Prueba Range Rover Sport D250, ya no es el coche de futbolista que acostumbraba a ser
SUV hay muchos, cada día más, pero pocos llegan al nivel del Range Rover Sport. No hablamos de un coche barato, ni siquiera especialmente práctico, sin embargo sabe compensar todos esos defectos con un único y poderoso argumento.
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Publicado: 17/08/2023 18:00
Hoy en día lo más fácil del mundo es comprarse un SUV. Basta echar un vistazo al mercado para ver infinitas posibilidades en diferentes marcas, tamaños, gustos o colores. Con dinero todo es más fácil, aunque no creas que mucho más. La oferta premium se limita a unas pocas unidades. Porsche Cayenne, Mercedes GLE o BMW X5 son las alternativas más comunes, pero ¿qué pasa si hay una que reúne lo mejor de todos ellos? Pues que nos topamos de bruces con el Range Rover Sport.
Antes de nada déjame decirte que nunca he sido un apasionado del modelo Sport de Range Rover. El "efecto Rooney", el ya retirado jugador del Manchester United, siempre me ha echado para atrás. Siempre lo he considerado un coche con prestigio, pero que sólo compraban los ingleses o los nuevos ricos como los jugadores de fútbol. El viejo Sport no me parecía ni bonito, ni lógico, aunque siempre mantenía esa tensión no sexual que me atraía a la vez que lo rechazaba.
En España siempre ha sido muy habitual entre los protagonistas de las páginas rosas de las revistas. Famosillos que nunca han sabido apreciar lo que tenían entre las manos. Obviamente no resto mérito al hecho de comprarse un Range Rover, pero personalmente creo que son coches que deben admirarse más allá del simple estatus social. No todo el mundo tiene uno en el garaje de casa, pero su historial y pedigrí se merecen un reconocimiento que ni Rooney ni Bustamante son capaces de darles.
Es por eso que cada vez me gusta más el nuevo Sport. Land Rover se ha dado cuenta que su clientela no debe resumirse al famoseo del papel cuché. No digo que vaya a convertirse en el coche más vendido del mercado, porque no lo será, pero sí que hay mucha gente con dinero, más de la que nos imaginamos y no todos salen en las portadas de revistas. Todo lo contrario. Land Rover quiere dirigirse a ese cliente con dinero y, lo que es más importante, con gusto y estilo.
Su nueva imagen denota el cambio de rumbo. El Sport ha ganado varios enteros en cuestiones de diseño. Se ha vuelto más refinado, más elegante. Deja atrás las líneas afiladas para ofrecer bordes redondeados que descargan de brutalidad el aspecto general. Elementos, como los faros más pequeños, para que nada destaque por sí mismo y sea el conjunto entero el que lo haga. Luego están los pequeños detalles como las molduras cromadas en negro, la carrocería de dos colores o las llantas de 23 pulgadas las que permiten ajustar el aspecto general al gusto particular de cada cliente.
La personalización es fundamental en un coche premium como el Range Rover Sport. La casa inglesa propone numerosas alternativas de diseño. Llantas y colores reciben casi toda la atención. Hay pinturas muy exclusivas que valen más de 12.000 euros. Si lo quieres, Land Rover te crea un Sport completamente adaptado a tu estilo, aunque, como ya imaginarás, no te saldrá especialmente barato. La posibilidad está ahí. Por cierto, mi recomendación es optar por el paquete Dynamic SE. Es un poco más caro, pero merece la pena.
Land Rover se toma con calma las evoluciones. Los ingleses son muy dados a estirar en exceso la vida operativa de sus coches y eso es algo que acaba afectando, principalmente, en el campo de la tecnología. Ese ha sido el principal motivo de cambio en el interior del Range Rover Sport. De puertas para dentro mantiene la misma filosofía de calidad inglesa, pero aplicando conceptos y detalles propios del siglo XXI. Entrar en un Range es como entrar en un viejo palacio inglés rehabilitado. Sientes la herencia, pero con tintes modernos.
Está claro que la tecnología se ha convertido en argumento de venta más. El nuevo Sport no está carente de detalles de última generación que se han convertido en indispensables en todo coche moderno. Detalles como los faros de LED con proyección digital, la instrumentación digital o el sistema multimedia de última generación con pantalla de 13,1 pulgadas. No tiene nada especialmente extraordinario, pero no se echa en falta nada. De hecho, se agradece el equipo de cámaras de 360 grados, el Head-Up Display y la poca intromisión de los asistentes a la conducción. Ya podrían aprender otros.
Los de Coventry se han preocupado más de mantener la esencia que en volverse loco poniendo pantallas y sistemas táctiles. Todo tiene un tamaño generoso para que sea fácil de operar en marcha o con guantes. La climatización tiene su propio módulo separado y, teniendo en cuenta lo que vemos hoy por ahí, se podría decir que ciertos ajustes son demasiado analógicos. Me gusta que sea así. Con unos pocos clics es fácil hacerse con el sistema operativo y lo de cambiar la temperatura en marcha es pan comido. Lo moderno y digital no siempre es mejor.
Como todo coche nuevo que se precie, el Sport ha incrementado su tamaño con respecto al modelo de la generación anterior. Llegando a los 4,95 metros de largo, 3 de esos metros se destinan a la distancia entre ejes, 8 más que en el modelo saliente. Esto tiene de bueno que los pasajeros traseros pueden disfrutar de más espacio para ir cómodamente, incluso los ocupantes más altos. El principal inconveniente es la altura. No es un coche cómodo para personas mayores o de movilidad reducida.
Hay que tener las caderas bien engrasadas para subirse, literalmente, al coche. Ni siquiera en la posición de acceso estamos hablando de un coche bajo, los 28 centímetros de altura libre lo delatan. Una vez embarcado el confort de todos los elementos te rodea. Gran calidad de materiales que hacen de él el coche mejor rematado de la categoría, a la altura de un Cayenne y por encima de los X5, XC90 y GLE. Hay que reconocer lo evidente y decir que Range Rover es premium no sólo por su herencia, sino también por su buen hacer.
El maletero del Range Rover Sport es grande, 450 litros de capacidad mínima, pero no es el mejor de la categoría
A la hora de escoger el motor, Land Rover nos propone varias opciones diferentes. Mecánicas diésel, gasolina siguen en el cartél, pero ahora se suma la electrificación. Gracias a ello la pegatina ECO viene de serie, con todas las ventajas urbanas y fiscales que eso conlleva. La potencia oscila entre los 250 y los 635 caballos, pero la eterna pregunta de la actualidad es ¿qué opción es la mejor? Pues para resolver esa cuestión hemos decidido probar la versión de acceso con motor diésel. Si con esa es suficiente, con el resto de puedes imaginar. Comprobémoslo.
Prueba Range Rover Sport D250
Pues para ir directamente al grano te diré que sí, que con el modelo de acceso por potencia tienes coche más que suficiente para lo que necesites. Bajo el capó se instala un bloque turboalimentado de seis cilindros en uve con 2.996 centímetros cúbicos de cilindrada. Desarrolla los ya anunciados 250 caballos con un par motor de 600 Nm entre las 1.250 y las 2.500 revoluciones. La gestión se deriva a una caja de cambios automática de convertidor de par con ocho relaciones, que reparte toda la fuerza entre los dos ejes.
600 Nm de par es mucha fuerza incluso para un coche que pesa casi 2.400 kilogramos de peso. Los datos de aceleración indican que es capaz de acelerar de 0 a 100 Km/h en 8 segundos y alcanzar una velocidad punta de 206 kilómetros por hora. Tras el volante se siente como un coche poderoso, con mucha fuerza que responde bien a las exigencias de nuestro pie derecho. La caja de cambios hace muy bien su trabajo, aunque siempre buscar ir en la marcha más larga posible para reducir los consumos al mínimo. Eso supone que al pisar el acelerador tarda un poco más de la cuenta en seleccionar la marcha correcta, pero no lo suficiente como para suponer un problema.
El confort es la máxima en cada desplazamiento. Sí, puedes correr con un Range Sport de 250 caballos, pero la pregunta es, ¿de verdad quieres hacerlo? No hay ninguna prisa. Todo el tren motriz se ha diseñado para ser lo más cómodo posible. La suspensión de aire reduce al mínimo las irregularidades de la carretera y te mece para llevarte de A a B con la máxima comodidad posible. No está a la altura de su hermano mayor, el Range Rover que probé hace unos meses, pero no se queda muy lejos. Y eso que la unidad de pruebas montaba unas descaradas llantas de 23 pulgadas.
Con semejante tamaño de rueda resulta prácticamente imposible aventurarse a salir del asfalto, aunque el Sport es capaz de hacerlo de forma sobrada si se calza correctamente. El Terrain Response es capaz de regular no sólo la altura, sino también diferentes parámetros mecánicos para ajustar la respuesta en función del terreno seleccionado. Tierra, rocas, barro o nieve. Repito que es necesario montar neumáticos con ciertas aptitudes para el todoterreno, del resto ya se encargará la electrónica y el propio coche. Es capaz de salir de obstáculos mucho más delicados de lo que te imaginas. Tiene armas suficientes para ello, como el bloqueo de diferenciales y una posición corta de la caja de cambios.
Como ya he dicho un poco más arriba, es un coche alto, muy alto. La suspensión se puede regular en cuatro posiciones diferentes, habiendo varios centímetros de diferencia entre la posición más baja y la más alta. Lo mínimo son 28 centímetros y con los balones de aire desplegados al máximo el Range Rover Sport es capaz de vadear una masa de agua con hasta 90 centímetros de profundidad. Digamos que un SUV normal ni se acerca a esa cifra. Tampoco logran sus cotas offroad: 29,7 grados de ángulo de entrada, 30 grados de ángulo de salida y 26,1 grados de ángulo ventral.
La mayoría de los compradores del Sport no lo van a usar fuera del asfalto y con razón. El mediano de los Range Rover queda bien donde lo dejes aparcado, pero seamos sinceros, su hábitat natural es el postureo y los largos viajes por carretera. Las curvas se le atragantan, al igual que los espacios estrechos donde muestra peor maniobrabilidad que su hermano mayor. El peso es excesivo y la frenada complicada, pero es normal. La física tiene sus límites y con 2.400 kilogramos de peso no podemos esperar el rendimiento de un deportivo pequeño, ligero y ágil. Si quieres disfrutarlo realmente disponte a viajar, da igual el destino. De hecho, cuanto más lejos, mejor.
Ahora bien, disponte también a ver cifras de consumo altas. Land Rover sigue pecando de un gasto excesivamente alto si se compara con otros rivales. El Sport anuncia una media de 7,5 litros a los 100 kilómetros. Se puede lograr ese resultado, pero hay que ser cuidadosos y que la carretera nos ayude. Lo normal es superar ampliamente la barrera de los 8 litros, pudiendo sobrepasar los 10 cuando circulamos en ciudad. Con un tanque de 80 litros podremos hacer una media de 900 kilómetros sin parar a repostar. Eso sí, tiene un esquema MHEV que le permite homologar la etiqueta ECO. Un pequeño punto a favor para él.
El problema, para el común de los mortales, es el precio. La mayoría de los bolsillos no pueden acceder a la gama de Range Rover. Si miramos la tabla de precios vemos que el más barato de la familia arranca en los 104.050 euros. La unidad de pruebas cuesta 130.000 euros. No voy a decir que sea barato, pero tampoco me parece especialmente caro teniendo en cuenta que hay coches bastante peores por cifras muy similares o incluso superiores. Obviamente ese precio debe tomarse como una referencia porque con la cantidad de opcionales y detalles que pueden incluirse la factura final puede ser mucho más abultada.
Conclusiones
He de reconocer que el Range Rover Sport es un coche que me gusta. Me gusta su diseño, su calidad y su comportamiento, pero personalmente me quedo con su hermano mayor. Es buena compra si no quieres atacar a los habituales del segmento, pero comparado con el Range de verdad pierde. Es normal. Dicho esto reconozco que la versión diésel de acceso es más que suficiente para el 99% de los compradores. Al fin y al cabo, lo bueno, es que de serie ofrece lo mejor que se espera de él; confort recubierto de un traje de Saville Row.