Prueba Ford Edge 2.0 TDCi, 210 caballos al más puro estilo americano

Los grandes SUV no son los más vendidos de todos, pero sirven para marcar imagen de marca. En este caso hablo de un producto que representa fielmente a su compañía. La prueba de un americano exportado, el Ford Edge 2.0 TDCi. ¡Yiiiijaaa!

Prueba Ford Edge 2.0 TDCi, 210 caballos al más puro estilo americano

20 min. lectura

Publicado: 28/12/2017 09:00

Desde EE.UU, con dos toneladas de peso...el representante de Ford en el segmento D-SUV, el Edge

Si hacemos un repaso a la historia de los coches americanos triunfados en el continente europeo la lista se puede quedar muy corta. Y es que lo que triunfa en Estados Unidos no tiene por qué hacerlo aquí, y viceversa. Sin embargo los europeos hemos ido adoptando ideas propiamente yanquis, como los grandes SUV. El mercado los demanda, y por supuesto las marcas lo suministran aunque para ello tengan que cruzar un océano entero, como es el caso del coche que ocupa esta prueba, el Ford Edge 2.0 TDCi de 210 caballos.

El Ford Edge ha aterrizado en el mercado europeo hace relativamente poco, pero su historia se remonta más atrás. La primera generación salió al mercado, americano que no se olvide, en el año 2006. La segunda generación no apareció hasta ocho años más tarde, en el 2014, y con ella llegó el salto de continente. A Ford no le costó mucho dinero y esfuerzo adaptarlo a los estándares europeos, y voilá, el Edge llegó a una Europa sedienta de SUV en el año 2016, dos años más tarde del lanzamiento en su tierra natal.

Sirva como curiosidad que apenas un año después del lanzamiento de la primera generación, el Edge recibió un premio al mejor SUV compacto del país, y sí, has leído bien, compacto. En Estados Unidos todo se produce a lo grande, y lo que para ellos es compacto para nosotros es grande. Sus 4,8 metros de largo ni son compactos ni son habituales en Europa, donde obviamente se le posiciona entre los SUV de gran tamaño, en el segmento D-SUV, donde se enfrenta a rivales como el Peugeot 5008, el reciente Renault Koleos, o el Nissan X-Trail, por nombrar unos pocos.

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El asunto del tamaño es sin lugar a dudas una de las claves de este coche. La verdad es que no hay problema con la longitud, pues no es raro encontrar coches de ese tamaño, o incluso superior. El problema llega en sus proporciones, que lo hacen terriblemente incómodo para entornos urbanos. Sus casi dos metros de ancho son dramáticos para el garaje tipo europeo, al igual que para las enrevesadas cascos urbanos de las ciudades.

Su largo no es excesivo, el problema es el ancho y el poco radio de giro de las ruedas

Esta es sin lugar a dudas una de las grandes pegas que le pongo al Edge. Eso sí hay que reconocer lo evidente, les ha quedado bonito. Al menos a mí me gusta ese estilo americano, robusto, forjado a base de martillazos en el cinturón industrial del continente americano, y eso que se fabrica en Canadá. Su estilo no deja indiferente, no sé si es por el color, el tamaño o el diseño, pero el Edge atrae muchas miradas. Yo me sumo a esta tendencia y he de reconocer que me resulta bonito. Más si como en el caso de la unidad de pruebas equipaba el paquete estético ST-Line.

Vista la enorme carcasa, el interior también resulta exageradamente grande. Lo que no esperaba es que los americanos se hayan decantado por un diseño tan obsoleto. De un tiempo a esta parte los Ford diseñados por y para el mercado europeo lucen otro diseño de interiores, más actual, más enfocado a los estándares actuales. Ford ha optado por el conservadurismo interior, por un esquema que ya conocíamos en varios modelos de la marca del óvalo.

Lo digo sobre todo por la consola central, donde destaca el módulo de control del equipo de sonido que corre a cargo de Sony. No niego que sea vistosa o atractiva, pero ya está un poco vista. Por encima encontramos una pantalla, que esta sí se habitúa a los gustos modernos. Su tamaño oscila entre las siete y las ocho pulgadas, y es mucha la información que desprende y los sistemas que van asociados, incluido un equipo de conectividad de última generación que Ford denomina SYNC3 y que funciona realmente bien, no así el GPS que no termina de resultar demasiado intuitivo en su manejo.

Interior bien acabado, con calidad, y con una gran carga tecnológica

Por supuesto el manejo es táctil, con una buena respuesta y botones digitales de considerable tamaño que facilitan el control. Esta pantalla también sirve para mostrarnos las imágenes captadas por las cámaras de aparcamiento, que resultan tremendamente útiles dado el volumen del coche. La resolución no es la mejor, pero suficiente, sufriendo algo más de noche o en los garajes de poca iluminación.

Si seguimos hablando de pantallas, debo mencionar la presente en el cuadro de instrumentos. En este caso hablamos de un display más pequeño y más centrado en aspectos puramente relacionados con la conducción. Se controla a través de los botones del volante multifunción, y además de poder saber cuál es el consumo medio, la ruta o la autonomía, permite manejar los diferentes asistentes a la conducción que se incorporan en el coche.

Hay cuatro niveles de equipamiento: Trend, Titanium, ST-Line y el más alto de todos el Vignale que cuenta con detalles propios

Son muchos y muy buenos. A destacar están el asistente de mantenimiento de carril, el indicador del ángulo muerto, el detector de fatiga, los sensores de luces y lluvia, los faros de LED, el asistente de aparcamiento, el portón trasero de apertura sin manos, el acceso y arranque sin llave, y el control de crucero adaptativo, y el sensor de proximidad que va conectado con unos LED instalados en el salpicadero que se encienden en caso de ir demasiado pegado al conductor que nos precede, un poco arcaico pero muy funcional.

Todo ayuda a sentirte protegido por el Edge. La sensación de seguridad es mucha, y no solo hay que agradecérselo a los sistemas de conducción, sino también al volumen del coche, que da la sensación de ir en un tanque, en un coche muy robusto y muy alto que permite tener vigilado el tráfico en todos los ángulos. Buena nota para el americano en este aspecto que ha obtenido las cinco estrellas en los test de seguridad EuroNCAP.

Las cámaras de aparcamiento se vuelven imprescindibles en un coche de este tamaño

Así que ha quedado claro que los ocupantes van seguros, pero ¿irán cómodos? Indudablemente sí. El tamaño ayuda a ello, y de los 4,8 metros de largo, 2,5 van destinados a la distancia entre ejes. Eso se traduce en una habitabilidad impecable donde los ocupantes delanteros viajarán de lujo, al igual que los traseros que disfrutarán de mucho espacio para las piernas, la cabeza y los hombros. En ésta última cota es donde más se dejan notar los casi dos metros de ancho, pues el quinto ocupante podrá recorrer largas distancias con el único incordio del túnel de transmisión que resulta algo intrusivo dado que estamos ante un coche de tracción total.

En cuanto a su maletero, se oficializan un mínimo de 602 litros, una cifra acorde el segmento en el que se emplaza el Edge. Sus cotas son sumamente aprovechables dadas las formas rectilíneas del baúl. El único pero se lo dedico a la altura de la boca de carga, que resulta incómoda para cargar. La fila trasera de asientos se abate en una proporción 60:40 y la maniobra se puede realizar tanto desde los propios asientos como desde unos tiradores instalados en el maletero. Ford ha pensado en estos detalles y son de agradecer.

Hay que tener en cuenta que el Edge debe mover mucho peso, nada más y nada menos que 1.950 kilogramos, a lo que debemos sumar otros extras como el techo solar panorámico y un ocupante. Total, que cada vez que se mueve se arrastran más de dos toneladas. Los encargados de realizar tales esfuerzos son motores diésel, uno en realidad, con potencias de 180 y 210 caballos, que a su vez pueden ir asociados a una caja de cambios manual de seis velocidades o una transmisión automática Powershift de igual número de marchas. En todos los casos la tracción total es obligatoria.

El acabado Sport se corresponde con el nivel ST-Line, que cuenta con una estética ligeramente más deportiva

Prueba Ford Edge 2.0 TDCi 210 CV Powershift

La variante escogida para esta prueba ha sido la más alta de gama desde el punto de vista mecánico. Sin lugar a dudas me quedo con esta opción por dos razones. Una es que le sienta de maravilla al coche. 210 caballos resultan más que suficientes para mover el peso del coche. La configuración de la caja de cambios y motor es perfecta, no echas en falta un solo caballo, tampoco resulta excesivamente consumista y tragón, aunque tampoco te vayas a pensar que es un mecherito.

Sinceramente esperaba mucho más gasto que el obtenido. Ford homologa un gasto medio de 5,9 litros a los 100 kilómetros, un dato que ni de lejos se acerca al obtenido. Durante la habitual semana de pruebas, con casi 1.000 kilómetros recorridos en todo tipo de vías, el gasto medio registrado por el ordenador de a bordo era de 7,8 litros a los 100 kilómetros. Dado el peso, la potencia y el hecho de contar con tracción total, no me resulta para nada excesivo. Sí que es verdad que no es poco, lo reconozco, pero esperaba algo peor. De hecho si vamos con cuidado, un viaje en autopista a velocidades legales se puede quedar en apenas siete litros.

Por lo tanto el motor me parece el correcto por su comportamiento y su relación peso-rendimiento-consumo, pero también me lo parece por la calidad de rodadura que se desprende. Esto tiene menos que ver con el motor y más con la configuración general del coche, pero todo suma. La suavidad es sin lugar a dudas uno de los mejores atributos del Edge. Puede que no estemos hablando de un gama alta firmado por las escuelas alemanas o inglesas, pero la verdad es que no lo necesita.

El empleo de buenos materiales ensalza la sensación de calidad y confort

Ford se ha esforzado para que su SUV más grande sea un virtuoso del confort. Sirva como ejemplo que cuenta con un sistema activo de supresión de sonido. Los micrófonos de la cabina identifican parte de los ruidos del exterior, rodadura, motor y aerodinámica, y es capaz de eliminarlos emitiendo ondas a través de los altavoces del coche. Resulta algo complejo, pero funciona. La rumorosidad es muy baja en el habitáculo, y eso suma a la hora de crear una atmósfera de calidad.

Por supuesto también ayuda la elección de los materiales. De calidad en este caso, con un correcto trabajo de acabado, que podría ser mejor en ciertos ajustes. El tacto de todas las superficies es agradable, y dado que la unidad en cuestión contaba con uno de los niveles más altos de acabados, la presencia de la piel era extendida. En líneas generales un muy buen trabajo de confección, donde la cantidad de confort nada tiene que envidiar a la de otros modelos de más alta alcurnia.

El Edge cuenta con elementos de seguridad poco habituales, como los cinturones traseros inflables en caso de colisión

Como ya he dicho la calidad de rodadura es muy alta. Su hábitat natural son las autopistas o en su defecto las carreteras secundarias sin excesivas variaciones de dirección. Sí que es cierto que los ingenieros de Ford han sabido configurar muy bien la suspensión para que sea cómoda y suave cuando tiene que serlo, y para que aporte buenos niveles de rendimiento cuando así se le exija.

En los tramos revirados no se siente como pez en el agua, pero sabe resolver la papeleta con solvencia. La suspensión sujeta bien al coche en el paso por curva, aunque al elevar el ritmo se percibe un rebote del eje delantero pero en este caso la tracción total actúa para no salirnos de la zona de seguridad. Es un extra que siempre suma y que en ciertos momentos es de agradecer. Eso sí no hay que pensar que estamos ante una cabra montesa o ante un Ford F-150 en su defecto. Sus capacidades offroad son buenas, superiores a la media, pero el hecho de contar con neumáticos de asfalto te obligará a no adentrarte mucho en terrenos inexplorados.

La caja Powershift es suave y rápida, no se le pueden poner pegas pues cumple perfectamente

De cualquier manera esta no es la finalidad del Edge, lo suyo es trasladar a sus ocupantes de la forma más cómoda, holgada y tranquila posible, y ese papel lo representa a las mil maravillas. Es un coche ideal para viajar, para usar entre núcleos urbanos, y para adentrarnos en esos caminos no excesivamente complicados que con un coche convencional no nos atreveríamos a afrontar. Lo mejor es dejarlo a las puertas de las grandes y estrechas ciudades, donde ni tú ni él os sentiréis a gusto.

Eso sí, hay que pasar por caja para tener todo lo anteriormente mencionado. No es el SUV más barato del mercado. Tiene calidad, tecnología, rendimiento y espacio, y eso hay que pagarlo.El precio de salida del Ford Edge es de 37.442 euros, oferta mediante. En el caso concreto de la unidad probada hay que sumar ciertos elementos opcionales, además del acabado ST-Line y el cambio automático. Con todo ello el presupuesto final del coche de pruebas asciende hasta casi los 53.000 euros.

Conclusiones

Debo reconocer que no esperaba gran cosa del Ford Edge, pero este es uno de esos casos que hasta que no lo pruebas no sabes lo bueno que es. Tras una semana de pruebas y análisis el gran SUV de Ford me ha gustado. Tiene muchos puntos fuertes; calidad, espacio, confort, comportamiento... Éstos son los argumentos principales para abordar la compra de un Edge, si es que buscas un SUV enorme para tus desplazamientos no rutinarios.

El Edge obtiene una muy buena nota. Un SUV de ultramar que satisfará a clientes europeos

Si buscas algo más para el día a día, para ir y volver del trabajo en una gran urbe puede que este no sea tu coche. El principal problema que tiene es el tamaño que presenta, que lo hace incómodo de manejar en ciudades. Pero si eres una persona atrevida y crees que esto no te afectará, pocas pegas más le puedes encontrar al Edge, aunque si nos ponemos pijoteros sumaría un diseño anticuado de la consola central y un precio que si bien no es loco o exagerado puede que a más de uno le entre la duda de si tirarse a por la tradicional opción alemana. Eso sí, que sepas que esta irá mucho menos equipada.

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