Road trip veraniego: recorremos la Costa Azul con el Mazda3 e-Skyactive X
Nos embarcamos en un viaje de 3.000 kilómetros a través de la Costa Azul: Saint-Tropez, Cannes, Mónaco e incluso Italia. Nuestro noble corcel no era otro que el Mazda3 con su renovada motorización e-Skyactive X de 184 CV. La combinación entre coche y ruta fue sencillamente perfecta.
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Publicado: 04/08/2021 19:00
Hay viajes que no se olvidan, más aún si es un trayecto que deseabas hacer desde hace mucho, y aún más si la compañía es propicia. Hoy no os hablo de mi compañía personal, sino más bien automovilística. Cuando estaba mirando posibilidades para realizar este viaje, barajé varias alternativas con las que llegar a mi destino, ya fuera en avión, coche de alquiler o coche de prensa. Al final la última de ellas fue la vencedora, y esta alternativa se saldó finalmente con un coche que ya de por sí me gustaba mucho, y al que ahora guardo con especial cariño.
Ese coche no fue otro que el Mazda3 en su variante de carrocería compacta. Con la mecánica más potente y eficiente actualmente disponible en el catálogo: el e-Skyactive X con transmisión manual. Pero hoy no os hablaré sobre qué tal se mueve el compacto de Hiroshima, para eso ya estoy preparando una prueba específica, sino más bien, me centraré en el propio viaje a bordo de él.
Una ilusión particular y personal, era pisar tierra monegasca. Ser seguidor de la Fórmula 1 desde que tengo uso de razón, tiene sus consecuencias. Un deseo que al cabo de los años, aunque no se había diluido, sí había pasado a un segundo plano. Este mismo año, una vez pude reservarme los días de vacaciones veraniegas, junto a mi pareja, empezamos a mirar destinos. Barajamos muchos, pero la respuesta llegó durante el propio GP de Fórmula 1 de Mónaco cuando surgió algo tan simple como: “¿y si hacemos una ruta en coche por la Costa Azul hasta Mónaco?”. En ese momento comenzó a planearse este fantástico viaje.
Ahora que parecía que nuestro viaje de verano ya estaba decidido, a partir de ahí barajamos múltiples formas de llevarlo a cabo: avión desde Madrid hasta Marsella y luego coche de alquiler hasta el principado, nuestro coche particular, coche de alquiler, etc… Pero este trabajo nos brinda posibilidades únicas, y no es otra que poder disponer de un coche con el que hacer este tipo de viajes.
Una vez comentamos todo el proyecto del viaje con los responsables de Mazda, sin dudarlo nos dieron luz verde. Con este apartado listo, ya teníamos uno de los pilares fundamentales del viaje resuelto: nuestro medio de transporte. Iban a ser 3.000 kilómetros de ruta, pues desde Madrid hasta el principado nos separan casi 1.400 kms, más si después nos movíamos por la zona. Como digo, desde Mazda no pusieron impedimento alguno y nos dieron una total luz verde para llevarlo a cabo. Desde aquí extiendo nuevamente nuestro agradecimiento.
Desde la marca nipona nos proporcionaron el Mazda3 con la mecánica e-Skyactive X que ya he comentado más arriba. Yo, particularmente quedé encantado, pues este es un coche que a mí, en lo personal me gusta mucho, tanto su tacto de conducción con toques pasionales, su comodidad y su diseño. Junto a su nueva puesta a punto mecánica, prometía unos consumos algo inferiores a la variante precedente, por lo que todo fueron noticias positivas.
En cuanto tuvimos listo este pilar fundamental comenzamos a mirar lugares en los que quedarnos a pasar las correspondientes noches de nuestras vacaciones. Lo que no sabíamos era que en aquellos precisos días se celebraba en Cannes su festival de cine, por lo que los precios en los que se movían sus alrededores eran prácticamente inaccesibles. Finalmente optamos por un bonito y pintoresco apartamento hotelero ubicado en el propio Principado frente al puerto de la población francesa de Cap d’ail. Más que recomendable.
Teniendo todos los detalles ultimados, sólo nos faltaba establecer la ruta y las paradas que tendríamos en ella. Desde Madrid, existe la posibilidad de realizar el camino hasta San Sebastián y ahí cruzar Francia de oeste a este hasta llegar a Marsella y ya encarar toda la vía costera. La ruta más convencional es hacerlo atravesando la comunidad catalana y costear hasta llegar a nuestro destino. Finalmente optamos por esta segunda opción a pesar de que en la primera únicamente supondría 100 kilómetros adicionales. Para la próxima será.
3.000 kilómetros de asfalto por delante
Llegó el día. Recojo el que va a ser mi compañero de cuatro ruedas durante los próximos días, cargamos el maletero y comenzamos nuestro viaje. La comodidad de sus asientos delanteros es alta, incluso después de varios cientos de kilómetros no sientes incomodidad alguna. Sólo viajamos dos personas, por lo que los asientos traseros no los usamos en ningún momento, uno de los puntos flacos de este coche por espacio y visibilidad, pero como digo, en este viaje, esto pasa a un segundo plano.
Nos adentramos en la madrileña M-30, y después encaramos la A-2. Más de 300 kilómetros sobre esta vía hasta llegar a nuestra primera parada, donde comeríamos hasta continuar a nuestra segunda y última parada del día. La primera parada la llevamos a cabo en la capital aragonesa. He pisado Zaragoza en más de una ocasión con motivo de presentaciones y eventos, pero queda claro que estos lugares son de obligada visita de vacaciones y sin prisas ni horarios.
Una vez realizado el control de avituallamiento y ver algunos puntos destacables como la Basílica de Nuestra Señora del Pilar o algún otro lugar histórico de la capital como el Puente de Piedra, ponemos rumbo nuevamente por la A-2, donde tras unos pocos kilómetros llegamos a un peaje que decidimos saltarnos y circular por la N-II, pues a esa hora y un día de diario no encontraríamos mucho tráfico y así tocamos un poco las carreteras nacionales, que también son necesarias en un road trip veraniego.
El final de este tramo de nacional para evitar el peaje concluyó en la población de Fraga, donde volvimos a encarar la A-2 hasta nuestro segundo y último punto del día: Barcelona. Aquí descansamos y aprovechamos para hacer algo de turismo por la ciudad condal, la cual siempre es capaz de ofrecer algo nuevo en cada una de las visitas que personalmente he hecho.
Recuperadas las energías y con las pilas cargadas, al día siguiente nos despertamos y partimos en dirección al que sería nuestro destino definitivo: el Principado de Mónaco. Casi 700 kilómetros de separación entre Barcelona, nuestro inicio, y nuestro punto final. Por medio, algunas poblaciones costeras que visitaríamos días más adelante.
Emprendemos camino y rápido nos topamos con el primer peaje del viaje. Esto continuó sucediendo durante los siguientes casi siete centenares de kilómetros. Las autopistas francesas están particularmente tomadas por estos puestos de pago. Si tomas la decisión de esquivarlos, el viaje te saldrá “gratis”, pero el coste en tiempo puede llegar a ser ridículamente elevado. Tanto es así, que esta ruta que nos tomaría alrededor de 7 horas, podría superar las 12 horas si decidiéramos evadir estos peajes. Una salvajada. Así que toca pasar por el aro y claudicar. Como cifra curiosa, cada trayecto supuso aproximadamente 70 euros en peajes, cifra que hay que multiplicar por 2, ya que a la vuelta nos encontramos con la misma circunstancia. Como punto positivo, en Francia el límite de velocidad en autopistas es de 130 kilómetros por hora, límite que se reduce a 110 km/h en caso de lluvia.
Finalmente, pasadas las 6 de la tarde pisamos tierras monegascas, no sin cruzarnos por el camino con un nivel descomunal de coches de altísima gama, muchos de ellos con placas del Principado, cómo no. Los paisajes son realmente llamativos, incluso circulando por la autopista costera A-8, tendremos unas vistas realmente fotogénicas, tanto de las montañas que perfilan la Costa Azul, como de su propia línea costera.
El primer día en el principado nos dedicamos a ver los sitios clásicos que todos conocemos: el casino, la famosa horquilla junto al hotel Fairmont, el puerto o incluso el museo de la colección de coches del Príncipe de Mónaco, muy recomendable por cierto. Todo en este lugar es sobradamente pintoresco y extrañamente familiar. Es mi primera vez en suelo monegasco y, después de seguir durante tantos años la Fórmula 1, todo resulta particularmente conocido. Como curiosidad, fueron varios los pilotos de la categoría reina con los que me crucé, pero sólo tuve la oportunidad de pedirle una foto a Max Verstappen. Un buen recuerdo.
Un lugar no tan conocido, es la llamada Tête de Chien. Una montaña pegada al Principado, la cual tiene una altura increíble de 550 metros y una pared casi vertical. Desde aquí se pueden tomar unas fotografías espectaculares de todo el país costero. Llegar hasta ahí es bastante llamativo, pues pasas por algún pueblo cercano como La Turbie, y una ruta de curvas perfecta para hacerla con algún coche con el que puedas pasarlo bien. Yo, particularmente, llevaba un buen amigo de cuatro ruedas con el que pude disfrutar de lo lindo de estas carreteras. Los 186 CV del Mazda3 rinden notablemente bien hasta el punto de hacértelo pasar bien por todo tipo de vías.
Por supuesto, durante los días siguientes también visitamos localidades cercanas como Saint-Tropez o Cannes. Esta última precisamente durante su conocidísimo festival de cine, donde pude sacarme una foto con alguna estrella hollywoodiense. Toda la zona costera es imprescindible en un viaje así y no sabría quedarme con sólo una de sus poblaciones. Todas tienen su propia personalidad y todas son de obligada visita.
Durante la última jornada que pasaríamos en estas tierras, aprovechando la proximidad, pudimos poner un pie en Italia, concretamente en la localidad de Sanremo, donde disfrutamos de la gastronomía italiana que nunca decepciona. Aquel día, la vuelta a Mónaco, donde teníamos nuestro hospedaje, la hicimos por carretera secundaria, cosa que aconsejo fervientemente, ya que atraviesas numerosos pueblos típicamente italianos junto a la costa con unas vistas espectaculares del mar Mediterráneo.
Después de 2.993 kilómetros de ruta, el Mazda3 marcó un consumo medio total de apenas 5,3 litros
Finalmente, después de 6 días, terminaron nuestras jornadas por tierras monegascas, francesas e italianas. Tocaba volver a nuestra casa, no sin antes hacer alguna ruta a través de carreteras secundarias de Cataluña o Aragón. Personalmente, siempre que puedo prefiero abandonar las tediosas autopistas y circular por vías de un sólo carril, más aún si el coche que llevo entre manos acompaña para ello. Nuestro Mazda3 se portó inmejorablemente durante los 2.993 kilómetros de ruta, donde marcó un consumo medio total de apenas 5,3 litros después de haber circulado por autopistas, secundarias, urbanas y, sobre todo, mucha montaña. Chapó por Mazda.
Concluimos nuestros viaje después de 7 días fuera de casa. Un road trip que recomiendo para todo aquel amante de los coches, principalmente por la cantidad de vehículos de lujo con los que se topará, y particularmente por pisar tierras monegascas. Tierra santa de la historia del automovilismo.