Prueba Mercedes-AMG C 63 E Performance Estate, escapando a toda lógica posible
La electrificación tiene dos formas de presentarse. La más lógica es desde el punto de vista de la eficiencia, pero Mercedes ha optado por el más radical y pasional formato con el AMG C 63 S E Performance Estate.
La compra de un coche suele ser, en la mayoría de las situaciones, la segunda compra más cara que realizamos en nuestra vida, justo después de la vivienda. Un gasto tan considerable requiere analizar y pensar mucho cuál de las cada vez más numerosas opciones interesan. Mirar, comparar y decidir la solución que mejor se adapte a nuestras necesidades. En este caso vamos a hablar de un coche que escapa a cualquier tipo de lógica o necesidad. Un coche con un único propósito en esta vida: correr. Así es el Mercedes AMG C 63 S E Performance Estate. Un cohete en formato familiar.
Hoy a todos se nos llena la boca con términos y expresiones que hasta hace no mucho nos eran extraños. La electrificación ha cambiado por completo nuestra forma de pensar. Hay dos formas de exponer la electricidad. La primera es considerarla como un medio para reducir la contaminación del transporte. Punto de vista que tiene el sentido más lógico. La otra es tan particular como exclusiva: las prestaciones. Los motores de combustión están limitados, pero con la ayuda de la electricidad adquieren una nueva dimensión. No parece haber límites y cada marca decide cómo enfocarse en esa dirección.
Hay coches 100% eléctricos con enormes capacidades. El Tesla Model S Plaid es uno de ellos. Más de 1.000 caballos de potencia, aceleraciones brutales y una concienciación ecologista extraordinaria. Lo mejor de la electricidad, no cabe duda. El problema es la ausencia de emociones. Por definición un coche eléctrico nunca podrá igualar las sensaciones que emana la quema de combustible. Sí, puede que sea un punto de vista viejo y arcaico, pero la velocidad siempre ha estado asociada a los sentidos como el oído o el olfato. La electricidad es plana, no tiene vida y aunque las marcas se empeñan en dotarles de ese carácter es una tarea casi imposible.
Desarrollar un coche eléctrico es, hasta cierto punto, sencillo. Basta con instalar unos motores de alto rendimiento alimentados por una batería para obtener cifras que un coche de combustión jamás podrá igualar, pero no es una batalla de datos, sino de sentimientos. Mercedes ha sabido combinar ambos mundos en una gama que extrae su tecnología de la más alta competición, la Fórmula 1. La gama E Performance de Mercedes extrae su mecánica de los coches que cada fin de semana Lewis Hamilton y George Russell intentan llevar a la victoria en la mayor competición del automovilismo. De hecho, el AMG C 63 S E Performance Estate luce con orgullo una placa que delata su procedencia.
Técnicamente hablando estamos ante uno de los coches más complejos y avanzados del mundo, no me cabe ninguna duda. El problema es que los alemanes no han acertado mucho con la combinación. Los viejos C 63 firmados por AMG montaban un poderoso bloque V8 biturbo que durante muchos años se ha situado como uno de los mejores motores del mundo. Un pedazo de aluminio de alto rendimiento que ha convertido a la familia AMG en una de las más queridas del mundo. Son una meta aspiracional para muchos conductores de todo el mundo. A la misma altura que otras grandes familias como BMW M o Audi Sport.
Pues bien, ese motor V8 ha sido ahora drásticamente reducido a la mitad. El nuevo AMG C 63 emplea el mismo bloque de cuatro cilindros que monta el Mercedes AMG A 45. Un coche muy majo que está varios escalones por debajo en cuanto a prestaciones, estatus social y precio. Para compensar la pérdida de cilindros a entrado en juego la electrificación. Al motor de dos cilindros le acompaña un motor eléctrico acoplado al eje trasero con 204 caballos adicionales. La combinación de ambas estructuras genera un rendimiento máximo de 680 caballos y 1.020 Nm de par motor. Cifras que nunca antes habíamos visto en un C 63.
La hoja de prestaciones indica que la extraordinaria berlina familiar es capaz de acelerar de 0 a 100 km/h en 3,4 segundos y alcanzar una velocidad punta de 280 kilómetros por hora. ¿Alguien en su sano juicio necesita semejante rendimiento en un coche familiar? No, ninguno, pero siempre hay quien quiere tener lo más de lo más y el AMG C 63 S E Performance Estate es lo más de lo más en su categoría. No hay rival que se aproxime a sus cifras de potencia y par. Su único propósito es correr y vaya si corre. Otra cuestión es si lo hace bien y realmente en este caso más significa mejor. Aquí es donde empiezan a surgirme las dudas.
Dejando claro que no estoy nada de acuerdo con reducir el tamaño del motor a un cuatro cilindros, debo reconocer el extraordinario trabajo que han hecho los ingenieros alemanes para desarrollar un híbrido enchufable que gasta lo mismo que un V8. La parte eléctrica no es como la de cualquier PHEV. Sí, tiene componentes muy parecidos como el motor eléctrico y la batería. Una batería que por cierto puede estar considerada como de las mejores de la industria. Se ha diseñado, al igual que la de los Fórmula 1, para ser capaz de soportar extraordinarios ciclos de carga y descarga así como para entregas de rendimiento sensacionales. Gracias a ella se consigue tan alto par como este coche es capaz de generar.
A diferencia de cualquier otro híbrido enchufable del mercado, el AMG C 63 S E Performance luce la etiqueta ECO y no la CERO, como sí debería corresponderle. Esto se debe a que la autonomía eléctrica es de sólo 12 kilómetros. ¿Cómo es posible que con 4,8 kWh de capacidad neta sólo ofrezca una docena de kilómetros en formato eléctrico? Muy sencillo, porque está pensada para aumentar las prestaciones, no para reducir las emisiones. De hecho, la batería nunca llega a descargarse por completo. Siempre está cargándose y descargándose para que así su afortunado conductor tenga siempre disponibles los 680 caballos y los 1.020 Nm de par motor. Sólo hay que pisar el acelerador para comprobar que el establo sigue lleno.
El coche por sí sólo analiza el estado de la carga, la velocidad de descarga y las necesidades energéticas para decidir si cargarse o seguir alimentando al sistema. El conductor no tiene que hacer nada, sólo conducir. Sin embargo, sí se puede forzar el cambio. Al activar los modos Sport, Sport Plus y Track, el coche reconoce inmediatamente que el cliente necesita toda la potencia e inmediatamente empieza a recargar la batería con la ayuda del motor de combustión. En apenas unos kilómetros, no más de 5 o 10, la energía se acumula rápidamente en la pila. El indicador de carga aumenta más deprisa que en la mayoría de coches eléctricos e híbridos enchufables del mercado. Es impresionante.
Al activar los modos deportivos el coche también modifica algunos parámetros mecánicos como la respuesta del acelerador, las revoluciones de cambio, la dureza de la dirección y el tarado de la suspensión. Todos y cada uno de estos elementos se pueden ajustar de forma personal a través del programa Individual. Ni que decir tiene que la patada que el Mercedes AMG C 63 S E Performance Estate te pega es enorme, da igual en el modo de conducción que vayas. La velocidad asciende rápidamente. En un abrir y cerrar de ojos estás circulando a un ritmo que te manda directamente a la cárcel sin pasar por la casilla de salida. Pero no por ello te creas que se vuelve inconducible.
La naturalidad con la que corre asusta. Se siente muy cómodo en esas situaciones y el límite lo debes poner tú. En España es imposible acabarse la entrega de potencia, así que imagino que está pensado para Alemania, con sus maravillosas autopistas deslimitadas. Los viajes pueden ser muy rápidos a lomos de la ranchera más potente de su categoría. Aquí premia la lógica y la seguridad. Demuestra que puede correr todo lo que te propongas. En línea recta es fácil correr, pero ¿cómo se desenvuelve en un tramo más revirado y exigente? Es ahí donde un coche de este tipo marca la diferencia. Su máximo rival es el BMW M3 Touring. El que posiblemente sea el mejor coche en esos terrenos.
Me temo que va a seguir siéndolo. No se puede negar que el departamento de AMG ha hecho un gran trabajo, pero es tal la descarga de potencia que hay que ser muy fino al volante para no meterte en problemas. El carácter civilizado de las autopistas se desvanece rápidamente ante una carretera de curvas. Hay que prestar atención con los cinco sentidos para llevar el coche por su sitio porque al más mínimo error estás fuera. Hay ayudas electrónicas que ayudan al conductor a mantener cierto margen de seguridad, pero es muy fácil sentirse mejor conductor de lo que uno realmente es. Quitar esas ayudas es enfrentarte tú sólo a las fuerzas de la física y la naturaleza. Lo más delicado es la frenada.
A pesar de ser una berlina familiar de tamaño medio con motor de cuatro cilindros la báscula asegura un peso en vacío de 2.190 kilogramos. Una masa considerable que hay que detener llegado el momento. La velocidad que consigue es tan alta que al llegar a la curva el coche sigue en plena fase de aceleración. No hay tregua. Hay que hundir bien el pié en el pedal del freno para no cometer errores. La dirección tiene su peso justo. Es directa y bastante precisa. La suspensión es, como no podía ser de otra manera, dura para así poder realizar giros de forma plana y rápida, mientras que la tracción 4MATIC intenta repartir la fuerza entre las cuatro ruedas sin perder tracción.
Algo que en algún momento va a suceder. Si bien en el M3 prima el eje trasero en este caso lo hace el delantero, por lo que en lugar de sobreviraje notaremos un claro subviraje cuando entramos pasados en la curva. Es más fácil de controlar, pero también aparece antes de lo que me esperaba. El coche no se descompone fácilmente ante una conducción exigente, pero sintiéndolo mucho tampoco ofrece las sensaciones de su colega y rival. Si quieres una experiencia más pura el M3 Touring es el coche que tienes que comprarte. Si quieres tener lo mejor de lo mejor, y más potencia, el AMG C 63 S E Performance Estate con su tecnología de la Fórmula 1 se postra ante ti como la mejor opción que puedes comprar. Todo depende de lo que quieras.
Sí déjame decirte que tal derroche tecnológico tiene su peaje. El primero y más ridículo es el maletero. A pesar de medir 4,85 metros de largo y de ser una ranchera el baúl trasero roza lo ridículo, tanto por sus formas irregulares como por su tamaño. La batería ocupa gran parte del espacio y por ello sólo es capaz de ofrecer 324 litros de capacidad de carga. Menos de lo que ofrece un Mercedes Clase A. Por otro lado está el precio. La factura mínima que firma Mercedes es de 150.000 euros, 20.000 euros más que el M3 Touring. Es muchísimo precio para un coche con un motor de cuatro cilindros, por muy potente que este sea.
Es por eso que digo que para mí Mercedes se ha equivocado con la presentación. Cuando superas cierta barrera de euros un coche se convierte en un símbolo de estatus social. Presentarte ante tus amigos y familiares con un coche de más de 150.000 euros con cuatro cilindros es, cuanto menos, ridículo. Alabo todo el trabajo que han hecho los alemanes. Es mucho y muy bueno, pero creo que jamás me compraría un AMG C 63 S E Performance Estate. Más que nada porque en un mundo real tampoco hay forma de aprovechar tal tecnología. A pesar de ello, teniendo en cuenta para lo que ha nacido este coche, hay que reconocer que es extraordinario.