Prueba BMW X5 xDrive30d, olvídate de la etiqueta CERO y abraza el diésel
Que sí, que todos sabemos que el futuro es eléctrico, pero todavía nos quedan unos años para disfrutar de uno de los mejores motores diésel del mundo. Lo monta el BMW X5 xDrive30d que acabamos de probar.
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Publicado: 21/12/2023 19:00
Hablar de la familia X de BMW es hablar de una de las sagas más exitosas del mercado. Los alemanes se introdujeron en el mercado SUV hace ya más de dos décadas y lo hicieron con el BMW X5 como el modelo original. Un SUV del segmento D que a lo largo de estos años ha ido evolucionando. Siempre ha mostrado buenas aptitudes, pero su última evolución es, para un servidor la mejor. Destaca por muchas cosas, pero como ahora te voy a contar, el BMW X5 xDrive30d tiene un secreto que lo hace terriblemente seductor.
A finales del siglo pasado, en 1999 para ser más concretos, BMW presentó el X5 de primera generación y rápidamente el mundo lo quiso. Un SUV premium firmado por una de las casas más queridas del mercado. Muchos lo rechazaron por romper la tradición de la casa de Múnich, pero hasta sus más firmes detractores han cambiado de bando al ver cómo ha evolucionado. Si bien no se puede decir que sea un todocamino deportivo, sí que puede decirse que es una de las compras más lógicas, sino la que más, de la categoría.
A nuestros días ha llegado la cuarta generación, que ha sido actualizada a principios de este mismo año para introducir novedades mucho más interesantes que su lavado de cara. BMW cambia, pero no sabría decir si mejora, la presencia de uno de sus SUV más vendidos. El frontal se vuelve más delicado ante el uso de más curvas que rectas. Mantiene nervaduras por toda la carrocería, pero, tristemente, se podría decir que ha perdido fiereza con respecto a la versión anterior. De paso ha aprovechado para meter algunas novedades adicionales como pinturas y juegos de llantas.
Sé que no es una de las elecciones preferidas por los conductores, pero personalmente tengo que destacar la combinación de la unidad de pruebas. Acabado M Sport, pintura Individual Ametrin Metallic (7.383 euros) y llantas con contraste de 21 pulgadas (2.466 euros). El X5 puede sumar una pulgada más, pero sinceramente esta medida me parece más que razonable. Cuadra perfectamente en el paso de rueda y, de paso, obtiene un mejor confort de marcha, algo de lo que va bastante sobrado el X5 en cualquiera de sus versiones. Si te has asustado con los precios de los opcionales, todavía no has visto nada.
Bonito y elegante por fuera, pero no menos espectacular por dentro. En el habitáculo nos recibe uno de los cambios más drásticos de esta última evolución. BMW se deshace de su habitual presentación de doble pantalla dividida para abrazar el nuevo esquema de panel corrido. El primero en ofrecerla fue el BMW Serie 2 Active Tourer y los alemanes aprovechan cada renovación para montarla. Eso ha obligado a los diseñadores a modificar todo el salpicadero para ofrecer una integración perfecta y equilibrada con el resto del interior. También cambian otras secciones como las salidas de ventilación centrales al no disponer ya, lamentablemente, de un módulo individual para la climatización.
BMW centra toda la actividad principal en las pantallas de 12,3 pulgadas que coronan el salpicadero, pero mantiene el mando rotativo del iDrive del túnel central a pesar de que podemos operar directamente sobre las pantallas de forma táctil. He de reconocer que si la presentación es buena, el sistema no me parece bueno. De hecho, BMW ha pasado de tener uno de los mejores infotainment del mercado a uno de los más complejos y enrrevesados. Muchos menús, muchos iconos y demasiadas personalizaciones inútiles que no hacen sino complicar el manejo. Los alemanes tienen que trabajar en esto de cara a próximos lanzamientos.
Eso sí, el X5 incluye todo lo que puedas necesitar y un poquito más, aunque tengas que echar el rato en encontrar las cosas. Estamos ante uno de los miembros de la familia UKL de BMW, la gama más elitista y cara de la casa. Eso quiere decir que disfruta de la última tecnología, pero el problema es que mucha de ella no llega de serie en un coche que ya de por sí es caro. BMW, al igual que el resto de marcas premium ha descubierto el gran negocio que se esconde tras los opcionales y obliga a pasar por caja para poder disponer de detalles que en muchos casos deberían venir instalados de fábrica y sin coste alguno.
No se puede decir que el X5 base sea un coche de escaso equipamiento, pero se deja en el almacén muchos recursos por los que luego hay que pagar sumas, en muchos casos, excesivas. A pesar de ello, centrándome en el equipamiento en sí hay mucho que destacar: faros de LED adaptativos de alta calidad, Head-Up Display, asientos eléctricos, climatizados y con función masaje, cierre de puertas servoasistido, equipo de sonido Bowers & Wilkins, techo panorámico retroiluminado, actualizaciones remotas y un completo paquete de asistentes con un nivel 2 avanzado de conducción autónomo.
Todos y cada uno de esos recursos harán las delicias de unos pasajeros que tendrán la sensación de viajar en una cabina de primera clase. No te quepa duda que hoy por hoy BMW fabrica los mejores interiores del segmento premium. En el interior del X5 todo derrocha calidad y buen hacer. El ensamblaje es sólido y los materiales transmiten un agradable tacto. Cuero, madera y molduras cromadas por doquier con recursos acabados en efecto cristal. La iluminación interior, totalmente personalizable, genera un ambiente más íntimo y relajado. Nada tiene que envidiar a su hermano mayor, el BMW X7.
Los ocupantes no sólo disfrutan de mucha calidad y recursos tecnológicos, también de espacio, mucho espacio. El X5 puede incluir hasta tres filas de asientos, aunque la unidad de pruebas no contaba con esas dos plazas adicionales diseñadas para niños o adultos en recorridos cortos. La segunda fila cuenta con una exagerada amplitud para las piernas y para la cabeza. En cuanto a volumen de carga no vamos a necesitar mucho más con los 650 litros de capacidad mínima que anuncia su ficha técnica. El volumen máximo de 1.870 litros se consigue al abatir la segunda fila por completo. Maniobra que se puede hacer cómodamente al presionar un par de botones.
Pero déjame decirte que por muy sorprendente que sea la presentación del X5, ya sea la exterior y la interior, con toda la tecnología que derrocha, lo mejor de esta unidad xDrive30d es su motor. Una joya con seis cilindros en línea, tres litros y turbo. No te quepa duda que es uno de los mejores, sino el mejor, motores diésel del mundo. Puede que sea la versión de acceso a la familia, pero hay coche para el 99,9% de las ocasiones. Ahora, gracias al lavado de cara, está acompañado de un sistema MHEV de 48 voltios que le permite ofrecer la ventajosa etiqueta ECO de la DGT.
Prueba BMW X5 xDrive30d
Las etiquetas medioambientales se han convertido en un argumento de peso a la hora de comprar un coche. Todo el mundo parece desesperado por conseguir la etiqueta CERO y eso lleva, en algunos casos, a tomar una mala decisión. Si pensamos fríamente hay pocas diferencias de movilidad entre un coche CERO y ECO, pero considerables inconvenientes a la hora de hablar de consumos y logística. BMW ofrece un X5 con etiqueta CERO, el 45e con sistema híbrido enchufable. Es buena alternativa, pero no mejor que un 30d diésel. Exige instalar un punto de carga en casa y todo ¿para qué? ¿Cuántas veces vamos a necesitar tener ese distintivo pegado en el parabrisas de nuestro coche? Ya te lo digo yo, pocas por no decir que ninguna.
Así que sí, mi recomendación es apostar directamente por el diésel con motor de seis cilindros. Y no pasa nada si es la versión de acceso como la que he probado. Oficialmente desarrolla 298 caballos de potencia y 670 Nm de par motor. Acelera de 0 a 100 Km/h en 6,1 segundos y ofrece una velocidad punta, que no he probado, de 233 kilómetros por hora. Dime tú si con esos datos no hay coche para todo lo que se pueda necesitar. Lo mejor de todo es que no estamos ante un coche moribundo pensado para ahorrar. El acelerador siempre responde rápidamente porque el motor y la caja de cambios circulan siempre en sintonía.
No pasa como en otros coches donde se trata de engranar la marcha más larga a cualquier velocidad para reducir emisiones. En este caso, BMW ha conseguido un perfecto equilibrio entre ambos muchos. El X5 xDrive30d tiene una excelente patada. Responde en cualquier momento y eso es sinónimo de seguridad a la hora de conducir. Y tampoco te vas a pensar que el consumo se dispara porque nada más lejos de la realidad. Consigue todo eso con un gasto ridículo si tenemos en cuenta el conjunto en general. La media semanal ha sido de 7,8 litros a los 100 kilómetros. Con un depósito de combustible de 80 litros podemos rodar más de 1.000 kilómetros sin tener que detenernos. Un PHEV no lo consigue ni se acerca.
Los viajes no sólo pueden ser eternos si queremos, sino que además serán tremendamente placenteros. La calidad de rodadura es sencillamente impresionante, mejor incluso que la de muchos coches eléctricos que se dan palmadas en el pecho. El motor no transmite ni vibraciones ni molestos ruidos y gracias a unos cristales gruesos y a mucho material aislante la cabina queda completamente separada del exterior para que nada perturbe. A todo ello se suma una suspensión neumática que te hace flotar, aunque eso supone decir adiós a un tacto de conducción deportivo. Tampoco pasa absolutamente nada.
BMW propone varios modos de conducción, entre ellos el famoso programa Sport de la casa, pero ni por esas el X5 abandona su tacto suave y relajado. Es lo que se pide de un coche de estas características y es lo que se obtiene en cantidades industriales. Si quieres dinamismo búscalo en el BMW X5 M, aquí vas a encontrar grandes dosis de balanceo y mucho, pero que mucho, confort de marcha. El tacto general es muy bueno, el motor anima a pisar el acelerador, la dirección responde, al igual que los frenos, y entra en las curvas con mucha facilidad, pero no le puedes pedir extremos porque se pierde.
La tracción total xDrive ayuda a mantener la física a rajatabla, repartiendo la fuerza entre las cuatro ruedas mediante sensores que analizan constantemente la tracción. También será un aliado cuando salimos del asfalto, pero tampoco hay que pensar en el X5 como si fuese una cabra montesa. La suspensión puede regularse en altura y sus cotas offroad no están nada mal: 25,2 grados de ángulo de entrada, 22,3 grados de ángulo de salida y 20,2 grados de ángulo ventral. Suma una altura libre de 21,4 centímetros y una profundidad de vadeo de 50 centímetros. Buenos datos, pero estaremos condicionados por los neumáticos.
Conclusiones
Olvídate de la etiqueta CERO, rara vez la vas a necesitar. El BMW X5 xDrive30d es la compra más lógica y sensata de la familia. Tiene el distintivo ECO que sirve para casi lo mismo y de regalo te llevas a casa uno de los mejores motores diésel del mundo. Es la guinda de un pastel sabroso y apetecible que no ha dejado de mejorar en estos años. El X5 es, para mí, el mejor SUV de la casa. El más equilibrado de todos. Todo es bueno en él, aunque BMW tiene que mejorar su infotainment y, de paso, dejar de ser tan rata con el equipamiento base o al menos no pedir tanto dinero por los opcionales.