Prueba Subaru Outback 2.0D Lineartronic, la polivalencia en estado puro
Subaru es una marca muy especial. Su gama de productos está destinada a un cliente muy particular, pero sin duda alguna sus modelos gustan a todo el mundo. Como bien demostrará nuestra prueba del Subaru Outback 2.0D de 150 CV con cambio Lineartronic.
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Publicado: 31/03/2016 17:00
Subaru es diferente, es una marca que sin ser dada a los grandes alardes, está destinada a llamar la atención por una gama de productos muy especial y específica. Tal y como reza su eslogan: "Para apasionados de la vida" los japoneses cuentan con una dilatada experiencia en la fabricación de coches para aquellos que busquen algo más que una simple berlina o familiar. Modelos sumamente polivalentes que no solo conquistan a su clientela tipo, sino todo aquel que se sube en ellos. Para demostrarlo he tenido la ocasión de comprobar tales afirmaciones durante una prueba de larga duración del Subaru Outback 2.0D de 150 CV con cambio automático Lineartronic.
Para aquellos que no conozcáis toda la historia de Subaru, decir que la marca japonesa es relativamente joven, si la comparamos con otros fabricantes claro. Fundada en 1953 Subaru es una palabra japonesa que significa Pleyades, constelación a la que se hace referencia no solo en el nombre, sino también en el logo, con cinco estrellas pequeñas y una sexta más grande. A pesar de contar, actualmente, con 63 años de antigüedad, la marca se ha convertido en una de las pioneras en el desarrollo de vehículos de tracción total. Una filosofía que a día de hoy forma parte de su ADN y que es empleada en todos los coches que fabrica, salvo en el caso del Subaru BRZ.
Pero ateniendo al caso particular del Outback, hay que decir que es su modelo más grande, su buque insignia. Fabricado por primera vez en 1994, su nombre hace referencia a una de las zonas más áridas y desérticas de Australia. Una declaración de intenciones de sus capacidades todoterreno, de las que más adelante os hablaré. El Outback fue concebido como una ranchera desde sus inicios y esta característica no la ha perdido con el paso de los años, sino todo lo contrario, haciéndose cada vez más grande y evolucionado. En la actualidad vamos por la quinta generación, que fue presentada a finales de 2014. Una nueva generación que conserva las cualidades de sus predecesoras pero que introduce mejoras de los tiempos actuales.
Desde el punto de vista estético, el cambio no ha sido muy notable, pero sí muy favorecedor. Ligeros retoques de bisturí aquí y allá hacen que estemos ante un coche más elegante, más atractivo. La mayor parte de los cambios se centran en la parte frontal, donde un morro completamente rediseñado integra desde una nueva parrilla hasta nuevos faros, que emplean mejor tecnología de alumbrado, tipo LED para las cortas y halógenos de alta potencia para las largas. Como ya he dicho el nuevo Outback gana empaque con respecto a su predecesor, y aunque los cambios de carrocería no son mucho mayores da la sensación que estamos ante un coche completamente distinto. Una evolución que le ha sentado de maravilla la verdad.
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Esa ganancia se nota sobre todo en el interior. Hay que reconocer que sus campañas de publicidad Subaru presta más atención al comportamiento y a la polivalencia del Outback que a su calidad. Nada tiene que envidiar a la de otros fabricantes que a priori podemos tachar de superiores. Personalmente me quedé sorprendido con la atención por el detalle y la calidad de los materiales que se emplean. Materiales bien elegidos y que como ya digo dejan en evidencia a los de otros fabricantes que se autodenominan "premium". Pero esa calidad no solo se nota en el tacto, sino en la sensación percibida. Desde el primer momento que abres la puerta notas una atmósfera bien hecha, bien fabricada y bien resuelta con una percepción de dureza y resistencia.
Aunque muchos digan que el Subaru Outback está diseñado y pensado para el mercado americano, la verdad es que encaja como un guante en cualquier continente o situación. Supera con creces los estándares europeos. Habrá sido diseñado para los americanos, pero se nota que han pensado en el cliente tipo de Europa a la hora de componer su interior. A esa calidad y buen hacer se suma en esta generación la tecnología. Mucha tecnología en realidad. Los japoneses han desarrollado sistemas de última generación para el Outback y es este el único modelo de la gama en disponer de ellos.
Entre el amplio abanico de asistentes cabe destacar la presencia del Eyesight, únicamente disponible con el cambio automático y el acabado más alto de todos, el Executive Plus. Compuesto por un conjunto de cámaras y sensores, éstos rastrean en todo momento que pasa por delante de nosotros, advirtiendo peligros y actuando de forma automática si nosotros no hacemos caso de ellos. Hace unos meses ya tuvimos ocasión de probar la tecnología Eyesight, quedando sorprendidos y fascinados con la rapidez y la confianza con la que actúa. Un sistema de vanguardia que es necesario si lo que quiere es luchar con otros fabricantes y sobretodo con los todopoderosos alemanes.
La evolución tecnológica también se hace patente en cuanto a contenido de pantallas. El Outback cuenta con dos, una en el cuadro de instrumentos, que informa acerca de los consumos, kilometraje, navegación y ajustes, entre otros, y una mayor, con un tamaño de siete pulgadas y manejo táctil, que se ubica en la consola principal. La mejora no solo consiste en la tecnología que esta pantalla incorpora, sino en la forma en la que se integra en el resto del diseño interior. Lo hace de una forma más elegante y acorde con el sentimiento general de calidad interior que antes mencionaba.
Si hablamos de espacio, permite que primero te diga que el Outback no es un compacto. Es un coche muy grande, con una longitud total de 4,815 metros. No solo es grande y voluminoso, sino que se siente como tal, no pretende ocultarlo. Y donde más se nota ese espacio es en interior. Decir que sobra el espacio es quedarse corto. No hay ni una sola cota que sea escasa o limitada. Tan cómodos y espaciosos irán los ocupantes de las plazas traseras que los de las delanteras. No hay problemas ni para las piernas y para la cabeza. Tampoco para meter los bártulos de los ocupantes, pues ahí saca a relucir su inmenso maletero de 512 litros, ampliables a 1.848 litros si abatimos por completo la segunda fila de asientos, quedándonos una superficie completamente plana.
No quiero repetirme, pero Subaru ha centrado sus esfuerzos en mejorar la calidad del Outback. Y no solo lo ha hecho a la hora de elegir materiales o diseñar el interior, sino que también lo ha hecho a la hora de ponerse tras el volante. Decir que es un coche cómodo es limitarse demasiado. En muchos momentos de la prueba de larga duración me dio la sensación de viajar en el AVE. Me explico. La suspensión ha sido configurada para mostrar un carácter rutero y cómoda. El gran desplazamiento de sus muelles y brazos de suspensión, además de estar apoyado sobre unos neumáticos con mucha goma, hacen que viajemos a bordo de uno de los coches más cómodos del segmento, como si de una alfombra voladora se tratase. Da igual el estado de la carretera o el obstáculo que se presente, el Outback lo supera lo absorbe y no filtra nada.
Pero dejando a un lado el tema del diseño, habitabilidad y confort, tres puntos sobresalientes, es hora de entrar en la dinámica. La unidad probada equipaba el motor más lógico y vendido, el diésel turboalimentado de 1.998 centímetros cúbicos con 150 caballos de potencia, tracción total y cambio automático Lineartronic de siete velocidades. Es una configuración muy deseable pues, como te iré contando, sabe aprovechar todas las cualidades del Outback.
Históricamente Subaru se ha decantado por los motores Bóxer para impulsar a sus modelos. El Outback lo emplea, aunque ha sido renovado casi por completo. Este sistema enfrenta los cilindros en forma horizontal para así presentar una serie de cualidades que los motores convencionales no son capaces de ofrecer. Su punto fuerte es la entrega de potencia y la reducción de vibraciones. A la hora de demostrar su fuerza el motor entrega su garra de una forma muy lineal y progresiva a la vez que suave. A diferencia de su predecesor el nuevo bloque muestra un mejor comportamiento en todo el rango de revoluciones, incluso por debajo de las 2.000 vueltas, la zona más débil del anterior.
Hay que tener en cuenta que el Outback ha sido concebido con un marcado carácter rutero, y esto se deja notar en la configuración de sus suspensiones y en el tacto del cambio. Como ya he dicho antes a la hora de afrontar tramos de asfalto la filtración es perfecta, aunque presenta un claro inconveniente, el balanceo a la hora de afrontar un tramo de curvas reviradas. En esta situación el Outback se muestra más perezoso, sacando a la luz su elevado peso y altura. Personalmente no lo veo como un problema, pues hay que tener en cuenta que el coche no ha sido concebido para tales menesteres, para eso ya está el Subaru WRX STi. Hay que priorizar, y Subaru ha puesto el confort por encima de la dinámica. Totalmente razonable.
En cuanto a su cambio, hay que decir que el Lineartronic presenta una ingeniería bastante poco habitual. Es un cambio CVT, o también denominado de variador continuo. Cuenta con siete marchas, aunque realmente estas no son como tal, pues lo que se han establecido son una serie de relaciones de cambio, así que son siete como que podrían ser 8 o 20. Su comportamiento es muy particular. En modo automático su comportamiento es completamente normal, sin embargo si pisamos el acelerador por encima del 65% de su recorrido, o si ponemos la palanca en posición manual y cambiamos a través de las levas que hay tras el volante, la transmisión se vuelve secuencial. Esto permite transiciones de marchas más rápidas, aunque en ningún momento llega a ser tan rápida como otras cajas como la de doble embrague.
Hay que decir que la combinación de motor bóxer y cambio CVT obra milagros en cuanto a suavidad y confort, pero presenta ciertos problemas a la hora de exigir el máximo. En ciertos momentos el cambio puede llegar a perderse, sobre todo si circulamos con el coche cargado hasta los topes y afrontamos una fuerte subida. En este caso lo mejor es que el cambio opere por sí solo, pues aunque tarde, encontrará la mejor marcha, en cambio si actuamos nosotros la mezcla puede resultar confusa, llegando a subir dos marchas de una vez o impidiéndonos bajar si la reducción obliga al motor a funcionar en un margen próximo al límite de las revoluciones. Al igual que he comentado antes, no supone un lastre o un defecto, el carácter general del coche hace que esto sea así, aunque sí que es cierto que podría mejorarse un poco más.
Otro problema del CVT llega a la hora de mostrar consumos. Hay que decir que el Outback se muestra más gastón que sus rivales. Circulando de forma normal y cuidadosa en autopista, el consumo puede situarse en los 6 l/100 Km, si el trayecto es favorable se puede bajar, pero cuesta. En cambio sí nos adentramos en terrenos más escarpados, en carreteras secundarias o en tramos de vías urbanas, el consumo se eleva con mucha facilidad alcanzando sin inmutarse los 7-7,5 l/100 Km. El peso y la falta de tecnologías de ahorro, como el Start&Stop, se hacen patentes a la hora de pasar por la gasolinera. Este es a mí entender el gran problema que presenta el Outback, aunque siguen sin parecerme consumos excesivamente altos, pero comparándolo con la competencia sale perdiendo claramente.
La gama de opcionales es muy corta, pero dentro de ella podremos seleccionar elementos de protección para los bajos y diversas zonas si solemos aventurarnos en pistas rotas complicadas
Pero no puedo despedir la prueba del Subaru Outback sin hablar de su comportamiento fuera del asfalto. En carretera se le nota un coche tranquilo y sosegado, pero si cambiamos a la tierra es donde se siente como pez en el agua. La tracción total simétrica es una completa gozada. Además Subaru le ha otorgado una altura libre con respecto al suelo de 20 centímetros, muy por encima de rivales directos y no tan directos como los denominados SUV. Esto nos permite afrontar casi cualquier terreno con absoluta confianza. Es sorprendente ver como un coche familiar y tan espacioso es capaz de cruzar terrenos donde otros coches quedarían empanzados o tendrían serios problemas. El Outback avanza y avanza sin inmutarse, ya haya barro, agua, tierra o arena. No tiene problema gracias al equipo XMode. Tiene que ponerse muy complicado el terreno para que el Outback no te lleve allí.
Por último precio. Hay que decir que el Outback fue el pionero de un segmento que con el paso de los años ha ido creciendo de forma paulatina. Él fue el primer sedán ranchera con capacidad todoterreno, y si a día de hoy lo comparamos con sus rivales sigue siendo el modelo de referencia, incluyendo el precio. Hay que decir que podemos disponer de un Outback por debajo de los 30.000 euros, sin embargo si optamos por el acabado más alto, el Executive Plus que montaba la unidad de pruebas, con el cambio automático y el motor diésel, la combinación más cara de todas, el precio no se dispara, llegando a un máximo de 37.400 euros. Mucho coche por ese precio, no te quepa duda.
Conclusión
Premio para Subaru. Los japoneses han sabido coger las cualidades ya presentes en el Outback y mejorarlas con un lavado de imagen muy acertado. Un cambio que no solo se centra en lo estético, sino también en la calidad y en la tecnología. Estamos hablando de un coche mucho más moderno y vanguardista. Con un precio muy contenido, teniendo en cuenta todo lo que llega de serie. No tiene nada que desmerecer con otras marcas o modelos que abusan de la palabra "premium". Y eso es lo que me gusta. Es un coche que no eleva la voz, que no se da palmaditas en la espalda ni pretende ser lo que no es. Es sincero y si nos pusiéramos a comparar con sus rivales directos, le sacaría los colores a más de uno y a más de dos.
En cuanto a su comportamiento hay que entender que Subaru ha concebido el Outback para familias aventureras que tan pronto abordan viajes largos como que se deciden por abandonar el asfalto. Es un coche terriblemente cómodo, suave y refinado. Su rendimiento es tranquilo, no es un coche al que podamos buscarle las cosquillas en un tramo de curvas, pues rápidamente sacará a relucir su suspensión rutera. Pero no lo necesita, ni nosotros lo queremos. Tampoco es el coche que menos gaste del mundo, pero sí que sabe recompensarte con muchas otras cualidades. En definitiva un coche que aunque pueda estar destinado a un cliente muy concreto, gustará a todo aquél que se haga con uno.