Prueba MINI Cooper S Delaney Edition, diversión limitada
Macar estilo es fácil, lo difícil es hacerlo perdurar en el tiempo, y sin lugar a dudas MINI sabe perfectamente cómo se juega a ese juego. Además son capaces de presentarlo en formato exclusivo como el MINI Cooper S Delaney Edition que ocupa esta prueba.
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Publicado: 18/06/2019 21:00
¿Qué tienen que ver Alec Issigonis, padre del MINI, y Steve McQueen? Pues muchos dirían que nada, pero la verdad es que algo sí que hay. No son familiares ni nada por el estilo, pero resulta que MINI los ha querido unir de una forma especial. Si eres un amante de las carreras habrás visto la mítica película que el actor americano rodó en Le Mans en 1971, y seguro que te acordarás de los colores de batalla del Porsche 917 protagonista de la cinta. Pues de ahí viene la unión de esos dos genios, que hoy se nos presenta en formato exclusivo y reducido, tan solo 350 unidades en todo el mundo, con el MINI Cooper S Delaney Edition.
Este jovenzuelo, ya no tan joven, sigue creando la misma tendencia que cuando salió al mercado hace ya 60 años. Pocos dirían que el MINI ha entrado en la senectud, y la verdad es que no lo hace gracias a un carácter y a unas formas que por mucho tiempo que pase seguirán siendo icónicas y representativas como la de los colores deportivos de Gulf que dominan esta edición especial, pintura Ice Blue con detalles en Solaris Orange.
Dejando a un lado esos colores tan icónicos y que la verdad le sientan de maravilla al MINI, la verdad es que estamos ante un producto más de la casa, es decir, un MINI Cooper S con todas las letras y toda su esencia y espíritu. Un espíritu que se ve reforzado por la incorporación del paquete estético John Cooper Works que le da un carácter más deportivo y que en cierto modo recuerda a aquella época en la que MINI llegó a cosechar grandes trofeos dentro del campeonato de Rallies.
Pero tampoco nos vamos a engañar y vamos a negar lo evidente, el diseño de MINI ya está muy visto. Eso quiere decir que tenemos todos los elementos que todos conocemos. Eso quiere decir que tenemos unos llamativos ojos saltones dándonos la bienvenida en un morro que combina a la perfección el estilo chic con el carácter más racing. Esas franjas naranjas expiran deportividad y esas tomas de aire, algunas de ellas falsas, lo mismo. Como ya digo una mezcla muy lograda entre dos mundos que aparentemente no tienen nada en común.
Esto se extiende a lo largo de todo el coche, aunque hay que reconocer que en el lateral no hay mucho que mencionar, solo un juego de llantas JCW de 18" en negro contraste que le sientan de maravilla aunque no resultan muy agradables a la hora de circular. Pero a eso ya iremos en un rato. No es hasta volver a la trasera cuando retomamos el tema deportivo gracias a un alerón bastante generoso, un parachoques voluminoso y una doble salida de escape central que gorgotea un sonido muy dulce y sincero.
Obviamente este mismo estilo lo podemos conseguir en cualquier MINI de tres puertas, por lo que no hace falta echar mano de la edición limitada Delaney para conseguirlo, eso sí, esa combinación de colores es exclusiva. Hay otras que resultan muy atractivas y como ya es habitual en MINI, tenemos a nuestro alcance un extenso programa de personalización que abarca también una paleta de colores tan particular como nosotros queramos. Así que podemos crear nuestro propio MINI exclusivo cuando queramos, aunque antes debemos ir preparando la chequera.
Cuando Alec Issigonis diseño el MINI original no incluyó muchos lujos en su interior. Tampoco era lo que se demandaba en la época y así fue. Pero en la era BMW, el MINI ha cambiado mucho en ese aspecto, posiblemente es dónde más ha cambiado junto con el tamaño. El concepto espartano típico de los 60 queda en el olvido y en su lugar se incluyen todos y cada uno de los elementos que puedes necesitar e incluso más. Elementos de tecnología, de confort y por supuesto también de seguridad.
Todo ello queda centralizado en la pantalla que ocupa la parte central de la gran circunferencia que conserva el diseño original del MINI. En el interior de un aro que adapta su color en función de la situación encontramos una pantalla con un máximo de ocho pulgadas. A su favor tiene que el manejo es muy intuitivo y sencillo, pudiendo hacerse de forma táctil o a través del módulo de control que tenemos justo entre los asientos. Personalmente prefiero este último por su fácil manejo, aunque debo reconocer que el hecho de que sea táctil es también muy cómodo. Lo que no me gusta del display es su color verde, me resulta incómodo y mucho peor en cuanto a su lectura, parece que estemos viendo una película de Matrix.
Como iba diciendo, a través de la pantalla tenemos toda la información que podamos necesitar ya que el cuadro de instrumentos, por llamarlo de alguna manera, presenta un diseño tan reducido que mucha información no arroja. Todo se centralizará en la consola central, incluyendo la climatización, el arranque y los modos de conducción que se alejan de la palanca de cambios en el restyling de este año. Pero lo principal es la pantalla que integra toda esa tecnología que en los años 60 bien podría estar sacada de un libro de ciencia ficción pero que a día de hoy se ha vuelto prácticamente esencial.
Tecnología centrada en enlazar el coche a nuestros dispositivos móviles mediante Apple Car Play, Mirror Link y Android Auto, y también una serie de elementos que nos harán la vida a bordo mucho más cómoda, como el climatizador bizona, el Head-Up Display, el navegador, tapicería de piel, cámaras de aparcamiento, faros de LED, y el MINI Connected, que nos permite tener al alcance de una llamada al servicio de atención al cliente de BMW/MINI con el que podremos solicitar ayuda, indicaciones e incluso pueden reservarnos una mesa en el restaurante de nuestra elección. Todo ello se consigue en los niveles de acabado más altos de la gama, como es esta edición especial.
Como ya es habitual, gran parte de la tecnología de hoy se centra en mejorar la seguridad del propio coche. Elementos de seguridad pasiva y activa se suman a una larga lista de asistentes a la seguridad. Cierto es que no son tan extensos en una berlina, pero son los suficientes para garantizarnos un extra de seguridad. Control de crucero con función freno, asistente de luces de carretera, asistente de aparcamiento, sensores, lector de señales y radar de obstáculos delanteros que permite al coche alertar e incluso detener de forma autónoma el coche en caso de detectar un obstáculo entre los 10 y los 60 Km/h.
La esencia MINI más clásica se consigue con la variante de tres puertas. Aunque a día de hoy han salido muchas alternativas de carrocería el MINI de tres puertas sigue siendo el más clásico de todos ellos y también el más equilibrado en cuanto a diseño. Dicho esto hay que reconocer que por algo le viene su nombre, y es que dentro no hay mucho espacio que se diga. Si los ocupantes delanteros son grandes nos quedaremos sin sitio en las plazas posteriores. Dos adultos viajaran muy estrechos y por ello el rango de actuación es limitado. Un viaje largo en esas plazas, a no ser que sea un niño se hará insufrible.
Tampoco habrá mucho espacio para dejar las pertenencias, ni en el habitáculo ni en el maletero. Es un coche predominantemente urbano y eso quiere decir que la capacidad de carga se limita a pasar el día sin más. Son 211 litros en total que nos permitirán meter un par de mochilas o un trolley de fin de semana y poco más. Si queremos ampliar dicha superficie de carga tendremos que echar por tierra la segunda fila de asientos, lo que implica que el MINi pasará a convertirse en un verdadero biplaza. El típico problema de la casa.
Aunque MINI haya ampliado la familia con la aparición de nuevas carrocerías el de tres puertas es el que mantiene la esencia
Pero el MINI no solo es una cara bonita y una fachada estilosa, debajo de esa carrocería se impulsa por motores de origen alemán que rinden buena cuenta de lo que un MINI puede llegar a ser. Aunque la oferta abarca bloques con tan solo tres cilindros, las versiones S montan todas ellas unidades de cuatro cilindros y dos litros que elevan el rendimiento hasta los 192 caballos de potencia. Una cifra muy golosa para aquellos que quieren apretar a este inglés refinado más allá de su concepto refinado.
Prueba MINI Cooper S
Siempre he dicho que los MINI, en general, son coches infravalorados e infrautilizados. Todos sabemos cuál es el tipo de comprador que suele hacerse con los servicios de uno de ellos, y por eso me duele que la mayoría no alcance a saber lo realmente bien que van y lo realmente buenos que son a la hora de conducirlos. Son coches muy divertidos, tanto como su imagen deja entrever.
Tampoco son coches tan refinados como la gente suele pensar. Los MINI tienen un toque racing que les hace ser más duros y menos cómodos de lo habitual. De hecho si lo comparamos con cualquier otro modelo del segmento como por ejemplo el Audi A1, resultaría perdedor en lo que a confort de marcha se refiere. Eso es por culpa de un tarado de suspensión muy duro en ambos ejes y más en esta versión del Cooper S que se presupone más dinámica y potente.
La deportividad de un coche es juego de equilibrios. Hay que tener potencia, agarre y agilidad para que un coche pueda considerarse deportivo. Cuando ese coche tiene tracción solitaria a las ruedas delanteras el esfuerzo y el equilibrio es mucho más delicado ya que un solo eje se tiene que encargar de dirigir, empujar y traccionar. Piensa en el equilibrista de un circo, imagina que además de sujetarse en la cinta tuviera que correr, saltar y parar. Muy arriesgado, ¿no?
Pues lo mismo pasa en el MINI Cooper S. Las ruedas delanteras sufren mucho pero aun así se las apañan para que todo funcione correctamente. Obviamente los límites de la física están ahí para demostrarte que llegados a un punto es imposible administrar tanto esfuerzo, pero ese límite está muy arriba. Es entonces cuando aparece un notable subviraje que deberemos controlar levantado el gas y permitiendo que las ruedas vuelvan a estar dentro de los márgenes de actuación sensatos.
Pero como ya digo es una pena que no todo el mundo experimente la buena puesta a punto que MINI es capaz de aportar a sus coches. Para mí son más divertidos que la mayoría de sus rivales. Sin ir más lejos el BMW Serie 1, ese que dentro de unos meses será presentado en sociedad y que traerá consigo un drástico cambio en lo que al sistema de tracción ya que pasará de ser un coche de propulsión a un coche de tracción delantera gracias al empleo de la plataforma UKL, la misma que monta el MINI. Para muchos es un síntoma de debilidad en BMW, pero para un servidor es un cambio lógico que apenas supondrá grandes diferencias a la hora de conducir.
Pero volviendo con el MINI, toca hablar del motor. Un bloque de cuatro cilindros y dos litros de doble turbo cuyo origen está en Alemania. Sus 192 caballos rinden extraordinariamente gracias a un empuje muy generoso de 480 Nm que está disponible entre las 1.350 y las 4.600 revoluciones. Esto quiere decir que en todo momento el coche es capaz de recuperar y de empujar sobradamente, y eso un conductor bien entrenado sabe disfrutarlo y aprovecharlo.
Eso sí, preferiblemente con cambio manual. Sé que muchas veces defiendo a los cambios automáticos, pero en un coche de este corte, tan juguetón, el cambio manual te dará unas mejores sensaciones racing. Te unirá más al coche y cada cambio de marcha hará que la jornada sea más divertida. Además te ahorrarás unos euros, ya que MINI ha decidido encarecer esa opción con 2.000 euros extra. Algo excesivo pero la realidad es que va en sintonia con el resto del coche que de por sí no sale nada barato.
Sin lugar a dudas es en el aspecto económico donde se le encuentran la mayoría de pegas a los MINI. Su elitista estilo hace que esté dirigido a un público muy concreto de la sociedad. De hecho el comprarte un MINI te da vía libre a un estatus social que pocos coches traen consigo. Para acceder a él tendrás que pagar un mínimo de 17.950 euros, y eso para la versión de acceso que apenas dispone de 75 caballos. Para el Cooper S la cifra asciende hasta un mínimo de 29.250 euros, y si somos tan sibaritas que deseamos la edición limitada Delaney con el cambio automático tendremos que pagar casi 48.000 euros por él. Una barbaridad de dinero se mire por donde se mire.
A la hora del día a día tampoco resulta especialmente ahorrador. Aunque MINI oficializa un gasto medio de 5,8 litros por cada 100 kilómetros recorridos para el Cooper S de cambio automático, la realidad es que en una conducción normal esa cifra está lejos de llegar a producirse. Tras la correspondiente semana de pruebas, con más de 800 kilómetros recorridos por todo tipo de vías, el ordenador de a bordo desprendió un dato definitivo de 7,2 litros por cada 100 kilómetros. Y eso que gran la mayor parte de los recorridos se hicieron en una conducción absolutamente normal y con el modo de conducción más eficiente de todos.
Conclusiones
Un MINI es algo más que un coche. Su estilo y su historia lo convierten en un modelo especial que ha sabido adaptarse a cada una de las épocas en las que ha vivido. Todos conocen la marca y el coche, pero pocos saben de lo que son capaces. Son algo más que una cara graciosa un emblema pijo, son mucho más que interior cuidado y una tecnología avanzada. Son un juguete extraordinario, con unas capacidades dinámicas tan buenas que hacen de su conducción un verdadero placer. Oír ese motor estirar y rugir te demuestra que no se necesita mucha potencia para pasarlo bien, y es para eso para lo que está el MINI Cooper S, para divertirte.
Sin embargo hay pegas. Por culpa de ese enfoque pijo que se le presupone el MINI se convierte en uno de los coches más infravalorados del mercado, pocos lo llevan a su límite y menos aún por encima de él. Además su precio no resulta nada asequible, de hecho más bien es lo contrario, exagerado. Y, salvo por el estatus que trae consigo, la verdad es que es un precio que tiene difícil justificación, porque ni es el más espacioso de los coches ni tan poco el más cómodo de todos ellos. El precio está para quién pueda pagarlo, y eso es una pena.