista. Un techo de lona de ocho capas con Alcántara en su parte interior e infinitas posibilidades en su exterior. Es la guinda del pastel.
Una de las claves que hace de un superdeportivo un coche de tal consideración es su potencia y rendimiento. Es obligatorio que corra, cuanto más mejor, y que suene, cuanto más mejor. El Aston Martin DBS Superleggera se reserva el motor más grande y glorioso de la casa. El único motor que fabrica Aston Martin: el V12 biturbo de 5.204 centímetros cúbicos. Una obra de arte de la ingeniería fabricada a mano y revisada por un solo operario que estampa su firma en una placa que corona el bloque motor.
El capó es el joyero que oculta la piedra preciosa fabricada en aluminio protegida por unas barras entre las torretas de la suspensión que parecen contener a la bestia para que no se escape. No hay mucho que admirar, cierto es, pero a pesar de ello es imposible quitar los ojos del motor porque en realidad sabes lo que esconde: 725 caballos de potencia a 6.500 revoluciones y 900 Nm de par motor entre las 1.800 y las 5.000 revoluciones. Saber que vas a probar eso, genera una sensación increíble. Miedo y tensión a partes iguales.
Antaño los superdeportivos eran toscos, peligrosos, incómodos y difíciles de conducir. El Aston Martin DBS Superleggera Volante no es ninguna de ellas. Abrir sus puertas es adentrarte en un terreno exclusivo reservado para solo unos pocos. Poder disfrutar de él por un par de días es increíble, pero cuando el motor cobra vida todo adquiere una nueva dimensión. Pulsar el botón del arranque y oír cómo los 12 cilindros empiezan a moverse es impresionante. El típico arranque de un V12, lento pero firme, delicado pero explosivo.
El primer rugido advierte de lo que está por venir. El culmen hubiera sido un cambio manual, pero tampoco me voy a quejar de la ZF de 8 velocidades que monta. No opta por incluir una masculina palanca en el túnel central. Falta un falo mecánico al que agarrarse para sentir crecer tu hombría. Un sistema Shift-by-wire manda la información a una centralita que es la que se encarga de ordenar las operaciones a la transmisión. Todo ello en milésimas de segundo.
Los primeros metros se recorren con una sensación que no me esperaba: absoluta normalidad. El DBS Superleggera no es tosco o torpe a baja velocidad, se adapta fácilmente a cualquier entorno, y el conductor recibe esa confianza inmediatamente. Suave, buen radio de giro, con visibilidad en todos los ángulos (siempre que no lleves puesta la capota), y desprendiendo ese aroma de superioridad moral. Todo el mundo te mira, algunos te señalan y otros te gritan. Sabes que has alcanzado el éxito en la vida, aunque solo sea durante un par de días.
Los rivales más directos del DBS son el Bentley Continental GT, el McLaren GT y el Ferrari 812 Superfast
Un poco más arriba he comentado que Aston Martin ha hecho de la creación de un GT una obra de arte. El DBS se muestra claramente como un superdeportivo capaz de atravesar Europa de la forma más lujosa y cómoda posible. Es insultantemente cómodo y civilizado. Nada que ver con los modelos antiguos de la familia del DB9, más torpes fuera de su hábitat natural. El nuevo DBS puede ir a donde quieras y sentirse a gusto con el viaje, incluso en la M-30 despliega su esencia. Una vez más bajo la atenta mirada de muchos otros conductores.
En modo GT el Aston Martin DBS Superleggera es refinado, suave y delicado. Las marchas entran de forma imperceptible y la conducción se acompaña de un dulce sonido de V12. Con la capota puesta y circulando por autopista no se perciben ruidos o molestias extraordinarias. La capota de ocho capas y el doble acristalamiento hacen su trabajo a la perfección. Te aíslan en un mundo de exclusiva superioridad. Pero es mejor esperar 14 segundos y quitar la capota, porque entonces las sensaciones se disparan.
Te sientes más en contacto con el entorno y el propio coche. Ir con la capota puesta en un coche como el DBS debería ser motivo de sanción. El viento apenas molesta porque el parabrisas lo aleja de los asientos delanteros, y el ruido que produce el aire al chocar con los delicados paneles de la carrocería quedan ensombrecidos por el motor, y en su defecto por un equipo de sonido capaz de igualar en potencia al que tienes en el salón de casa.
Cómodo en ciudad, civilizado en autopista, pero ¿cómo será en una carretera no tan sencilla? Con el objetivo de averiguarlo y tratar de poner a pruebas los límites de la máquina me enfoco a una carretera de la sierra de Madrid. Una ruta marcada por la inmensa mayoría de los aficionados de las dos y las cuatro ruedas. Ante mí decenas de kilómetros de asfalto revirado. Cambio a modo Sport y aplico un par de golpes a la inmensa leva izquierda del volante. El coche está listo para despegar, ¿lo estaré yo?
Probar la patada de un V12 con dos turbos es algo que todo el mundo debería experimentar en la vida. Todo adquiere una nueva dimensión, un nuevo significado. Da igual circular a mucha o a baja velocidad. Basta con pisar el pedal del acelerador para catapultarte a un nuevo nivel. Te acompañan 725 caballos, y lo que es mejor, 900 Nm de par que solo están disponibles desde la tercera velocidad. Una maniobra de seguridad de Aston Martin para que sus clientes no sufran percances.
No hay palabras para definir algo así. Pegada es quedarse corto, y basta mirar al cuentakilómetros para ver como la velocidad crece de 10 en 10 incluso en cuarta velocidad. Qué animal, qué bestia. Pero no resulta salvaje o peligroso. Una vez más los ingenieros han obrado el milagro para que todo sea muy normal. Aunque no estés habituado a ir deprisa, en el DBS se toma como auténtica naturalidad. Parece estar hecho para ello, y lo está, pero lo más increíble es que transmite mucha confianza.
Es muy fácil ir muy deprisa. El coche trabaja como una orquesta bien sincronizada. Cambio, motor, acelerador, frenos. Todo salvo la dirección, a la que hay que cogerle el pulso, sobre todo si adelantamos la entrada de gas antes de salir de la curva. Al cuarto giro se dominada, y es entonces cuando pides más y el coche te lo da. El motor es una fuente inagotable de poder. No tiene fin. Los dos turbos tragan aire por toneladas, y las revoluciones suben, suben y suben. Sin darme cuenta estoy cambiando 2.000 revoluciones antes de llegar al corte, pero a ese V12 todavía le queda algo por ofrecer, lo mejor.
El DBS es la versión extrema del DB11. Una puesta a punto más tensa para una mejor conducción en pista y en curvas
Al pasar de las 4.500 revoluciones cuando los doce cilindros en uve explotan. En modo Sport se abren las válvulas del escape para dejar salir un grito inconmensurable que queda recogido por las montañas. Es un placer de otro mundo, uno mucho más caro y limitado. Sin darte cuenta te encuentras viajando a un ritmo que los enemigos de la velocidad tildarían de delictivo. Pero en el DBS se contempla como natural, es su ritmo, y no hay nada que transmita peligro. Todo parece estar bajo el control de la mecánica y la electrónica.
A ella le debemos que el Superleggera no sea un arma arrojadiza de incontrolable manejo. Ni en modo Sport + es he notado perder el control. En Aston Martin han querido que así sea porque con el DBS cada viaje debe ser un placer, no un peligro donde no sabes si vas a volver vivo o no. Para muchos es una pena que sea así porque le resta dramatismo, pero para mí representa el culmen del desarrollo automotriz. Podemos tener la posibilidad ir muy deprisa, sentirte como un piloto de carreras, con el aliciente de saber que algo guarda tu espalda.
La trasera solo se asoma si somos muy muy salvajes, de lo contrario el paso por curva es una animalada. A pesar de su tamaño parece un coche más pequeño, no tanto como un Mazda MX-5, pero casi. El mayor inconveniente es la anchura, casi dos metros sin contar espejos. Gira rápido y plano, los dos principios que se le exigen a un deportivo que precie llamarse como tal. No será tan preciso como un Porsche 911 o tan extremo como un Ferrari 488, pero como dice el dicho, en el término medio está la virtud.
¿Me lo compraría? Pues no lo sé. En la lista de superdeportivos hay algunos modelos que me hacen dudar sobre si el Aston Martin DBS Superleggera Volante estaría en mi garaje. En la colección de posibles está, por supuesto, y en puestos altos. Te hace sentir especial, único, y por qué no decirlo, superior. A su favor cuenta que es más exclusivo que sus rivales alemanes o italianos, su cómodo enfoque GT y su bella carrocería. Es uno de los superdeportivos más bonitos que hay actualmente en el mundo. No espectacular, bonito. Como aquellos diseños clásicos de los 60 y los 70.
No tiene el dramatismo o la peligrosidad de otros rivales, y eso cada uno debe valorarlo en su justa medida. A mí me gustan los coches que no quieren matarme, cosas raras que tiene uno. Una decisión tan cara como esta se toma con el corazón antes que con la cabeza. La pasión de un superdeportivo no se mide en euros, aunque en Aston Martin se les da de maravilla ponerle precio: desde 338.000 euros. En algunos puntos no veo ese dinero asomar por ningún lado, pero es cuestión de pulsar el botón de arranque y acelerar para olvidarme de ello.