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Desde hace años el aceite vegetal, nuevo o usado, se ha utilizado como combustible alternativo al diésel, pero para que ello sea viable deben darse unas condiciones concretas que lo hagan legal y mecánicamente seguro para tu automóvil.
Aceite nuevo, usado previamente para cocinar, de girasol, de colza… no son pocas las alternativas que algunos conductores han ideado para ahorrar a la hora de recorrer kilómetros con sus respectivos coches con motor propulsado inicialmente con gasóleo. Pero, ¿es realmente factible o incluso recomendable?
La primera cuestión a resolver es la legal, pues dependiendo del país la legislación vigente permitirá unos supuestos, pero no otros. En España, para poder usar un combustible, este debe estar gravado con los correspondientes impuestos a los hidrocarburos. Por tanto, no es legal comprar una garrafa de aceite en el supermercado e incorporarla al depósito de tu coche, que tan pacientemente ha estado esperando en el aparcamiento.
Sí, lo es, y no en vano Rudolf Diesel, el inventor del tipo de motor que lleva su apellido, diseñó una de sus primeras unidades para que funcionara con aceite vegetal. Pero esto debe darse bajo unas condiciones muy concretas.
Aunque algunos motores de inyección indirecta pueden operar con aceites sin recibir modificaciones, excepto en condiciones invernales severas, en general para que el aceite sea viable como combustible a largo plazo debe cumplir unas condiciones concretas térmicas, lubricantes y de viscosidad.
Esta práctica es más factible en motores muy viejos porque cuentan con tolerancias muy superiores a las de los modernos propulsores actuales, que por ejemplo utilizan inyectores con calibración por micras.
El aceite casero posee una cantidad considerable de residuos que rápidamente bloquearía dichos inyectores, dañando también pistones, camisas y, finalmente, provocando el gripaje del motor. Por ello, es necesario realizar modificaciones en el motor que aseguren la correcta atomización del aceite vegetal y con ello eviten la acumulación de residuos a consecuencia de la combustión incompleta.
Un modo de hacerlo es a través de un intercambiador de calor que reduzca la viscosidad y la tensión superficial en la fase de precalentamiento.
En función de las condiciones meteorológicas, la proporción de aceite puede subir (si hace más calor) o bajar (en épocas muy frías), ya que ello afecta directamente a la viscosidad del mismo. Por tanto, no es tan simple como coger una botella de aceite de girasol, echarla en el depósito y comenzar a circular con el coche.
En ese caso, lo más probable es que el intento de ahorrar acabe obligándonos a hacer un considerable desembolso en el taller mecánico o, incluso, a tener que visitar concesionarios para comprar uno nuevo.
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