Prueba Mercedes-AMG GT 63 S E Performance, el destructor de mundos

Decía un antiguo eslogan comercial que la potencia sin control no sirve de nada. Hoy, gracias a la fuerza de la electricidad, vivimos en una era de grandes cifras como las del Mercedes-AMG GT 63 S E Performance,

Prueba Mercedes-AMG GT 63 S E Performance, el destructor de mundos

22 min. lectura

Publicado: 30/12/2023 14:00

Algunas veces no hay palabras en este mundo para describir la sensación que algo o alguien nos produce. Cuesta traducir esos sentimientos al papel o, en este caso, la pantalla, pero hay que intentarlo. A lo largo de los últimos años muchos han sido los coches que he podido conducir, desde baratos utilitarios a coches extremos y exclusivos. La mayoría deja algo para el recuerdo, otros, en cambio, no. El Mercedes-AMG GT 63 S E Performance es de los primeros. Es un coche que me ha dejado una huella y me ha hecho plantearme una duda existencial.

El AMG GT S 63 E Performance se sitúa entre el 5% de los coches más potentes del mundo.

Me apasiona el mundo de las cuatro ruedas, en realidad todo lo que lleve motor me gusta. Desde pequeño he admirado los coches y lo que estos eran capaces de ofrecer. Sólo en mis sueños podía haber pensado que algún día les acabaría dedicando mi vida. Por suerte ha sido así. Siempre he pensado que la potencia cuanto más alta, mejor, pero hay veces que me da por pensar ¿dónde está el límite? Los ingenieros de hoy son capaces de aprovechar mucho mejor los recursos gracias a la más avanzada tecnología. Los tiempos han cambiado mucho.

Antes un coche con 300 caballos se denominaba deportivo y hoy vemos que es, salvando las distancias, una potencia bastante corriente. Los eléctricos, y su tecnología, nos están obligando a redefinir varios conceptos. No gustan a todo el mundo, algo que entiendo y a veces comparto, pero nadie puede negar que aportan una visión diferente del mundo. Nacidos para salvar el planeta, los coches con pilas no suelen destacar por las sensaciones al volante. El caso más flagrante es el del Tesla Model S Plaid de 1.020 caballos que tuve ocasión de probar a principios de año. Salvaje, rápido y potente, pero sin alma.

Calcula ahora el precio de tu seguro de coche

Calcula tu precio online

Luego está la otra rama de la industria que coge esos conceptos salvavidas y los retuerce hasta convertirlos en todo lo contrario. Los ingenieros de AMG han conseguido convertir una tecnología que supuestamente ha llegado para salvar el mundo en un auténtico devorador de planetas. Así es el Mercedes-AMG GT 63 S E Performance. Una berlina de cinco puertas y línea coupé que es capaz de destrozar al 95% de los coches que le planten cara. No tiene sentido alguno, pero tan poco sentido tiene como pasiones levanta. La razón de su existencia la encontramos en el mundo de la competición.

El equipo de Mercedes en la Fórmula 1 ha dominado la era híbrida hasta la aparición de un tal Max Verstappen. Con el extraordinario Lewis Hamilton al volante, la escudería ha conquistado la máxima categoría del automovilismo. Ese coche, que corre cada fin de semana en un lugar diferente del mundo, dona parte de su tecnología a un coche con cuatro asientos y portamatrículas. Tener parte del Fórmula 1 de Hamilton da, cuanto menos, miedo. Mercedes quiere asustar y cada ápice del AMG GT 63 S E Performance está hecho para ello. Incluso el nombre tan largo e innecesario.

Nada en él resulta discreto, ni la potencia, ni la apariencia ni las proporciones.

No diría que es un coche bonito. Desde el principio, la versión berlina del Mercedes-AMG GT me ha parecido un coche desproporcionado, sobre todo por su exagerado voladizo trasero. Esas líneas generales siguen estando en su versión más extremo, pero brutalmente adulteradas con una sobredosis de esteroides. La zona más llamativa y diferente la encontramos en el tercio posterior dada la presencia de un extravagante alerón fijo y un desproporcionado faldón inferior que acoge las cuatro salidas de escape. El conjunto se remata con llantas de 20 pulgadas en ambos ejes. Si quieres pasar desapercibido no es el mejor coche que te puedes comprar.

En su interior se mantiene el ambiente presente en la familia GT Berlina. El esquema ya ha quedado obsoleto. Mercedes ya no emplea el doble panel corrido. Su estilismo actual contempla pantallas separadas. No sabría decir qué presentación me gusta más. Lo que sí destaco es que las pantallas aportan un toque moderno y vanguardista. La calidad del panel es excelente y se puede controlar de forma táctil o a través del Touchpad del basto túnel central. La consola mantiene sus múltiples botones como herencia de un pasado analógico que ya no está de moda. Hoy todo queda sustituido por pantallas y superficies táctiles.

La consola central parece de otra era con tanto botón analógico.

En ningún momento hay que olvidar que estamos ante una berlina familiar. Cuatro asientos para que cuatro ocupantes viajen cómodamente y con muchos lujos. Elementos de calidad, buenos materiales y una agradable sensación de confort que permite, sólo durante un breve momento, evadirse del enorme potencial de este coche. Tras los asientos encontramos un maletero realmente ridículo con apenas 335 litros. Ni las formas ni la capacidad son aprovechables. Es, posiblemente la peor parte del coche.

Pero como venía diciendo, es algo insustancial teniendo en cuenta el resto del conjunto. No creo que ningún comprador esté pendiente de registros de habitabilidad o cifras de capacidad. Este coche ha nacido con un sólo propósito: correr. Las versiones «normales» del GT Berlina de Mercedes ya son suficientes para cualquier mundo y cualquier conductor, pero en este caso hablamos de una nueva dimensión. Salvo por el Mercedes-AMG One, este es el coche más potente jamás fabricado por los alemanes. Se hace en la sede de AMG, en Alffarterbach, bajo la lupa de los mejores ingenieros de la casa.

Los mandos satélite del volante permiten cambiar rápidamente el ajuste de la dinámica.

¿Cómo llevar al límite algo que ya estaba en el límite? Pues extraer la tecnología de un Fórmula 1 y montarla en un coche de calle. Sólo la parte eléctrica, porque el V6 híbrido se queda pequeño para el AMG GT. Bajo el capó se instala la joya de la corona mecánica de la casa bávara: el bloque V8 biturbo de 3.982 centímetros cúbicos que Mercedes reserva para sus coches más exclusivos. Por sí solo, el propulsor de aluminio desarrolla la nada desdeñable cifra de 639 caballos de potencia y los poco discretos 900 Nm de par motor. No es suficiente. Acoplado a él encontramos no uno sino dos motores eléctricos y una batería especial con 4,8 kWh de capacidad neta.

Por si te lo estás preguntando, sí, es un híbrido enchufable. Es de esos que los puedes conectar a la luz y recargar la batería, pero en este caso, es una maniobra completamente estúpida. La batería de alto rendimiento se ha diseñado para aceptar elevadas tasas de carga y descarga. No es la típica pila de iones de litio que trata de aguantar su energía al máximo, todo lo contrario. Se ha creado para ofrecer exageradas descargas de energía con picos de hasta 150 kW durante un periodo máximo de 10 segundos. Tan sólo pesa 89 kilos y se instala justo debajo del maletero.

Es un híbrido enchufable, pero no está pensado para tenerlo conectado todo el tiempo.

La refrigeración es clave para mantener los más altos estándares de deportividad. Los especialistas de AMG han tenido que desarrollar nuevos módulos de refrigeración de sólo unos milímetros de grosor. Alrededor de 14 litros de refrigerante circulan a través de toda la batería pasando por cada celda con la ayuda de una bomba eléctrica de alto rendimiento especialmente desarrollada, que también fluye a través de un intercambiador de calor aceite/agua conectado directamente a la batería. Este conduce el calor a uno de los dos circuitos de baja temperatura (LT) del vehículo y desde allí al radiador en la parte delantera del automóvil, donde se libera al aire exterior.

El sistema está diseñado para garantizar una distribución uniforme del calor en la batería. El resultado es que la batería siempre está dentro de una ventana de temperatura de funcionamiento óptima y constante, con un promedio de 45 grados Celsius, sin importar la frecuencia con la que se cargue o descargue. Es muy posible que se supere la temperatura media al conducir a altas velocidades. Para esos casos, los mecanismos de protección están configurados para que se pueda obtener el máximo rendimiento de la batería, bajando posteriormente el nivel de temperatura mediante refrigeración directa.

El motor V8 AMG es una bestia por sí sólo, pero en este caso hay un gran aporte de electricidad.

Técnicamente hablando estamos ante uno de los coches más complejos y avanzados del mundo y hay que reconocerle el mérito a todo el equipo encargado de su desarrollo. Si sumamos todo el conjunto, motor de gasolina, motor eléctrico y batería, la cifra máxima de rendimiento es de 843 caballos de potencia y, atento, 1.470 Nm de par motor. Como es obvio, toda esa descomunal fuerza se transmite a las cuatro ruedas mediante un sistema reforzado de tracción total 4MATIC+. La gestión se deriva a un cambio de marchas de 9 velocidades y doble embrague fabricado en diamante o algo por el estilo.

Sinceramente no comprendo como una transmisión es capaz de hacer frente a semejante poder sin descomponerse. Para que te hagas una idea, el AMG GT 63 S E Performance es capaz de mantener la primera marcha hasta los 140 kilómetros por hora. A ese ritmo el motor eléctrico está girando a 13.500 revoluciones por minuto. Lo mejor de todo es que no resulta un cambio desagradable, lento o torpe, todo lo contrario. A ritmo normal, legal, es suave en las transiciones a la vez que responde rápidamente a cualquier orden que el conductor le pida, ya sea mediante las levas tras el volante o a través del pedal del acelerador. El comportamiento varía según el modo de conducción.

Probamos en el circuito de Monteblanco las impresionantes cifras de rendimiento del Mercedes más potente jamás construido.

Mercedes propone varios programas: Electric, Individual, Comfort, Sport, Sport+ y Race. A ellos hay que sumar un formato específico para superficies deslizantes. En cada una de las funciones el coche responde de forma diferente, salvaje, pero diferente. En los modos más conservadores se convierte en una tranquila berlina alemana, cómoda y refinada. Su autonomía eléctrica de 12 kilómetros otorga esa conducción refinada que destaca en todo coche a pilas. La batería no aguanta mucho empujando del coche, pero de forma automática conecta y desconecta el motor de gasolina para tratar de ser lo más ««eficiente»» posible.

Ya con este programa el GT puede convertirse en una bestia. No le cuesta mucho sacar su lado agresivo, pero todavía lo esconde un poco. Si subimos en el grado de violencia empezamos a notar como el coche se va tensando. Los parámetros dinámicos como la dirección, la suspensión o la respuesta del acelerador cambian. En el programa RACE, específicamente diseñado para circuito, el coche entra en modo hiperactivo y responde de forma violenta a cada mínima petición que se le haga, sobre todo en el acelerador. La comodidad deja espacio a una suspensión dura como una piedra que mantiene el coche pegado al asfalto a costa de romperte la espalda.

Los asientos deportivos no sólo son una concesión estética, también necesaria para los momentos más enérgicos.

Para salvaguardar la vida de los pasajeros y del resto de ocupantes de la vía, Mercedes no desconecta las ayudas. Es el conductor el que tiene que hacerlo bajo su propia voluntad. Si se hace, el AMG GT 63 S E Performance activa el modo Máster. Los alemanes lo definen cómo: «Este modo está dirigido a conductores que quieran experimentar el dinamismo y el placer de conducir en circuitos cerrados. El modo "Maestro" ofrece un equilibrio del vehículo ligeramente sobrevirador, una dirección más directa y un comportamiento de giro más ágil. De esta manera, el programa "Maestro" garantiza la máxima agilidad y aprovecha de forma óptima el potencial dinámico del sistema "S". Te lo traduzco: el coche se vuelve prácticamente ingobernable.

El efecto ligeramente sobrevirador que describen los alemanes se queda corto si quieres buscarle las cosquillas a este gato. Recuerda que son 1.470 Nm de par entrando como un elefante en una cacharrería. El diferencial trasero de deslizamiento limitado está controlado por una única unidad eléctrica compacta que calcula en milésimas de segundo las constantes órdenes que recibe. Inclinación del vehículo, grado de aceleración, giro de volante y agarre, entre otros parámetros. Sólo se dedica a ello y créeme que es mucho trabajo.

El maletero es ridículo teniendo en cuenta el tamaño. Un sacrificio en aras del rendimiento.

Lo que Mercedes ha creado es difícil de explicar. Las sensaciones que transmite son de otro mundo. Sí, los eléctricos podrán acelerar más rápido, pero esa violencia que transmite es indescriptible. El ruido, el empuje, la sensación de velocidad... Inigualable, pero al igual que otros muchos coches radicales, resulta realmente inútil en un mundo real. El Mercedes-AMG GT 63 S E Performance es uno de los coches más peligrosos que he conducido en mi vida. No es cómo corre, ni cómo acelera (de 0 a 100 Km/h en 2,9 segundos) es que no eres consciente de a qué velocidad vas.

Es una berlina de cinco puertas, 5,05 metros de largo y 2.380 kilogramos de peso que se asienta en el asfalto de forma firme y segura. La estabilidad es brutal, al igual que el aislamiento acústico del interior. Eso se traduce en que uno no se percata de la velocidad a la que va. A 120 Km/h es como ir a 60-70 Km/h en cualquier coche corriente. Se agradece, pero al parar semejante mole es donde entra en juego la fase más complicada. A pesar de llevar discos carbocerámicos en ambos ejes, en el delantero con 420 milímetros de diámetro y en el trasero con 380 milímetros, hay que adelantarse mucho a la curva para no verse envuelto en problemas.

Los ingenieros han permitido un ajuste milimétrico de cada elemento mecánico.

Acelera de forma tan salvaje que cuando quieres darte cuenta ya estás ahí. En un tramo de curvas el trabajo se agolpa y la velocidad es, a todas luces, excesiva. Mercedes ha instalado herramientas de seguridad como las barras estabilizadoras o el eje trasero direccional, pero nada es capaz de contener a este pesado misil alemán. Detenerlo es cuestión de valor, cabeza y seguridad. En carreteras abiertas es imposible buscar el límite de este coche. Bueno, puedes hacerlo, pero yo te tacharía de loco y peligroso. El AMG GT es muy americano, se le dan mucho mejor las rectas que las curvas.

No es un coche para todos los públicos. Mercedes no quiere que sea así y no sólo lo digo por los 243.000 euros que vale como mínimo. Lo digo más bien por su estilo de conducción. Sí, se puede ir tranquilo con él, viajar agradablemente y disfrutar de una buena ruta, pero es muy fácil verse en vuelto en problemas. No todas las manos y cabezas pueden gestionar semejante potencia y rendimiento. Es un coche creado por el simple hecho de ser excesivo. Un coche para los ricos más ricos del mundo y para aquellos que puedan permitirse su mantenimiento, seguro y alimentación. Traga como un demonio, difícil bajar de los 15 litros de media.

El AMG GT 63 S E Performance es toda una proeza de la ingeniería llevada a la calle.

Conclusiones

La gran pregunta es, ¿me lo compraría de tocarme los Euromillones? Posiblemente no. Reconozco y alabo la técnica que esconde el Mercedes-AMG GT 63 S E Performance. Lo que este coche esconde en su interior es una auténtica obra de arte de la ingeniería, pero en un mundo real resulta desmesuradamente excesivo. Tanta potencia se antoja innecesaria. Sólo el 1% del tiempo podremos exprimir al máximo sus motores y su batería. Quedaría genial en mi garaje, pero no lo veo para mí. Si quiero una berlina cómoda me compro un Mercedes Clase S y si quiero un deportivo me compro un coche que pueda aprovechar en todo momento. Al menos yo lo veo así. Será que no tengo esos Euromillones en el banco.

Pixel