PruebaPrueba Smart Forfour Electric Drive: Luces y sombras (II)
Ha llegado el momento de relajarse un poco porque ahora dispongo de un enchufe diurno. Eso significa que cada día llego al trabajo seco de batería y salgo lleno de energía eléctrica... pero a veces tengo que hacer más recorrido del habitual y me he tenido que enfrentar a escenarios que no he tenido en cuenta.
11 min. lectura
Publicado: 18/12/2017 10:00
Tras la odisea del fin de semana con el Smart Electric Drive de cuatro pasajeros, llego, y no sin dudas, a mi punto de carga del trabajo. En un enchufe doméstico he visualizado dos potencias diferentes. Con una caja de pared, he visto la potencia más rápida, que ha sido de 16 amperios. En este enlace, os enseñamos cuánto cuesta cargar un coche eléctrico.
En una jornada de trabajo, con la caja específica, es posible completar el 100% de la carga, aunque hay que tener cuidado ya que si el enchufe no transmite una velocidad mínima, es posible que no lleguemos a cargar el coche entero. Esto nos ocurrió en una ocasión, saliendo con el Smart al 80% al final del día. Otro consejo que os voy a dar es que os cercioréis de que realmente está cargando (hay indicadores luminosos en el depósito de carga que dan información de si el coche está recibiendo energía). En otra ocasión el coche no recargó nada debido a algún fallo en el proceso y por tanto nos encontramos con una desagradable sorpresa.
El Smart Electric Drive no es para ir con prisa. Ni éste coche ni ningún eléctrico. Hemos podido disfrutar de ciertas ventajas, como poder estacionar en Madrid centro en periodos de contaminación elevada. Además, el pequeño coche se presenta como una alternativa perfecta para el tráfico fluido de la ciudad porque tiene un carácter enérgico gracias a su par constante desde el inicio de la marcha que es de 160 Nm.
Cuesta acostumbrarse a un diámetro de giro de 9,05 metros entre bordillos. ¡Es asombroso!
He disfrutado mucho las capacidades del Smart en cuanto a moverse por calles estrechas se refiere. Su corta batalla de 2.494 mm y un radio de giro espectacular (9,05 metros de diámetro entre bordillos) sorprenden para prácticamente cualquier maniobra imaginable. Incluso a veces cuesta aparcar con tanto giro disponible por la falta de costumbre.
El coche es automático y la palanca selectora se desplaza pasando por las diferentes posiciones P, D, N, R. Pienso que es un problema de esta unidad en concreto, pero sacar la palanca de la posición P está más duro de lo que debería. El tacto de la dirección es cómodo para un coche urbanita; no tan así es el pedal de freno, con cierto tacto metálico en el pie que no hace que sea el apoyo más amable ni preciso.
Los materiales son espartanos, con algunos revestimientos de tela que adornan el conjunto interior repartido entre una pantalla muy útil y táctil, aunque ciertamente superada en el centro del salpicadero (los grafismos y la resolución de la cámara son mejorables), y un ordenador de abordo que se maneja con el volante multifunción y que es de gran utilidad para visualizar la autonomía restante. El coche tiene un divertido reloj analógico en el salpicadero que sirve como medidor de autonomía restante también.
El Smart dispone de un modo ECO que limita las capacidades del vehículo en cuanto a aceleración, pero que es el más útil por maximizar la autonomía restante. El climatizador tiene un diseño atractivo y es de una zona, sin salida de aire en el centro de las plazas trasera. Por cierto, las ventanillas de los ocupantes de la segunda fila, son de compás.
Me gusta mucho la sensación al volante porque sinceramente no se necesita ni más potencia ni más batería si uno se planifica correctamente. Es cierto que el estrés adornaba cada día que tenía que desviarme de mi trayecto habitual, aunque podría realizar los recorridos sin mayor problema. Sin el punto de carga en casa, la desconfianza aumenta muchísimo a pesar de tenerlo en el trabajo. Para el fin de semana, el uso del coche es tan limitado que no merece la pena sin la estación a mano; debemos tener un segundo coche como alternativa.
Los logos identificativos propios del modelo en forma de pegatina y el color verde se identifican desde lejos. Es curioso que para rellenar los líquidos hay que tirar de dos palancas simétricas en la parrilla frontal. El capó, lejos de tener un brazo hidráulico o articulado con gancho, está atado con unas gomas y se desprende del todo. Es incómodo de usar y no se entiende la ventaja competitiva.
Hablando con un propietario de la generación Smart ‘Car2Go’
Me he juntado con un compañero de la generación anterior del Smart eléctrico que es muy popular por colonizar la ciudad de Madrid con el servicio Car2Go, el famoso carsharing del corazón de la capital. Mi compañero tiene en propiedad una unidad y a pesar de que comenta que es más básica, sí me interesa en qué aspectos considera que el nuevo Smart tiene una ventaja competitiva sobre el suyo.
“No es en batería donde hay una mayor diferencia”, comenta. “El Smart de mi generación es algo más enérgico (esto se debe a que el suyo es un ForTwo) aunque tiene dos cosas que me gustan menos. Lo primero es el tacto del freno porque en este coche se aproxima a los coches convencionales. El de mi Smart el tacto es peor. La segunda diferencia es la retención regenerativa al soltar el acelerador, que consigues muy poca carga y es más intrusiva en mi generación”. El encuentro fue breve y no tuvimos tiempo para probar su coche pero sí me llamó la atención la confianza y costumbre que tiene sobre su coche eléctrico en cuanto a la autonomía.
Una vez que este efecto desaparece, todo son ventajas por lo que puedo concluir tras un rato de charla. El coche eléctrico es cuestión de números, y en su caso, que puede presumir de no recargarlo a diario le sale ciertamente económico.
Conclusión
No voy a engañar a nadie. He sufrido los primeros trayectos con el Smart eléctrico por una falta lógica de experiencia de uso en el día a día. Pero he sufrido de forma innecesaria. Tan sólo un día llegué al 10% de batería restante (momento el cual el coche deja de marcar autonomía). Por lo demás, siempre he tratado de cuidar la batería hasta el punto de pasar mucho frío, y eso no es operativo ni lógico.
Sigo defendiendo la idea de que tener 200 kilómetros reales de autonomía ahorra mucho estrés, aunque más de 100 kilómetros, como es el caso del Smart (unos 120-130 en mis trayectos), son suficientes para enchufarlo a diario. Incluso te dan un pequeño margen para poder usarlo en caso de movilidad que no teníamos planeada. Sin embargo, a día de hoy ya hablamos de coches con autonomía reales de 200 kilómetros. En este sentido, el Smart tendrá que evolucionar.
Sin un punto de carga en casa es un sufrimiento contínuo. Este y cualquier otro eléctrico, pero no es posible pensar en comprar un coche de estas características sin un enchufe en el hogar. Por otra parte, el coche no es barato y es muy espartano para costar más de 20.000 euros, pero tiene una estética simpática y su funcionalidad es correcta.
Por otra parte, finalmente me pude poner en contacto con la empresa que gestiona el punto de carga de Pozuelo de Alarcón y la tarjeta que me entregaron no era válida. Para poder acceder, necesito un nuevo registro y podría acceder a través de su aplicación. Una vez más, reina la desinformación en la infraestructura pública.