Prueba Audi R8 Performance, el adiós a una era de tolerancia y respeto
Dicen que los superdeportivos son coches incómodos, peligrosos y poco prácticos, pero el Audi R8 Performance rompe todas y cada una de esas reglas no escritas. Estamos ante uno de los coches mejor hechos del mundo.
18 min. lectura
Publicado: 24/08/2023 18:00
Vivimos en una era extraña para aquellos que amamos esto de las cuatro ruedas y los motores. Tiempos de cambio donde lo viejo parece estar mal visto y lo nuevo no se presenta muy atractivo. Lo eléctrico promete revolucionar el mundo, pero ¿a qué coste? Cada anuncio, película, revista y telediario nos recuerda que debemos tener respeto y consideración por los demás. Tolerancia por todo tipo de gustos y puntos de vista, pero no parece aplicarse a todo ni a todos. La tolerancia no se aplica con quienes amamos la gasolina, todo lo contrario más bien.
Está claro que los coches eléctricos tienen a su favor un punto positivo en cuanto a ecología, aunque numerosos estudios han demostrado que hay que tener en cuenta todo el ciclo de vida del producto para valorar realmente la sostenibilidad. Sin embargo, decir hola a lo nuevo no tiene por qué acompañarse de un adiós a lo viejo, no a todo. Obviamente encontramos casos muy llamativos, como por ejemplo los smartphones. Ya nadie compra los viejos teléfonos de carcasa, hoy todo son pantallas. En ese caso sí, la nueva tecnología ha reemplazado por completo a la obsoleta.
No todo lo nuevo es mejor o no al menos para todo el mundo. Si bien tenemos que respetar a aquellos que dicen ser lo que ellos afirman ser y valorar toda opinión, por muy contraria a la nuestra que sea, ¿por qué los amantes a los coches estamos tan mal vistos en estos días? La pregunta tiene difícil contestación, pero lo que sí tengo claro es que hoy la moda es ser contrario a la gasolina y a todo aquello que transmita la más mínima emoción de envidia. Porque coches como el Audi R8 Performance levantan tantas pasiones como envidias.
La gama RS de Audi lleva décadas demostrando que se pueden combinar mundos que en un principio estaban destinados a no unirse, como el agua y el aceite. Los de Ingolstadt han sabido unir lo deportivo con lo cotidiano, aportando por el camino unas sensaciones únicas. En la casa de los cuatro aros no hay nada más extremo que el Audi R8, aunque sirva como curiosidad que no es el coche más potente de la casa. Ese récord lo ostentan los Audi RS6 y RS7, pero aunque sus cifras sean superiores, no son capaces de igualar las sensaciones que transmite un coche que está abocado a la desaparición tal y como lo conocemos. No me puede causar mayor tristeza.
Conste que no reniego del coche eléctrico, pruebo muchos y reconozco que algunos, no todos, cumplen muy bien a muchos propósitos, pero mi conciencia me hace imposible equilibrar términos en materia de emociones. El R8 monta una bestia de motor, un V10 atmosférico de 5.2 litros que emociona más que cualquier electrón, por muy rápido que este sea. Hoy podría estar considerado un destructor de mundos, una obsoleta reminiscencia de un pasado que a algunos nos cuesta dejar atrás. Un coche que con sólo arrancarlo emociona a adultos y a niños. Cuesta saber a quién más.
El motor de combustión lleva con nosotros más de un siglo y a lo largo de tanto tiempo ha mejorado de forma impresionante. Tanto que diría que hoy se sitúa en su cúspide evolutiva. Capaces de desarrollar cientos de caballos, 620 en este caso, con una eficiencia que asombra. Tengo la triste y amarga sensación de que este va a ser el último V10 que va a pasar por mis manos (espero que no sea así), así que había que despedirlo por todo lo alto. Rindiendo homenaje a una herencia y a un trabajo que, por mucho eléctrico que llegue, deben ser apreciados. ¿Puede un deportivo como el R8 ser un coche para todo?
La respuesta más directa es que sí. Obviamente no es el coche más práctico del mundo, pero hoy en día los deportivos extremos como el R8 son capaces de compaginar su loco rendimiento con un uso cotidiano. Audi ha hecho un excelente trabajo con su bestia. Esto no lo he sabido ahora, sino que lo he podido comprobar a lo largo de los años. Por suerte he probado varias veces el R8 a lo largo de la última década, desde el modelo original a esta última versión de despedida que Audi ha querido bautizar como Performance. En todos ellos he destacado la usabilidad y la facilidad de uso, algo de lo que no muchos coches de la categoría pueden presumir.
El R8 tiene ante si rivales de la talla de McLaren, Ferrari o Aston Martin. Coches caros con mucho pedigrí que abren ojos con sólo pronunciar su nombre, pero diría que el alemán es el más completo de todos ellos. No sólo ofrece los mismos niveles de rendimiento y potencia, sino que los combina con un uso de lo más normal. Tras 1.200 kilómetros de viaje a bordo del R8 no ha habido ni un sólo momento en que el coche se haya sentido fuera de su entorno, ya sea circulando por autopista a alta velocidad o en tramos de carretera nacional cerrados y estrechos. Se ha enfrentado a todo ello con una naturalidad pasmosa. Como cualquier otro coche del mundo.
Puede que el mayor inconveniente del R8 sea el logo que imprime en su frontal. El hecho de que sea un Audi puede hacerle perder enteros con respecto a otras marcas, pero insisto en que ninguna es capaz de igualar la fabricación del alemán. Históricamente, los superdeportivos han sido coches delicados. Su uso se limitaba a unos pocos días en entornos muy concretos. Más señalados como coches de postureo, siempre ha sido fácil sacarlos de contexto en un mundo real, pero este no es el caso. Porsche lleva años demostrando que se puede unificar todo con el 911 y Audi ha hecho lo mismo a una escala diferente.
Estamos ante un coche tan bien hecho que sorprende. No sólo me refiero a la calidad del interior, algo obsoleto en algunas cuestiones como la conectividad o el infoentretenimiento (da absolutamente igual), me refiero todo el conjunto en general. La visibilidad perimetral es buena, a excepción del 3/4 trasero derecho, el acceso es cómodo, dentro de las limitaciones de altura, y también resulta cómodo. Los asientos deportivos engañan a simple vista, pero como tienen ajuste electrónico de todas las posiciones es muy fácil encontrar una configuración que resulte confortable, todo ello sin perder la capacidad de sujeción.
¿Un superdeportivo cómodo? Sí, pero sigue sin parecerme lo mejor del coche. Lo más destacado es que resulta agradable en todo tipo de uso. Se puede viajar con él sin el miedo a morir de dolores en el intento. La suspensión es dura cuando tiene que serlo y suave (dentro de unos límites) cuando corresponde. Los baches no suponen un gran problema, ni siquiera los molestos y cada vez más habituales badenes. El R8 no tiene la capacidad de elevar el morro ante los obstáculos, otros coches más modernos sí, pero tampoco lo necesita. En 1.200 kilómetros no ha habido ni una sola vez en la que haya rozado alguna parte del coche. Esto es lo más increíble de todo.
Como ya he dicho, es un coche bien hecho, muy bien hecho. Un Ferrari o un Lamborghini, primo hermano del R8, palidece ante un badén, una cuesta o un bache. El Audi pasa por todos esos obstáculos con una naturalidad pasmosa para un coche de este tipo. Sin gritos de dolor o molestias, nada en absoluto. Es un coche para todos los públicos, desde las manos más expertas, que sabrán llevarlo al límite, hasta conductores más novicios en temas de alta potencia. Todo el mundo puede conducir este coche sin sobresaltos ni peligros. Las razones son varias.
Su motor y sus cifras pueden asustar en un principio, pero bastan unos pocos kilómetros para darse cuenta de la naturalidad de un coche muy alemán. Hay que reconocer a Audi el trabajo ejecutado. Posiblemente estemos hablando del superdeportivo más polivalente del mercado actualmente, y eso que no es un coche joven. Los modos de conducción: Confort, Auto, Dynamic y Performance, alteran el comportamiento. Cada uno cumple a un propósito, como te puedes imaginar, pero en esa escala ascendente de fiereza cada paso libera un poco más a la bestia. No hay que olvidar que estamos ante un coche de tracción total, lo que siempre aporta un punto adicional de seguridad.
El V10 es una oda a la exageración, un aullido de felicidad para aquellos que apreciamos un buen desarrollo. Un motor que trabaja tan finamente a 2.000 vueltas como a 8.500. Sin embargo, lo mejor de él se obtiene a partir de las 5.000 revoluciones. Es entonces cuando el escape expone toda su alegría y ruge con el característico tono agudo de todo 10 cilindros en uve. Para un servidor estamos ante el mejor sonido del mundo. Si no estás conmigo piensa primero en modelos como el Lexus LFA o el Porsche Carrera GT. Dos creaciones excepcionales con motores de aspiración natural.
La caja de doble embrague también cambia su comportamiento en cada programa de conducción. En el modo más relajado te puedes encontrar circulando a 40 kilómetros por hora en quinta velocidad. En el formato Performance la caja se vuelve 100% manual y es el conductor el que decide cuándo hacer los saltos sin que el coche interfiera. Toda una alegría. Es entonces cuando cada salto de marcha te recibe con una evidente patada en la espalda. El R8 Performance ha mejorado la velocidad del cambio para que no haya pérdidas de potencia. Lo mejor de lo mejor para esta unidad a la que pronto habrá que decir adiós.
El futuro pinta eléctrico para el R8, sino en su totalidad (hay bastantes papeletas), sí al menos parcialmente. En Ingolstadt están trabajando en varias vías, pero ninguna de ellas contempla mantener el portentoso bloque V10 atmosférico. No estaría bien visto. Los amantes del medioambiente dicen que es un motor que contamina mucho y que gasta una barbaridad, pero nada más lejos de la realidad. En 1.200 kilómetros el consumo medio ha sido de apenas 13 litros. Piensa detenidamente en esa cifra e impresiónate. Un gasto elevado si lo comparamos con un A3 30 TDI, sí, pero si tenemos en cuenta el conjunto, es ridículo.
Eso me lleva a una despedida que podría ser feliz, pero que en este caso está cargada de pena. Si con un V10 de 5.2 litros se puede viajar cómodamente con medias entre los 11 y los 13 litros, por qué hay que decir adiós a algo así. El R8 no es ni de lejos el coche más vendido del mundo. Las pocas unidades que circulan por nuestras calles representan una mínima, ínfima e inapreciable parte de las emisiones contaminantes mundiales. A pesar de ello el mundo, nuestros políticos movidos por sus hilos de poder, nos dicen que hay que despedirse de estos coches para abrazar una tecnología que nunca logrará despertar las mismas pasiones.
Si no me crees haz la prueba tu mismo. ¿A quién crees que van a mirar más, a un R8 o a un eléctrico que no sabes si va o viene? Como amante del motor, como apasionado de las cuatro ruedas, no acepto esta falta de tolerancia para aquellos que respetamos y admiramos un buen coche. Los eléctricos tendrán su toque especial, pero hoy por hoy yo me sigo quedando con un buen motor. No es una mera cuestión de gustos, también de ingeniería. El V10 del R8 debería estar en un museo, el coche también. Esto más que una prueba parece un epitafio, pero a la realidad me remito.
Adiós mi pequeño navegante. El mundo ya no te quiere, sólo unos pocos te apreciamos, pero hoy estamos mal vistos y peor que lo vamos a estar. En todos estos años me has hecho pasar grandes momentos, imborrables, y en este último viaje ha merecido la pena hasta el último de los kilómetros hechos, hasta el último acelerón dado y hasta el último cambio de marchas engranado. No sabemos a ciencia cierta qué nos depara el futuro, pero seguro, segurisímo que no será tan emocionante como el camino recorrido. La tolerancia y el respeto a muerto para ti y para todos aquellos que sabemos valorarte.