Prueba McLaren GT, precisión detallada para refinadas posaderas
El sueño de Bruce McLaren no solo era conquistar el mundial de Fórmula 1. El legendario ingeniero también aspiraba a conquistar las carreteras con modelos extraordinarios. Hoy su sueño se ha plasmado con coches como el McLaren GT, el cual he tenido la suerte de probar.
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Publicado: 29/12/2021 18:00
La historia de McLaren está irremediablemente ligada a una de las grandes figuras de la automoción; Bruce McLaren. El neozelandés ha pasado a figurar en todos los salones de la fama del mundo del motor, tanto en la competición como fuera de ella. Hoy sus productos de calle se mezclan con sus coches de carreras. La Fórmula 1 generó una estirpe que sigue vive, más que nunca, y creciendo gracias a la llegada de productos como el McLaren GT. Un superdeportivo diferente y bastante alejado de la tradicional filosofía de la casa.
Aunque Bruce McLaren nació en las antípodas, pasó casi toda su vida en Inglaterra, donde echó raíces. Woking es la casa actual de la compañía. Una sede de reconocido prestigio no solo por sus creaciones, también por su diseño obra del fantástico arquitecto Norman Foster. El GT tiene una filosofía muy parecida a la de la sede inglesa. Resulta tan espectacular como discreto. No hay nada en él que llame especialmente la atención, pero todo en el destaca. Un equilibrio de líneas perfectamente creado.
Indudablemente, el McLaren GT luce una librea de diseño que rápida y claramente recuerda a los modelos de la compañía inglesa. A diferencia de otros modelos como el McLaren 720S o incluso el McLaren Artura, el GT es más sutil. Afilado, pero sencillo. Deportivo, pero con clase. La elegancia es una de sus mayores cualidades, algo que no pasa por alto a cualquiera que se cruce con él. Ya sea por lo extraño que resulta verlo (apenas hay en España), como por lo bonito que resulta no deja de atraer miradas, contraponiéndose a todo lo que quiere lograr.
Obviamente un McLaren jamás debe ser creado para pasar desapercibido y, por más que lo intente, al menos la unidad de pruebas, el GT no lo consigue. Si no resulta discreto en parado y cerrado, mucho menos lo consigue con las puertas abiertas. Sus entradas verticales deslumbran al mundo cuando inician su atractivo movimiento. No son puertas, son portales de entrada a un habitáculo donde se entremezcla lo deportivo con lo convencional. La competición con la rutina.
En el pasado he tenido la ocasión de subirme y probar otros deportivos ingleses de alta alcurnia, como el Aston Martin DBS Superleggera Volante. Una obra de incalculable belleza que defraudaba enormemente en su interior. Eso no le pasa al modelo de Woking. McLaren sabe que las grandes fortunas sucumben ante la calidad, y así responde el GT. Un interior de gran ejecución en materiales y tecnología. Las mejores vacas han donado su vida para completar la cobertura general de puertas, salpicadero y asientos. Y a ese sacrificio se unen materiales de competición como la fibra de carbono y el metal.
El McLaren GT es muy agradable en su interior, y no se echa en falta nada especialmente llamativo o importante, salvo algún que otro espacio donde dejar los objetos mundanos como las llaves, el móvil y la cartera. El más civilizado de las fechas plateadas está pensado para recorrer Europa de la forma más sofisticada posible. Es un superdeportivo, sí, pero también es un excelente rodador con toda la tecnología embarcada que uno pueda necesitar. Obviamente no tiene tantos cachivaches como un Mercedes Clase S, pero no se deja atrás nada importante.
No falta la digitalización ya habitual en la industria como la instrumentación digital o el infotainment general desde el que se manejan la gran mayoría de comodidades y sistemas embarcados. Se nota que McLaren no está acostumbrada a la funcionalidad del día a día porque resulta curioso dónde han ubicado algunos botones como el control de los espejos, las luces, y sobre todo el ajuste de los asientos, completamente escondido. Muchos de esos mandos analógicos cumplen varias funciones en sí, y al principio resultan algo complicados de entender y manejar.
Tras estar un buen rato buscando todo lo que se puede hacer y controlar, es fácil acostumbrarse a esa forma de presentación, aunque hay que dejar atrás el concepto clásico. Por el contrario, el sistema multimedia está muy bien planteado, algo que me ha sorprendido. No hablamos de un display de última generación, es pequeñito, pero funcional. En sus siete pulgadas de tamaño concentra todas las necesidades. Su manejo es bastante sencillo, rápido e intuitivo. No descentra mucho de la conducción, algo que sería letal teniendo en cuenta el ritmo que puede alcanzar el GT.
Con todo ello, el interior de este McLaren tan atípico no transmite una sensación pura de conducción. Posiblemente, lo más deportivo sean sus asientos y su volante, carente por completo de cualquier botón. La postura es baja con un volante completamente enfrentado, pero no es tan deportiva como cabría esperar. De hecho, pasajeros altos pueden tener problemas de colocación en cualquiera de sus dos asientos. En ese aspecto creo que es menos McLaren de lo que me gustaría.
Cuando los ingenieros plantearon el GT sabían que tenían que cumplir con ciertos requisitos. El proyecto no se abordó de la misma forma que el McLaren Senna que probamos tiempo atrás. En este caso el GT no está enfocado a ofrecer lo más de lo más, si no a mostrar un equilibrio muy complejo entre funcionalidad y rendimiento. La parte funcional llega de mano de los excelentes acabados, de la amplia oferta de sistemas y de una capacidad de carga notable. Un gran maletero posterior que cuenta con el soporte de un práctico baúl delantero que permitirá poder viajar sin obligarte a dejar pertenencias en casa.
Bruce McLaren era firme defensor que, si empezabas a centrarte en el glamour de la competición, tus días de constructor o piloto no iban a durar mucho tiempo. Resulta curioso que hoy en día McLaren esté rodeada por esa atmósfera de lujo a la que siempre fue reacia su padre fundador. Los tiempos cambian, eso está claro, pero lo que no puede cambiar es el hecho de que un McLaren no sea deportivo. Se llame GT como Speedtail, un producto de Woking tiene que lucir en el aspecto prestacional.
Para ello el viajero de la familia emplea el mismo motor que el resto de sus hermanos. Hablamos de un bloque de ocho cilindros en uve con dos turbos ubicado justo tras los respaldos de los ocupantes. Con 3.994 centímetros cúbicos de cilindrada, doble árbol de levas en cabeza y cuatro válvulas por cilindro, esta joya de la mecánica moderna fabricada en aluminio desarrolla 620 caballos de potencia a 7.500 revoluciones y 630 Nm de par motor entre las 5.550 y las 6.500 vueltas. Ya empezamos a hablar en términos McLaren.
Al volante del McLaren GT
He de reconocer que el GT ha terminado siendo tal y como lo esperaba. Cuando uno piensa en un GT de lujo piensa en un coche de este estilo. Porsche 911 Turbo, Ferrari Roma, Bentley Continental GT, Aston Martin DB11... Todos ellos unidades de la categoría que, al igual que el McLaren, ofrecen un excelente compromiso entre rendimiento y conducción. El inglés no resulta amenazante en su conducción. No es un coche loco e impertinente que pretende matarte a cada acelerón o giro de volante. Todo lo contrario.
A los pocos kilómetros ya te sientes en armonía con él. Es fácil de conducir, resulta cómodo y está muy bien pensado para los problemas del día a día. Gracias a su eje delantero elevable, permite sortear obstáculos molestos como los badenes sin rascar ninguna de sus preciadas piezas de carrocería. La suspensión es firme y a la vez suave, y la transmisión solo da "patadas" cuando comprende que quieres alejarte del trato civilizado.
Reconozco que es el primer McLaren que pasa por mis manos, y aunque me lo imaginaba "civilizado", no creía que lo iba a ser tanto. Al igual que muchos coches modernos, cuenta con diversos programas de conducción: Confort, Sport y Track, aunque con toda sinceridad reconozco que las diferencias entre uno y otro no son excesivas. Además, resulta incomprensiblemente complejo activar semejantes funciones, pues primero requiere pulsar el botón Active y luego modificar el programa mediante la rueda de control. Una especie de seguro vital de doble confirmación.
Como venía diciendo, el GT no es fiero o incontrolable. Solo en ciertos momentos saca a relucir un carácter de hooligan inglés alcoholizado. Quitando los controles y liberando el programa más salvaje empiezas a notar que la trasera quiere salir a pasear en algunas curvas, pero en todo momento sientes que tú tienes el control y no al revés. Ofrece mucho agarre mecánico, gracias en parte a unas gomas traseras con medida 295/30 R 21, una pulgada superior a las delanteras para "inclinar" mínimamente el coche.
Hay que ser muy agresivo con el gas en el vértice de la curva para provocar algún meneo extraño, fácilmente solucionable gracias a una dirección rápida, directa y muy comunicativa. A pesar de ser rutero, el GT transmite muy bien la información al conductor, y eso genera una buena sobredosis de control y confianza. En esos tramos revirados resulta divertido por lo ágil y rápido que puede llegar a ser. Es uno de esos coches donde la velocidad no se nota. Si te centras en el asfalto es fácil comprobar que estás tomando curvas enlazadas a un ritmo endiablado.
Sus chasis está perfectamente afinado a las exigencias de un McLaren. Contenido en peso, pero rígido en sus respuestas es capaz de tomar curvas sin inclinar la carrocería y sin mostrar obstáculos de sobreviraje o subviraje. Preciso como un robot, carente de cierta esencia, pero con muchas dosis de entretenimiento para adultos. Todo ello comprimido en un coche que en autopista te permite rodar cómodamente a ritmos legales, o que en ciudad se comporta de forma natural y civilizada. Ese equilibrio es muy difícil de lograr.
Posiblemente lo que más me ha decepcionado sea el ruido. El sonido de un superdeportivo es parte fundamental en su experiencia. Un V8 tiene que hacer ruido, y aunque el McLaren GT es ruidoso, no tiene esa picaresca malvada que debería. No es escandaloso, no es ordinario y se echa en falta. Al menos en los modos más extremos de conducción. En su interior el ruido queda muy camuflado y, de hecho, se notan más las válvulas de descarga de los turbos que los sonidos del escape de titanio. No hacía falta hacerlo tan GT, señores de Woking.
Conclusiones
Si uno quiere deportividad en estado puro probablemente el McLaren GT no sea su coche. En el porfolio de productos de la casa hay modelos mucho mejores con los que llamar la atención y tener experiencias más cercanas al orgasmo deportivo. El GT ha sido creado para esa masa de clientes ricos que busca un coche diferente para su día a día o sus largos desplazamientos. Aquél que se lo compre es porque tiene euros de sobra en la cuenta corriente y no se ciñe tanto al detalle o a las prestaciones.
Un coche cómodo en líneas generales y bien planteado. Resulta caro, sí, claro, por encima de los 200.000 euros de precio base, pero nadie dijo que hacerse con una de las joyas de McLaren fuera barato. Se pagan muchas cosas, el logo, el rendimiento, la calidad y la herencia. No es lo mismo llegar en un BMW, en un Mercedes o en un Audi que hacerlo en un producto de Woking. Es sinónimo de entendidos, de lujo y exclusividad, y por lo que piden en Inglaterra, no me parece del todo excesivo.