Prueba Mazda CX-5 2.2D 150 2WD MT, no es sólo una cara bonita

Probamos la segunda generación del Mazda CX-5 con el motor diésel Skyactiv-D de 150 CV asociado al cambio manual y a la tracción delantera. La guinda la pone el acabado Zenit Black, una versión especial que proporciona más equipamiento y calidad.

Prueba Mazda CX-5 2.2D 150 2WD MT, no es sólo una cara bonita

11 min. lectura

Publicado: 28/11/2017 08:00

Mazda ofrece una paleta de nueve colores para el exterior del nuevo CX-5

El Mazda CX-5 es el modelo más vendido de la marca japonesa en nuestro país durante este año. A mediados de año recibió una importante actualización que conocimos en nuestra primera toma de contacto del CX-5 2017. Nos dejó un buen sabor de boca así que hemos querido conocerlo con más profundidad.

La unidad que tengo entre manos lleva una de las configuraciones más interesantes de la gama. El motor es el diésel de 150 CV asociado al cambio manual y a la tracción delantera y la versión especial Zenit Black, una de las más completas que se ofrece en la gama del SUV japonés.

Aunque a primera vista parece cambiar poco respecto al modelo anterior, se trata de una nueva generación con algunos cambios profundos respecto a su predecesor. Han mantenido la esencia del lenguaje de diseño Kodo porque su imagen combina perfectamente un aspecto señorial y unos rasgos dinámicos y deportivos, lo que le hace ser uno de los SUV más atractivos del momento.

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Los faros Smart Full LED adaptativos (ALH) son una novedad del CX-5 2017

Visualmente parece más grande de lo que realmente es, puesto que sus dimensiones son compactas con 4,55 metros de longitud. Me encanta la enorme parrilla frontal con una delicada trama en acabado negro brillante que acompaña la afilada mirada del CX-5 con unos estilizados faros LED adaptativos. Las llantas de 19 pulgadas con cinco radios dobles le sientan muy bien y atrás llaman la atención unos pilotos de tamaño diminuto en relación a la voluminosa zaga.

En el habitáculo la sensación de calidad visual es muy elevada, especialmente en esta versión tope de gama Zenit Black que proporciona una atmósfera más lujosa. Hablo de calidad aparente porque la impresión que se tiene al tacto no está tan conseguida y tocando estos materiales se nota que lo que parece madera o aluminio es en realidad plástico.

Mazda se ha esmerado en que el habitáculo ofrezca una buena impresión

El asiento del acompañante tiene regulaciones eléctricas en dos posiciones. El asiento del conductor es más completo, con ajustes en cuatro posiciones y función de memoria. Ambos están calefactados. La tapicería de cuero es de serie en este acabado, pudiendo elegirse en negro o blanco. La segunda posibilidad es la más recomendable porque aporta una mayor claridad a un interior en el que ya abundan los tonos oscuros y sobrios.

El espacio abunda en la fila trasera. Evidentemente la plaza central es la menos capaz, como es habitual en todos los modelos de la categoría, pero aún así el CX-5 se sitúa por encima de la media en este aspecto. El maletero tiene una capacidad de 506 litros, un volumen normal para su tamaño, y abatiendo los asientos traseros la capacidad de carga crece hasta los 1.620 litros. El portón de accionamiento eléctrico, una novedad de esta generación, aumenta la practicidad del popular SUV de Mazda.

Aunque se sitúa entre los mejores generalistas, el CX-5 aún está un paso por detrás de los premium, especialmente en cuanto a equipamiento se refiere. A pesar de que se trata del acabado más completo, el SUV japonés no puede disponer de elementos como un sistema de cámaras de 360 grados, una instrumentación digital, unos asientos ventilados o un sistema de aparcamiento automático. El sistema multimedia MZD Connect con pantalla de 7 pulgadas carece de conectividad con Apple CarPlay y Android Auto.

Eso sí, en cuanto a equipamiento de seguridad no se puede poner ninguna pega. Entre otros está disponible el sistema de asistencia a la frenada en ciudad, la alerta de cambio involuntario de carril, el control de crucero adaptativo con función Stop&Go, una alerta de tráfico trasero, el detector de fatiga del conductor, el control de ángulo muerto o el sistema de reconocimiento de señales de tráfico.

El CX-5 brinda un arsenal tecnológico de seguridad

El motor diésel de 150 CV es una buena opción de compra. No es muy refinado y se agradece que la insonorización del habitáculo sea sobresaliente. Este bloque mueve convenientemente al CX-5 en todas las situaciones y empuja bien, así que posiblemente no merezca invertir en la versión de 175 CV porque las prestaciones no son mucho mejores y es más caro. De hecho, una alternativa a tener en cuenta debería ser el gasolina 2.0 de 165 CV, que eleva ligeramente el consumo a cambio de un precio más contenido y una suavidad extrema. Ese motor de gasolina lo probamos en la generación anterior del CX-5 y nos impresionó por su rendimiento.

Al volante transmite mucha sensación de seguridad al conductor, obedeciendo bien las órdenes del volante. Dinámicamente no tiene ningún aspecto que se pueda tachar de deportivo. Ni lo pretende ni lo necesita. La suspensión tiene un tarado confortable y en zonas reviradas las oscilaciones de la carrocería son claras restando agilidad. Los baches más notables son correctamente filtrados por la amortiguación pero las pequeñas irregularidades sí llegan al habitáculo debido al poco perfil de los neumáticos embutidos en las llantas de tamaño más que generoso.

La dirección es muy insensible y apenas transmite nada de lo que sucede bajo las ruedas además de estar muy asistida, demasiado, para ahorrar al conductor de cualquier esfuerzo innecesario. A diferencia de algunos de sus rivales, el modelo de Mazda no dispone de modos de conducción que permitan modificar los parámetros de la dirección o el motor. Una lástima porque así se podría aprovechar mejor sus cualidades y seleccionar una opción más eficiente o más prestacional según las necesidades.

El motor 2.2 Skyactiv-D es ahorrador si se asocia al cambio manual y la tracción delantera

El cambio manual tiene seis marchas bien escalonadas pero no destaca por su finura. Por este motivo la transmisión automática de convertidor de par disponible para este motor es una opción a considerar por su suavidad. Aunque aumenta el confort notablemente conviene echar cuentas ya que también sube algo el consumo y sobre todo incrementa mucho el precio ya que conlleva incluir el sistema de tracción integral.

La tracción total sólo merece la pena para reforzar la seguridad sobre asfalto mojado o helado, pero no si se tiene intención de realizar excursiones camperas frecuentemente, ya que es terreno en el que el modelo de Mazda no se siente cómodo. Con el CX-5 las posibilidades offroad son muy limitadas y es mejor acotar nuestras aventuras fuera del asfalto a circular por pistas fáciles y sin complicaciones.

El consumo de combustible es uno de los puntos fuertes del CX-5 2.2D. Los valores pueden variar mucho según las condiciones pero premia una conducción eficiente. Recorriendo vías de circunvalación a ritmos suaves se pueden obtener cifras por debajo de los 5 litros sin dificultad. En autopista rodando cerca de los límites legales suele estar entre los 5,5 y los 6,5 l/100 km, un buen dato para un coche de este tamaño.

Un SUV con un toque de clase

Para ir concluyendo, hablemos de dinero. El CX-5 2.2D 150 CV está disponible desde 28.850 euros, un precio que se eleva hasta los 35.320 euros en esta versión Zenith Black que supone el tope de gama del SUV japonés. La tracción total aumenta el precio en 3.080 euros más y si se busca una combinación de tracción total y cambio automático la factura asciende en 5.130 euros adicionales.

Quedarse con el cambio manual y la tracción delantera permite que el presupuesto no se dispare y seguir disfrutando de un todocamino muy atractivo, espacioso, práctico y que tiene una dinámica que principalmente premia la conducción relajada y eficiente. En general es un producto muy convincente, recomendable especialmente para quien quiera un SUV con un enfoque familiar.

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