Probamos los Lamborghini Huracan y Urus, una tarde de toros
Lamborghini siempre ha sido una de mis marcas preferidas. Con varios póster colgados de mi pared siempre soñé con la idea de subirme a uno. Aquél sueño infantil se ha tornado realidad gracias a que por mis manos han pasado dos de sus bestias.
El sueño de todo niño es poder subirse en un coche potente y galopar al compás de la carretera y un sonido evocador. En nuestra más tierna infancia soñamos con alcanzar esos momentos que rara vez se suele dar en la vida adulta. Montar en un Lamborghini es una meta, un sueño, y ya no digamos poder conducir dos de sus modelos más bestias. El Lamborghini Urus y el Lamborghini Huracán cuelgan de muchas paredes, pero por esta vez, han sido míos.
Ferruccio Lamborghini fue un hombre hecho a sí mismo. Tomando los estándares actuales hablamos de él como un visionario y un emprendedor. Todos conocemos su historia, y no quiero ser yo el que aburra al público contando algo que todos sabemos. Yo crecí en los 80 y los 90, la era de los Lamborghini Countach y Diablo. Los dos figuraban decoraban mi carpeta de estudiante, y solo ver uno ya era motivo más que suficiente para tener un gran día (no recuerdo haber visto uno hasta ser mayor).
¿Quién le iba a decir a aquel Javier pequeño que tendría que esperar unos años para poder conducirlo? Si me lo hubiesen dicho no me lo hubiese creído, pero así ha sido. Aunque Italia es sinónimo de Ferrari, los toros de Lamborghini son pura esencia transalpina. Desde su sede de Sant'Agata Bolognese han salido grandes figuras del mercado de los superdeportivos: Miura, Espada, LM002, Murciélago, Aventador, Gallarod, Huracán y por último Urus, sumando alguna que otra unidad extraordinaria como Reventón, Sesto Elemento, Veneno o Centenario. A cada cual más espectacular.
Los italianos siempre han mostrado una gama corta, apenas dos o tres modelos, que les ha servido siempre para figurar en las listas más ilustres del mundo. Sus coches alcanzan precios desorbitados, y allá donde pisen son señalados con admiración. La evolución de la marca ha sido notable con el paso de las décadas. Los años 90 fueron extraños. Lamborghini era considerada una marca exótica, un gran nombre para productos extraños. Con la entrada en el nuevo milenio se quiso dar un nuevo significado a la compañía.
Fue entonces cuando se sientan las bases de la Lamborghini moderna y claramente enfocada al lujo. El siguiente paso vino al enfocarse a un público mayor, donde el Urus ha ejercido un importante peso. De cara a los próximos años, Lamborghini tiene ante sí un reto marcado por una industria que concibe la deportividad en términos radicalmente diferentes a los actuales. La electricidad se ha vuelto indispensable, pero no resulta nada sencillo realizar esa transición para una marca tan "sonora" como la italiana.
¿Llegaremos a ver Lamborghinis eléctricos? Por supuesto, y mucho antes de lo que te puedas imaginar. Antes de que acabe la década actual, para el año 2027, se espera el lanzamiento de ese primer modelo 100% eléctrico. Antes de esa fecha, en 2024, la gama será hibridizada por completo, en todo su porfolio de productos; V8, V10 y V12. Un cambio de paradigma absoluto que tiene que ser realizado en sintonía con los clientes y los aficionados, los cuales tienen mucho que decir en el porvenir de la marca.
Pero quiero alejarme un poco del futuro para centrarme en el presente. Tres son los modelos que sustentan actualmente la compañía: Aventador, Huracán y Urus. Los tres conforman una gama corta, pero suficiente. Dejando a un lado al Aventador, las ventas mayoritarias se centran en los modelos de acceso. Acceso que ya quisieran muchas marcas y muchos clientes para sí. El Huracan es una joya en formato reducido, y el Urus hace honor al emblema de su morro. Cuando arranca es como un animal salvaje en plena estampida. Empecemos con él.
Prueba Lamborghini Urus
En cuestión de gustos no hay nada escrito, eso está claro. Muchos tildarán al Lamborghini Urus de un SUV bonito, aunque yo no me encuentro entre esas filas. ¿Resulta espectacular? Sin lugar a dudas, pero a título personal diría que resulta demasiado vasto. Su presencia es imponente, nada más acercarte a él sientes un aura diferente. Muchos dirán que no es más que un Audi RS Q8, pero no es justo comparar ambas máquinas. Sí, es cierto que los dos modelos comparten muchos elementos, de hecho, una de las cosas que más me ha llamado la atención es el claro enfoque Audi del interior del Urus.
Mismos botones, mismas pantallas y muchos de los paneles están presentes, pero en el caso del italiano se llevan al límite. La sensación de calidad es brutal. Las mejores vacas han donado su vida para la causa, y el grado de atención al detalle es tal que incluso te encuentras pespuntes delicados en el panel del techo. Un deportivo italiano con el acabado de un modelo premium alemán. La cuadratura del círculo. No se puede pedir más.
El Urus es el modelo de acceso a la casa, el más económico de sus vehículos, aunque eso no quiere decir que sea en absoluto barato. Desde 171.500 euros, pocas personas pueden acceder a él. A cambio se tiene una agradable colección de tecnologías y detalles, aunque creo que nada de eso importa. Cuando uno se compra un Lamborghini, en este caso un Urus, es porque quiere ser diferente al resto. No quiere aparecer en la discoteca de moda o en el club de campo con un SUV "normal". No.
Hay mucha gente dispuesta a hacer semejante sacrificio, tanta que nada más llegar el Urus se ha convertido en el modelo más vendido de la casa. También hay que reconocer que es el más funcional, y el más familiar. Capacidad para hasta cinco pasajeros buen volumen de maletero, cómodo para viajar, bien equipado y una bestia cuando hundes el pedal del acelerador. Se puede decir que en muchos momentos hablamos de un SUV más, pero cuando se despierta, este toro embiste con fuerza.
Y es normal que lo haga, porque bajo su musculosa carrocería se esconde un imponente motor Porsche. Se trata de un bloque V8 biturbo de cuatro litros que consigue exprimir 650 caballos y 850 Nm de par motor. Toda una fuerza de la naturaleza. A pesar de oficializar 2.272 kilogramos, el Urus se mueve con mucha más soltura de la imagina. Lamborghini lo ha calzado con los últimos y más avanzados sistemas dinámicos como tracción total, eje trasero direccional, estabilizadoras activas, suspensión neumática y mucho más.
¿Eso qué quiere decir? Pues que es capaz de arrancarte la cabeza si no te lo tomas en serio. Lo más difícil de controlar es el peso. Con tanta masa en movimiento, las inercias pueden descontrolarse rápidamente. Evidentemente la física tienes sus límites, y por mucho que la neumática sostiene el balanceo de la carrocería, el giro nunca será tan plano como en un superdeportivo como el Huracan. A pesar de ello sorprende lo ágil que resulta en un tramo revirado.
Sus 5,11 metros se camuflan muy bien gracias a las cuatro ruedas directrices. El tacto de la dirección, aunque podría ser ligeramente más pesada, es muy directo. El volante transmite rápidamente la información a las cuatro ruedas. Las traseras giran en sentido contrario a baja velocidad, mientras que a alta velocidad lo hacen en el mismo sentido para agilizar ese paso por curva. Como ya digo lo peor es la frenada, pero los italianos han resuelto la papeleta introduciendo discos de acero o carbocerámicos con 440 milímetros en el eje delantero y de 370 milímetros en el posterior.
Si alguien tiene en cuenta mi consideración mi apoyo va para los cerámicos por simple cuestión de fatiga. Los de acero están perforados para maximizar la durabilidad, pero van a terminar cansándose antes que los otros. Curioso me ha resultado también la forma en la que se transforma en función del modo de conducción seleccionado. Hay tres programas normales: Strada, Sport y Corsa, y otros añadidos para funciones todoterreno que resultan especialmente ventajosos cuando el terreno no se vuelve tan firme o regular.
Sabbia, Terra y Neve son esos programas específicos que serán muy útiles cuando subas a los Alpes a esquiar. Esos modos, que Lamborghini denomina estados de ánimo, traducen el comportamiento del coche, aunque no tanto como cabría imaginar. El salto más notable es al motor Strada, donde ni siquiera el motor se deja notar en ruido o rumorosidad. Parece eléctrico. En los modos más deportivos es otra cosa, el coche se tensa, todos los mandos se vuelven más sensibles y el escape empieza a regurgitar con alegría.
Las marchas se estiran al máximo, tanto que no parecen tener fin. Pasar de la tercera se vuelve una aventura, porque yendo en esa marcha ya se alcanzan velocidades que la DGT considera penitenciarias. La operatividad se puede dejar en modo automático o realizarlo de forma manual mediante dos levas de impecable tacto. De hecho, como particularidad, la primera siempre se engrana desde la leva, al no haber una posición D en el módulo central del cambio.
Ante todo esto la pregunta personal que me surge es la siguiente: ¿Si estuviera en disposición de gastarme tanto dinero en un SUV me compraría el Urus? Con la mano en el corazón. De hecho, no creo que el Urus hubiese adornado mi carpeta de estudiante o mis paredes infantiles. Cuando pienso en un Lamborghini no concibo tales formas. Es una cuestión personal. Cuestión personal que se ha visto reforzada tras probar un Huracan.
Prueba Lamborghini Huracan
Ahora es cuando empezamos a entendernos. Perdóneme todo aquél firme defensor del Urus, es un cochazo, pero no es para mí. Ni más ni menos. El Huracan en cambio si es más mi estilo de lo que tiene que ser un Lamborghini. Bajo, bonito, afilado, estridente y rápido, muy rápido. Los de Sant'Agata Bolognese cataron por primera vez un V10 en el viejo Gallardo, y desde entonces lo han estado usando en su deportivo de acceso. Un V10 clásico, atmosférico y de la vieja escuela.
Ya sé que no es un V12, pero si no te gusta este motor es porque no lo has probado. Pero antes de entrar en detalles al respecto, me declaro firme defensor del estilo Huracan. Tiene todo lo que se puede pedir de un superdeportivo italiano. Presencia, vistosidad y dramatismo. Todo eso se completa con elementos muy sensatos aportados por nuestros amigos los germanos. Una mezcla muy bien presentada de la que es imposible no desviar la mirada.
A diferencia del Urus, el Huracan no es 100% Audi en su interior, y eso me ha gustado porque te encuentras las típicas locuras italianas, como los botones de la iluminación. Son innecesariamente complejos, pero he ahí su gracia. El control de los intermitentes no está en una palanca satélite del volante, si no en unos botones en él. Resulta incómodo, casi estúpido, pero me encanta. Me enamora hasta el botón de arranque. Levantar la pestaña al estilo caza te transmite a una experiencia diferente, te avecina lo que está por venir.
Por supuesto no pueden faltar los materiales de calidad mezclados con componentes típicos de competición como la fibra de carbono, que si uno lo desea puede ser prensada. Más cara, pero con un grafismo espectacular. El Huracan también prescinde de ciertos elementos de confort. Sus asientos no resultan tan acogedores como los del Urus. Si eres de culo ancho, como es mi caso, notas cierta presión en las reales posaderas, pero rápidamente la zona se insensibiliza.
De hecho, una de las cosas que más me ha llamado la atención es el tener la sensación de ir muy alto. Mi primera acción ha sido la de bajar el asiento y descubrir que casi estaba en su posición inferior. Simplemente es una percepción, porque realmente se va bajo. El habitáculo es espacioso, y muy completo. No se echa en falta ninguno de esos elementos modernos que hoy inundan los coches. Tiene lo necesario, lo que puede necesitar cualquier rico adinerado, y con eso me conformo. Humilde que es uno.
El Huracan es un juguete para dos. Aquí la familia y los amigos sobran siempre y cuando no superen la unidad. Su espacio se reserva para una pieza de ingeniería genuina. Obviamente me refiero al motor V10 atmosférico de 5.204 centímetros cúbicos, el mismo que se monta en el Audi R8. Está preparado para mostrar dos niveles de potencia: 610 caballos para la unidad de tracción trasera y 640 pencos para la versión AWD.
En el pasado he tenido el privilegio de probar el R8 en todas las configuraciones posibles, y si te soy sincero esperaba que el Lamborghini Huracan fuera muy similar, pero no lo es. A pesar de ser considerados hermanos mellizos, cada uno tiene un carácter diferente. Mientras que el germano es muy germano, el italiano es un poco más desenfrenado. Tacto más firme y un sonido en todo momento estridente.
La experiencia de un superdeportivo tiene que ser completada con una banda sonora única. Eso es algo que no entienden los amantes de los eléctricos. No solo es cuestión de ir deprisa 100, 200 0 500 metros, es todo. Velocidad, giro y ruido lo que crea esa experiencia única, y el Huracan sabe crearla a lo bestia. Los italianos se han desecho del escape alemán y han montado una orquesta de heavy metal. Aunque siempre resulta atronador, es al superar la barrera de las 6.000 revoluciones cuando se llega al climax. Una orgía sonora que inmediatamente te saca una absurda cara infantil.
Esto sí es un Lamborghini, esto sí es un deportivo. Aunque el bueno de Valentino Balboni no ha puesto sus manos en el desarrollo del Huracan, que ahora se apellida EVO tras la última actualización, sientes esa herencia en cada uno de tus poros. Ver el emblema en el volante mientras conduces es único. Todo en él se centra en esos momentos de alegría automovilística. Aunque sea sorprendentemente refinado en un uso corriente, su alma está pensada para correr.
Un potro salvaje que al igual que el Urus presenta diversos estados de ánimo: Strada, Sport y Corsa. En todos ellos el comportamiento es agresivo, aunque a medida que subimos en el escalafón deportivo se vuelve más radical. En modo Strada la caja de cambios solo responde a tus órdenes, la asistencia del control de tracción se despide y te encuentras tú solo con la máquina. Una máquina que transmite en todo momento una gran seguridad. Está desarrollado para ponerte las cosas sencillas, cuanto más, mejor.
En su formato RWD la trasera se insinúa en un cortejo acompasado con la dirección. Las respuestas son nobles, y sólo habrá que tomarse ciertas precauciones con la entrada de gas. El paso por curva es rápido gracias a un impresionante agarre mecánico generado por unos buenos zapatos Pirelli y a un diferencial que trabaja perfectamente. Tal es la confianza y la seguridad que transmite que rápidamente te encuentras viajando a altas velocidades y tomando curvas a un ritmo que nunca hubieras imaginado.
Los niños gritan a su paso, los adultos lo señalan con cierta envidia y nadie puede resistirse a su atractivo. Pocos de estos, demasiado pocos se ven por las carreteras. El mundo sería mucho más divertido con más Huracanes por la carretera (el coche, no el efecto climatológico). Me bajo de él con la pena de no ser rico, pero quién sabe Javier, igual en otra vida. Hace unos años ni en el mejor de tus sueños te habrías visto en una de estas, quien sabe si dentro de otros cuantos giros en torno al sol puedes tener uno. Ojalá, porque este sí me lo compraría.
Dios, y normativas de contaminación mediante, el mundo necesita estas máquinas para no caer en el más absoluto de los aburrimientos. No solo pasa con el Huracan o el Aventador. Pasa con muchos coches mundanos y corrientes que parecen tener los días contados por las decisiones de unos políticos cuyas operaciones están guiadas por movimientos mercantiles y económicos. Súbete a uno de estos, Gretta, ya verás como se te alegra la cara al instante. Te lo garantizo.