Prueba Nissan BladeGlider, probando el futuro
No todos los días uno tiene la oportunidad de probar un prototipo único. Afortunado me siento de haberme podido poner tras el volante del Nissan BladeGlider en un entorno no menos especial que el propio coche; el circuito de Goodwood.
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Publicado: 07/08/2017 09:00
Gracias a mi trabajo pasan por mis manos variedad de coches y modelos, pero cuando te dicen que vas a probar un prototipo casi único nada es igual. Y es que como su nombre bien indica, es raro que uno de ellos tenga la capacidad de rodar. Pero Nissan tiene otra mentalidad, y es por ello que me dejó subirme en uno de sus prototipos más avanzados. El coche era el Nissan BladeGlider, y la pista de pruebas el circuito de Goodwood.
Fue el culmen a un fin de semana que había empezado con la asistencia al Festival de la Velocidad de Goodwood 2017 y a la posterior mañana dominguera en el mismo circuito probando las bestias más salvajes que es capaz de concebir una marca como Nissan. Así que no era de extrañar porqué las ganas eran tantas, aunque antes de ello teníamos que conocer bien a uno de los concepts más radicales que hayan fabricado los japoneses.
Nissan es el mayor fabricante de vehículos eléctricos del mundo. El nuevo Nissan LEAF representará la ventaja que tienen con respecto a otras compañías. Saben que el futuro de la movilidad pasa por la electricidad, y en esto pensaron a la hora de desarrollar el BladeGlider. Un prototipo más “real” que aquellos DeltaWing y ZEOD RC que compitieron en las 24 Horas de Le Mans de 2012 y 2014 respectivamente.
La verdad es que el BladeGlider es anterior a este, pues la primera vez que lo vimos fue en el 2013. Fue entonces cuando descubrimos su silueta en forma de punta de lanza con un eje delantero estrecho, con solo tres asientos y un con estilo roadster. A partir de entonces cayó un poco en el olvido hasta el año 2016, donde una vez más salió a la luz con nueva imagen y un desarrollo más avanzado. Un prototipo evolucionado.
Bajo toda esa carrocería ligera se escondía un desarrollo que hoy ya nos es habitual. Con una mecánica 100% eléctrica, dos motores eléctricos su suman a una batería de alto rendimiento de 220 kW. Oficialmente el BladeGlider detalla 268 caballos de potencia y un descomunal par motor de 707 Nm que entran todos de golpe y que como un poco más adelante te detallaré, te dejan sin aliento. A todo esto hay que decir que Nissan marca un tope de velocidad de 190 Km/h, pero os puedo asegurar que corre más.
Con la teoría ya sabida era hora ponerla a prueba. Nada más acercarte al BladeGlider descubres que no es tan grande como podía esperar. Sus medidas son recortadas, y la diferencia de anchura delantera y trasera es más que evidente. Yo no diría que es un coche bonito, pero innegablemente es espectacular. Llama la atención con solo verlo, y por supuesto es mucho más estético que aquel primer boceto que vimos en el Salón de Tokio hace ya cuatro años.
Nissan ha querido hacerlo lo más espectacular posible, y por ello ha ideado un sistema de puertas que combinan el estilo suicida y el tijera. Las puertas se abren para detrás y tienen todo el sentido del mundo porque de otra manera no se podría entrar a un habitáculo donde solo caben tres pasajeros, uno delante y dos detrás. En cierto modo me recuerda al McLaren F1.
Todo ha sido pensado para que el coche sea lo más rápido posible, y eso implica una aerodinámica muy trabajada y cuidada. Por no tener no tiene ni espejos retrovisores, y su lugar lo ocupan dos cámaras que proyectan las imágenes en sendas pantallas del interior. Y es que todo el cockpit destaca por no ser muy actual, sino futurista. No hay ni una sola esfera, o nada que recuerde a un coche convencional. Diría que salvo por el volante redondo todo es diferente, y para tratarse de un prototipo está realmente bien acabado.
De hecho este detalle fue una de las anécdotas más comentadas de la mañana. La mayoría de concepts car que tienen la capacidad de moverse no se muestran tan bien resueltos en su interior, pero el BladeGlider sí. Y eso es porque Nissan ha invertido una importante cantidad de dinero para desarrollar las dos únicas unidades que hay en el mundo. Cada una tiene un precio estimado de entre 2 y 2.5 millones de euros. Ahí es nada. De largo el coche más caro que he tenido ocasión de probar.
El BladeGlider no es especialmente ligero, las baterías hacen que su peso en la báscula sea de 1.300 kilogramos
Como es lógico los organizadores nos pidieron que tuviéramos cautela a la hora de sacarlos a pista, y por ello iríamos acompañados de un piloto de la casa que nos iría susurrando al oído cómo debíamos trazar cada una de las rapidísimas curvas del circuito de Goodwood. Un trazado que no perdona en cuanto te sales, pues a pesar de que la pista es ancha, las escapatorias son todas de hierba y conducen irremediablemente a unos muros que no están muy lejos.
Así que con estas premisas era hora de enfundarse el casco, meterse en el cockpit, ponerse el cinturón de cuatro puntos y arrancar. Bueno, “arrancar” porque aquí no se oye nada, no sabes si el coche está operativo o no. Antes de nada decir que todos los sistemas se integran en el volante, el mismo que te informa de la velocidad a la que vas y la potencia de reserva que tienes acumulada en la batería. Pero os digo una cosa, no tuve mucho tiempo de mirar.
Las puertas extrañas se cierran y el instructor te da el OK para poder afrontar la calle de boxes y salir a pista. Cautela que el BladeGlider vale lo que vale, y empuja lo que empuja, pero sin miedo. Una vez acaba la calle del pit lane piso a fondo y los 707 Nm entran de golpe pegándome al asiento y dejándome con la boca abierta de la impresión. A todo esto se acompaña con el zumbido de los motores eléctricos que parece que te persigue un panal de abejas enorme.
Llega la primera curva, de derechas, y ya tenemos el primer contratiempo, ¡esto no frena! Menudo susto me meto para el cuerpo. Uno está acostumbrado a un tacto de freno “normal”, pero no al de esta locura que actúa igual que el acelerador, encendido-apagado. Hay que pisar como un demonio para parar, y en un primer momento notas que el coche no responde a tus ordenes, aunque acaba haciéndolo y de forma bastante drástica todo sea dicho de paso. Pues anda que empezamos bien.
Pero ahí no acaban los sobresaltos. Madre mía, no llevo ni 300 metros de pista y no salgo del pozo. Una vez salvada la curva trato de acelerar y me encuentro, para mi sorpresa, que no hay pedal del acelerador. ¡No es posible, antes estaba! Y si, sigue estando, pero un poco más a la izquierda de donde estaba pisando. Nissan ha dispuesto los dos pedales tan juntos que resulta hasta incómodo, pero por fin lo encuentro y lo piso a fondo. Bueno, casi a fondo.
La frenada de la primera curva me había dejado traumatizado y al llegar a la siguiente frenada mis traumas vuelven para atormentarme, no consigo hacerme con el pedal del freno. Trato de ser cuidadoso, pero el coche me está diciendo que no lo sea. Así que le hago caso y lo maltrato. Los pedales son como interruptores de la luz, o todo o nada, no valen las medias tintas, y claro sin conocer el coche de más que dos curvas, no resulta nada sencillo sentirse cómodo tras el volante.
A eso hay que sumar las referencias de pista. Al ir situado en el centro tienes que tener en cuenta el espacio que te queda por los lados, y para nada del mundo quiero salirme con un coche que vale 2.5 millones de euros. Así que con las mismas me alejo de los bordes de la pista, lo que me complica la trazada buena. Menudo desastre de vuelta estoy dando, y el susurrador que tengo en mi hombro izquierdo no deja de darme indicaciones que no alcanzo a escuchar porque dentro el ruido aerodinámico se deja notar más de lo que pensaba.
Tengo que decir que algo me estaba gustando mucho, la dirección. Pesada como debe esperarse de un deportivo, con una excelente capacidad para transmitir información. Era lo único con lo con que estaba cómodo, porque con lo demás me notaba demasiado extraño. Imagino que por eso lo llaman prototipo, porque en nada se parece a un coche convencional.
Poco a poco el BladeGlider y yo empezamos a intimar, y ya en la segunda vuelta empiezo a disfrutar un poco más de la experiencia. Está claro que este coche, por llamarlo de alguna manera, necesita un periodo de aprendizaje, y para demostrarme de lo que realmente es capaz de hacer tengo a mi copiloto profesional, que tras pasar por boxes toma posesión de asiento central relegándome a la misma plaza que él ocupaba hasta hace no mucho tiempo.
Antes incluso de abandonar el pit lane el susodicho empieza a toquetear botones del volante, ajustando la configuración de la frenada e imagino que algún que otro detalle más con el cual sorprenderme en su vuelta espectáculo. Y vaya si lo hace. El tío se desmelena nada más cruzar la línea de entrada a pista y una vez más me quedo con la espalda y el culo pegados al asiento con la patada de los motores eléctricos. Vamos que nos vamos.
Me llaman la atención muchas cosas del BladeGlider, y su interior perfectamente fabricado es una de ellas
Se notaba que el pillín ya había dado unas cuantas vueltas con el BladeGlider, o al menos sabía lo que se hacía. Sin contemplaciones empiezan a caer las curvas, y a lo lejos se otean unos GT-R que estaban dando vueltas. Cual cazador con su presa fijamos el objetivo en ellos y rápido les damos caza. El paso por curva es impresionantemente rápido, y en más de una salimos con la trasera asomándose. Más arriba he comentado que la velocidad punta estaba limitada a 190 Km/h, pero en el cuadro del volante se asoman cifras más altas. Lo está dando todo, de principio a fin.
Lamentablemente es hora de acabar, de bajarse de un prototipo que nos abre la ventana al futuro. La experiencia ha sido corta pero reveladora. Por mí hubiera estado un buen rato más dando vueltas, pero es lo que hay. A pesar de ello me doy cuenta porqué los fabricantes están apostando por la tecnología eléctrica de cara al futuro. Todavía nos queda un largo camino por recorrer hasta que veamos prototipos como el BladeGlider circular por la calles, pero llegará ese día, ya os lo aviso.
Sin lugar a dudas Nissan está muy bien posicionada de cara a esa revolución eléctrica que tantos expertos auguran. Solo el tiempo y la evolución de las baterías dictaminará cuándo el presente alcanzará al futuro. Por mi parte me llevo la experiencia de haber sido uno de los pocos de este mundo en rodar con el BladeGlider. Seguro que nos volveremos a encontrar, pero la primera vez nunca se olvida.